Antes del desarrollo de los híbridos de vidrio, el cemento de ionómero de vidrio era el único restaurador en Odontología cuyas propiedades mecánicas y ópticas mejoraban día a día (1). Estas clases de restauradores brillantes poseen una serie de propiedades únicas que no están disponibles en ningún otro restaurador y les permiten ser una solución inteligente para una gran variedad de retos clínicos ante los que cualquier otro material se quedaría corto.
Son los únicos materiales que pueden adherirse a los tejidos dentales afectados por la caries de forma similar a los tejidos dentales sólidos (2, 3), lo que los convierte en la mejor opción de restauración para el sellado de las superficies de contacto con el esmalte o la dentina desmineralizados y afectados por la caries. Pueden insertarse en bloque sin provocar fuerzas de contracción destructivas que puedan romper el sellado obtenido o agrietar el esmalte debilitado (4-7). Por lo tanto, ofrecen una solución conservadora inteligente en una serie de casos con destrucción extensa de caries en los que es inevitable recurrir a restauraciones indirectas en caso de que se elimine el esmalte debilitado. También tienen un efecto anticariogénico que resulta muy útil en retos con un riesgo elevado de caries (8, 9) y en el sellado de grietas y defectos propensos a caries cuando su eliminación complicaría el diseño de la cavidad (10).
Los híbridos de vidrio y los ionómeros de vidrio son los únicos restauradores respetuosos con la pulpa que pueden conseguir una restauración y una protección de ésta en un solo paso sencillo y, por lo tanto, se recomiendan para casos en los que las pulpas están comprometidas y amenazadas (11).