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Solo se trata de elegir bien

Decía John Lennon que la vida es eso que nos ocurre mientras hacemos planes. O algo parecido. Y no le faltaba razón al exbeatle rebelde y pacifista, palabras que en un principio pueden parecer antónimas, pero que en el de Liverpool se adunan perfectamente. A él, en parte, se le pasó la existencia imaginando un mundo mejor para los suyos… para muchos… para todos. Hasta que le volaron las alas de su sueño, de su vida y de sus planes con varios balazos. Aquí no hay posibilidad de unir nada porque el plomo es lo más opuesto a una idea, a un ideal: lo pesado contra lo etéreo, la sinrazón contra la cordura, lo basto, burdo y grosero contra lo sutil, volátil y ligero. Aunque puede que sí haya un punto ilógico de unión entre esos antagonismos: la muerte. Que es lo que Lennon se encontró cuando regresaba de noche a su casa para hacer los planes del día siguiente.

Pero hacer planes no es otra cosa que elegir. Porque la vida, también, es una continua toma de decisiones, nos pasamos la existencia eligiendo entre las distintas alternativas que se presentan en el día a día. Muchas veces son decisiones tan aparentemente simples como elegir la corbata amarilla o la roja o ir al trabajo en autobús o en coche, ¿carne o pescado?, ¿muslo o pechuga?, ¿primitiva o bono loto? Otras nos marcan para siempre, para bien o para mal, como la decisión de casarte o apostar por el celibato, estudiar ingeniería aeronáutica o decoración floral, hipotecarte en la compra de un piso o vivir de alquiler, ser del Atleti o del Madrid, o del Barça o de la Cultural Leonesa, que en esto del fútbol el abanico de posibilidades es amplio.
Y estaremos de acuerdo –yo al menos estoy bastante de acuerdo conmigo mismo– en que no siempre –hasta en muchos casos, casi nunca– se acierta con la opción elegida. Que al final, donde estén las flores que se quiten los aviones, y mejor tener pareja que vivir solo, o, dónde va a parar, ser de la Gimnástica Segoviana –insisto, en esto del balompié la elección se complica porque hay para dar y tomar–, que del más laureado de los clubes futboleros que en el mundo hay.

Luego están las otras elecciones, en las que se decide qué señor será alcalde de tu pueblo, presidente de tu comunidad autónoma –sí, de la comunidad de vecinos también– o jefe del Ejecutivo del país. Y hay más, muchas más elecciones, o sea, decisiones que tomar en otros ámbitos que ocupan parte de nuestro espacio vital. Por ejemplo, acaba de ser elegido el presidente del Colegio de Protésicos de Madrid y está al caer la elección del nuevo presidente de los dentistas españoles.

Hay que elegir porque elegir es vivir. En el caso del Consejo de Dentistas la cosa no es tan complicada como en las europeas y no digamos nada si se trata de elegir entre los millones de equipos de fútbol que en el mundo son. En las elecciones que renovarán los cargos del Comité Ejecutivo del Consejo solo hay dos opciones –a menos que mientras esto que ahora escribo llega a la imprenta se haya producido una incorporación de última hora–, seguramente tan buena la una como la otra.

No es una elección a vida o muerte, pero sí importante para todo el sector dental. Los dos candidatos tienen planes, que son la vida [profesional] misma y sea quien sea el ganador, su elección habrá sido un acierto. Ahora que, también, sea quien sea el elegido se va a pasar buena parte de la vida tomando decisiones. Ojalá que todas ellas sean acertadas. ¿Por qué no recuperar en un plano más doméstico las ilusiones de Lennon? ¿Por qué no va a ser posible un mundo mejor? El colectivo dental se lo merece.

Autores

Director Emérito de Gaceta Dental

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