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Los polémicos comienzos profesionales de Doña Polonia Sanz en el Madrid de 1850

Dr. Julio González Iglesias. Profesor Historia de la Odontología. Universidad Alfonso X El Sabio. Madrid / Jorge González Pérez. Profesor de Clínicas Universidad Alfonso X el Sabio. Madrid

Doña Polonia Sanz fue una de las dentistas españolas pioneras de la profesión durante el siglo XIX.

Sólo la precedieron Doña María Rajoo, Doña Josepha Tendillo Moreno, la anónima de la calle de los Leones, Doña Carmen Alonso, Doña Norberta Murga y Doña Teresa Martínez.

Sobre su vida y andanzas se aportaron abundantes datos en el libro editado en 2004 por Amudenes titulado “Las Primeras Mujeres Dentistas en España”1.

En el presente trabajo añadimos nuevas noticias y, sobre todo, aportamos pruebas de lo difícil que le resultó a esta mujer comenzar a ejercer en un campo (la dentistería) dominado por los hombres y en una sociedad no acostumbrada a la presencia femenina en determinados menesteres.

Sin embargo, justo es reconocerlo, Doña Polonia no se arredró y supo plantarle cara a todos los que, de una manera u otra, se cruzaron en su camino con ánimo de menospreciarla e incluso vituperarla.

Si de algo pudiera servir este relato sería para dar ánimo a las recién licenciadas en Odontología con el ejemplo de una colega que hace más de ciento cincuenta años tuvo coraje para enfrentarse a serias dificultades en sus comienzos profesionales y lo hizo sin arredrarse ante adversarios tan importantes como la prensa de la época y sus propios compañeros y compañeras, amén de principiar su andadura en una población complicada como era la capital de España a mediados del siglo XIX, sin agua corriente, sin alcantarillado, sin proveedores de material, con unas vías de comunicación infernales y rodeada de pícaros, vagos y maleantes.

Primeras presentaciones en la prensa
Las primeras referencias que teníamos sobre el ejercicio profesional de nuestra protagonista databan del año 1850, cuando se estableció en Madrid e insertó un anuncio en el Diario de Madrid ofreciendo su gabinete en la Calle del Carmen Nº 13, cuarto segundo a la derecha2.

El 11 de marzo volvía a anunciarse en el mismo medio e informaba que había sido examinada (y aprobada) en la Facultad de Medicina de Valencia y revalidada “con título de Real Orden” en Madrid3.

Hasta ahora creíamos que Doña Polonia Sanz, en base a esos anuncios, había comenzado a ejercer en Madrid en 1850 una vez obtenidas sus acreditaciones en Valencia y Madrid.

Sin embargo, eso no es así y lo sabemos gracias a un anuncio hallado en el “Diario de Avisos de Madrid” por el Dr. Jorge González Pérez, en sus indagaciones hemerográficas destinadas a documentar la Tesis Doctoral que en estos momentos prepara en la Universidad Alfonso X el Sabio.

Efectivamente, el 17 de marzo de 1848, en dicho “Diario”, un tal José Gómez estampaba un largo alegato laudatorio, agradeciendo “a la dentista Doña Polonia Sanz “haberle solucionado una grave necrosis del maxilar superior, extrayéndole once piezas sanas para poder limpiar el hueso, del cual resecó varios trozos que guardó en una botella por si alguien quería verlos4.

La operación fue efectuada en el mes de febrero de 1848 y su complejidad nos hace pensar que ya entonces Doña Polonia era una profesional avezada, con algunos años de experiencia a sus espaldas.

Pero volviendo a 1850, nuestra pionera comenzará una actividad publicitaria que no abandonará a largo de su vida y que sembraría de anuncios, la prensa madrileña y española durante la segunda mitad del siglo XIX, hasta el año de su muerte en 1892.
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No contenta con su reclamo en el “Diario de Avisos de Madrid”, el mismo mes de marzo de 1850 envía otro a “El Heraldo” informando de sus títulos y habilidades en las extracciones, construcciones de dentaduras, reparación de dientes enfermos e incluso igualación de los imperfectos5.

Poseía el elixir del Dr. Christian y prometía regalar un libreto donde explicaba el modo de conservar la dentadura.

