La recesión gingival se define como una migración del margen gingival hacia apical, dejando expuesta parte de la superficie radicular (figura 1) (1).
Existen diversos factores asociados a la etiología de las recesiones, factores desencadentes, tales como un cepillado traumático (2), lesiones inflamatorias localizadas inducidas por placa o cálculo (3), relacionados con procedimientos restauradores y periodontales o producidos tras la realización de un tratamiento ortodóntico y factores predisponentes como inserciones musculares altas y tracción de los frenillos y malposición dentaria (4).
Las consecuencias que pueden provocar estas recesiones son el desarrollo de hipersensibilidad, un contorno gingival que dificulte la higiene, estética inadecuada o el incremento de la posibilidad de desarrollar caries radiculares (5). La alta prevalencia de recesiones ha hecho necesario el desarrollo de técnicas quirúrgicas para cubrir el área dentaria expuesta a través de injertos de tejido blando que posean o tengan la capacidad de regenerar un epitelio queratinizado (6).
Estos procedimientos quirúrgicos han sido sometidos a una gran investigación a lo largo de estos últimos años. Diversos actos quirúrgicos, tales como procedimientos de avance de tejido blando, que mantienen su conexión con la zona donante (7), e injertos libres de tejidos blandos (injerto epitelizado e injerto de tejido conectivo), han obtenido resultados predecibles en la cobertura radicular y en la ganancia de inserción, con una profundidad de vestíbulo mayor y un aumento de inserción clínica y de la altura de tejido blando.
Sin embargo, ciertas localizaciones anatómicas como el sector anteroinferior presentan inserciones musculares altas, tracción de frenillos y escasa o ninguna profundidad del vestíbulo labial y, como consecuencia, la predictibilidad de las técnicas de avance de tejido o las técnicas bilaminares (8-10) pueden ser impredecibles, o incluso, pueden no estar indicadas en ciertas situaciones clínicas.