Continúa la transcripción:
Y le dije: «Sí. Está bien. Usted ha reducido a la nada 60 años de investigación aeronáutica. Y luego, ¿qué va a hacer? ¿Qué va a hacer cuando sea mayor?». Y respondió: «Trabajar en servicios financieros». Y le dije: «¡Oh!». Porque se había hablado de ellos en las noticias últimamente. Le pregunté: «¿Cómo funciona eso?». Y dijo: «Bueno, actualmente, hay 2.000 físicos en Wall Street, y soy uno de ellos». Y le pregunté: «¿Cuál es la caja negra de Wall Street?».
Y él dijo: «Es curioso que lo pregunte, porque, en efecto, se llama «comercio de caja negra». Y a veces también se le llama «comercio algorítmico»». Y el comercio algorítmico se ha desarrollado en parte porque los inversores institucionales tienen los mismos problemas que tenía la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, es decir, que mueven sus posiciones –ya se trate de Procter & Gamble, Accenture u otra compañía– y transfieren un millón de acciones de algo a través del mercado. Y si lo hacen todo a la vez, es como jugar al póker y apostar todo inmediatamente. Están mostrando su jugada. De manera que tienen que encontrar una solución –y para eso usan algoritmos– para dividir ese gran paquete en un millón de transacciones pequeñas. Y la magia y el horror de eso es que las mismas matemáticas que se usan para dividir ese gran paquete en un millón de pequeñas cosas pueden usarse para encontrar ese millón de pequeñas cosas, unirlas nuevamente y averiguar lo que sucede realmente en el mercado.
Así que para que tengan una idea de lo que pasa en la Bolsa en este momento, pueden imaginarse un montón de algoritmos programados básicamente para esconderse, y otro montón de algoritmos programados para ir a buscarlos y actuar. Y todo eso es genial, está muy bien. Representa el 70% de la Bolsa de los Estados Unidos, el 70% del sistema operativo antes conocido como nuestras pensiones e hipotecas.
Y, ¿qué podría fallar? Podría pasar algo como lo de hace un año –2010–, cuando el 9% del total del mercado desapareció en 5 minutos y lo llamaron el «flash crash» de las 2.45. De repente, el 9% simplemente desapareció, y nadie hasta hoy se pone de acuerdo sobre lo que pasó, porque nadie dio la orden, nadie quería eso. Nadie tenía ningún control sobre lo que realmente pasaba. Lo único que tenían era un monitor delante de ellos que tenía unos números y un botón rojo que decía: «Parar».
Y ese es el problema, que estamos escribiendo cosas que ya no podemos leer. Hemos dejado algo ilegible. Y en este mundo que hemos fabricado, hemos perdido el sentido de lo que realmente está sucediendo.
(…)
Volvamos al tema de Wall Street. Los algoritmos de Wall Street dependen de una cualidad, por encima de todo, de la velocidad. Operan en milisegundos y microsegundos. Y para que tengan una idea de lo que es un microsegundo, piensen que se necesitan 500.000 microsegundos sólo para hacer un clic con un ratón. Pero si un algoritmo de Wall Street tiene cinco microsegundos de retraso, es un perdedor.
Así que si fuésemos algoritmos, buscaríamos un arquitecto como el que me encontré en Frankfurt que vaciaba un rascacielos, tiraba todos los muebles, toda la infraestructura de uso humano, y sólo dejaba acero en los pisos para prepararse para recibir pilas de servidores, todo para que un algoritmo pueda acceder más rápido a internet.
Internet es un tipo de sistema descentralizado, pero se descentraliza desde ciertos lugares. Aquí es desde donde se descentraliza en Nueva York: el Hotel Carrier ubicado en la calle Hudson. Es realmente allí donde los cables llegan hasta la ciudad. Y la realidad es que cuanto más nos alejamos de allí, más nos atrasamos en microsegundos.
Nota: Se refiere a que el Carrier Hotel es donde se ubican los servidores que reciben y envían los datos a través de internet al resto de EE.UU. y el mundo, por lo que cuanto más cerca esté tu ordenador de ese hotel, más rápido recibirás los datos. Lo que se está haciendo es alquilar los edificios adyacentes para instalar únicamente ordenadores que funcionan de forma autónoma, por lo que la decoración y el mobiliario es algo secundario.
Continúa la transcripción:
Estos tipos en Wall Street, Marco Polo y la nación Cherokee –se refiere a oficinas que están en el bajo Manhattan, a sólo unas manzanas de distancia–, están 8 microsegundos detrás de todos estos tipos que van a los edificios que se desocupan en los alrededores del hotel Carrier. Y esto va a seguir sucediendo. Vamos a seguir vaciando edificios, ya que, centímetro a centímetro, libra por libra y dólar por dólar, ninguno de nosotros podría sacar más provecho de ese espacio que la Mezcla de Boston –La Mezcla de Boston es un algoritmo financiero–.
Pero si nos alejamos, si nos alejamos, veremos una zanja de 300 kilómetros entre Nueva York y Chicago construida en los últimos años por una compañía llamada Spread Networks. Este es un cable de fibra óptica colocado entre las dos ciudades solamente para hacer pasar una señal 37 veces más rápido que el clic de un mouse, sólo para estos algoritmos, el Carnaval y el Cuchillo.
Y cuando pensamos en esto, que estamos atravesando los Estados Unidos con dinamita y sierras de roca para que un algoritmo pueda cerrar un contrato 3 microsegundos más rápido, todo en un marco de comunicaciones que ningún ser humano será capaz de conocer nunca, es una especie de destino manifiesto que siempre buscará una nueva frontera. (…)
En realidad, el dinero no es lo que más nos interesa, sino la motivación que trae el dinero. El hecho de transformar el planeta mismo con este tipo de eficiencia algorítmica. A la luz de esto, volvemos a ver las fotografías de Michael Najjar y nos damos cuenta de que no son metafóricas, son proféticas. Se anticipan a los efectos sísmicos, terrestres de las matemáticas que hacemos. Y el paisaje siempre ha estado configurado por este tipo de colaboración extraña y difícil entre la naturaleza y el hombre. Pero ahora existe esta tercera fuerza coevolutiva: los algoritmos; la Mezcla de Boston, el Carnaval. Y vamos a tener que entenderlos como parte de la naturaleza. Y de una manera, lo son.
Gracias. (Aplausos)
http://www.ted.com/talks/kevin_slavin_how_algorithms_shape_our_world.html