En este anuncio hay un párrafo muy significativo. Doña Apolonia resalta “la aceptación que ha tenido en todas partes no necesita encomio, pues es bien conocida en España por sus obras y operaciones”.

¿Significaba esto que había actuado anteriormente en otras plazas? ¿Había sido una dentista itinerante? ¿Venían a Madrid pacientes de otras provincias?

No lo sabemos, pero eso de “conocida en toda España” puede significar que visitó otras ciudades antes de asentarse en Madrid.

Siguiendo con la publicidad, el mismo mes de marzo incluye otro anuncio en “El Clamor Público”, el día 30 precisamente6 donde se limita a repetir la lista de sus habilidades y existencias.

“Todos los días opera gratis a los pobres de nueve a diez de la mañana”, concluye.

El 9 de mayo vuelve a ser mencionada por “El Heraldo”7.

Esta vez es un tal Isidro Ortiz quien manda un comunicado informando que había acudido a casa de un célebre profesor de esta corte para que le extrajera una muela que le hacía sufrir y que después de haberle dado ocho o diez latigazos se la rompió y le dejó en peor estado que antes. Esto le hizo correr por las calles hasta encontrar a Doña Polonia que no tardó ni un momento para, con destreza poco común, ponérsela en la mano.

Aconsejaba D. Isidro al público que desechara el prejuicio de que una señora no tuviera la suficiente fuerza para tan violenta operación, ya que aunque ésta es necesaria, lo es más el buen arte para extraerla.

Primera pulla
Tantos elogios no podían quedar sin contrapunto y así otro periódico, “La España” incluyo en julio de 1850 un suelto titulado “Limpiadora de muelas y bolsillos” en el que después de hacerse eco de las alabanzas prodigadas por la prensa a Doña Polonia, relataba el caso de dos señoras que había ido a casa de dicha dentista y a las cuales, además de cobrarles, por la limpieza de la dentadura, les cobró por un par de preguntas que le hicieron.
“Aconsejamos pues, concluía, a los habladores que procuren frecuentar el establecimiento de Doña Polonia, si quieren corregir semejante vicio, puesto que no sólo han sido las señoras en cuestión las víctimas que, según la vecindad, han pagado allí en tan subido precio sus palabras”8.

Primer litigio
No creamos que Doña Polonia se conformó con el chistecito de “La España”. Eso de que la hubieran llamado “limpiadora de muelas y bolsillos” no podía quedar impune y, por tanto, denunció al periódico en el juzgado de paz del Ayuntamiento de Madrid donde se celebró un juicio de conciliación que “a ruego de la interesada” hizo público el propio diario imputado9.

Efectivamente, el 10 de julio de 1850 se presentaron ante el Regidor del Exmo. Ayuntamiento, Don Francisco Matheu Dávila Carandolet, el representante de Doña Polonia Sanz, Don Félix Terrero y el editor responsable del periódico titulado “La España”, D. Vicente de Villaoz, denunciado por la Gacetilla aparecida en su publicación donde se vertían frases que inducían a considerarla una ratera.

Justificóse D. Vicente Villaoz aduciendo que no había habido intención de injuriarla, lo que fue admitido por D. Félix Terrero que terminaron el lance firmando todos juntos un acta de conciliación y conformidad.

Y ahí quedó la cosa aclarada y luego publicada en el tabloide responsable de la insidia. Bien por Doña Polonia.

La reacción de los médicos
“El Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia” fue el primer periódico médico nacido en el marco de la libertad de prensa que se instauró tras la muerte de Fernando VII. Comenzó en mayo de 1834 y duró hasta diciembre de 1853, año en que se fusiona con Gaceta Médica y dan lugar al Siglo Médico, el periódico médico más importante del siglo XIX. El “Boletín” pedía la separación de medicina y la cirugía.

Este asunto, y la incorporación de la mujer a las facultades de medicina, le hizo fijarse en el caso de Doña Polonia Sanz. En un comentario aparecido en julio de 1850 sobre que en Pensilvania se había concedido permiso para fundar un escuela de medicina sólo para mujeres dirigida por Isabel Blackwell, sobre lo cual decía que no debía extrañarles ya que “en Madrid tenemos una Doña Polonia Sanz, dentista hembra a quien se ha concedido el título más insólito y extravagante…”.

