Después de las maloclusiones de Clase I, los síndromes de Clase II son los que presentan mayor prevalencia (1), generando en nuestras consultas más de la mitad de los tratamientos de ortodoncia (2).
La distoclusión dentaria suele acompañarse de la posición adelantada del maxilar y/o retrasada de la mandíbula con respecto a las estructuras de la base del cráneo. El diagnóstico y tratamiento en el momento oportuno, tanto de una protrusión o una hiperplasia maxilar como de un retrognatismo o una hipoplasia mandibular, no solo mejora el aspecto facial y el problema maloclusivo del paciente, sino que, además, en numerosas ocasiones, le evita someterse en la etapa adulta a una intervención de cirugía ortognática (la mayoría de las veces rechazada) o a un camuflaje ortodóncico que, en escasas ocasiones, cumple con sus expectativas estéticas.
Afortunadamente, y gracias a los Programas de Salud Bucodental de las distintas CC. AA. de nuestro país, los niños acuden a una edad más temprana a las consultas de Odontología, siendo diagnosticados precozmente de su descoordinación ósea y de su maloclusión, pudiendo así acceder en tiempo y forma a un tratamiento interceptivo de ortopedia.
En este artículo se describe el caso de una niña de 9/2 años con síndrome de Clase II por hipoplasia mandibular que recibió tratamiento en dos fases: una primera, ortopédica, para estimular el crecimiento mandibular mediante aparatología funcional; y una segunda fase, ortodóncica, con la colocación de brackets de autoligado pasivo de la técnica USS (Universal Smile System) de prescripción variable para el desarrollo y coordinación de las arcadas dentarias.
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