Si a las doctoras de Filadelfia –continuaba- se les autoriza para ejercer la medicina y la cirugía enteras, como que enteras las han estudiado, a Doña Polonia se ha dado autorización para ejercer la parte única que ha sido de su agrado… ¡Si se hubiese dedicado a curar estrecheces de uretra o cosa por el estilo, sería de ver el trajín que traería Doña Polonia! ¡Qué cosas ocurren en nuestra tierra!10.

El redactor del “Boletín” se choteaba de la condición femenina de Doña Polonia porque entonces se consideraba que las tales no tenían aptitudes para ejercer ni la medicina, ni la cirugía y mucho menos la dentistería, para la cual se suponía, entre otras sosas, que debían estar dotadas “de buenos puños”.

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Le decía también que no era propio de su género asistir a las disecciones, por ejemplo, y claro, ¡Cómo tratar las dolencias del aparato genital masculino! ¡Una señora manejando la verga de un varón! Horror de los horrores.

Respuesta
Tampoco esta vez se mordió la lengua Doña Polonia y, aunque con unos meses de dilación (porque se enteró tarde del ataque) envió, en diciembre del mismo año, un largo alegato a “El Clamor Público” contra el escrito del “Boletín”.

El comienzo de la respuesta es solemne:
“Muy señores míos –les decía a los señores redactores de ‘El Clamor Público’- : Mi propia vindicta me impele a rogar a Vds. se sirvan dar cabida en su apreciado periódico, al adjunto artículo, no dudando les merecerá a Vds. ese favor. Su segura servidora Q. S. M. B.”

A continuación aclara que fue por casualidad cómo se enteró del artículo publicado el 28 de julio por el “Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia” donde “de la manera más irrazonada y desmedida, ridiculiza su autor, se me haya concedido el título de dentista hembra, el cual gradúa de insólito y extravagante…”

A tan pobres argumentos no puede por menos que contestar:

1.- Que insulta a quienes le concedieron el título.

2.- Que manifiesta poco talento suponiendo que una mujer no puede hacer lo que hacen tantos hombres, algunos por cierto, ignorantes y adocenados.

3.- Que la mujer que ridiculiza ha hecho operaciones que otros dentistas machos no han sido capaces de hacer.

4.- Que parece mentira que un “Boletín Facultativo” de cabida a semejante estilo, chocarrero y vulgar, lo que demuestra pobreza de argumentos y nula educación y respeto ante el sexo femenino. Por eso, termina, en breve publicará un resumen de varias operaciones que demuestran lo que es capaz de hacer11.

Actualmente Doña Polonia Sanz hubiera calificado de machista al redactor del “Boletín”.

A pesar de no existir ese término, la ofendida supo defenderse con certeros argumentos y, sobre todo, demostró valentía y firmeza ante los insultos gratuitos de su malicioso contrincante.

“El Boletín” nada contestó a eso porque pensó que “había ido a por uvas y había vuelto trasquilado”.

Ataque de sus propios compañeros
Doña Polonia Sanz había irrumpido como un huracán en los predios de los y las dentistas madrileñas.

Bien es cierto que antes de ella Doña Norberta Murga, por ejemplo, se había anunciado profesionalmente en la prensa diaria. Pero eran anuncios discretos, de escaso relieve y sólo destinados a resaltar las operaciones que hacía y sus precios (dentaduras, extracciones y limpieza).
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Sin embargo, Doña Polonia inundó de publicidad los tabloides de la capital, estimuló (sin duda) la inserción de testimonios de pacientes agradecidos y polemizó con la propia prensa y los médicos.

Para hacernos una idea de su capacidad para darse a conocer, basta enumerar los anuncios que pagó, por ejemplo, durante 1850 (su primer año triunfal) en “El Heraldo” (30-4-1850; 9-4-1850; 12-5-1850; 16-5-1850; 17-5-1850; 28-5-1850; 29-5-1850; 30-5-1850; 25-6-1850; 31-7-1850; 2-8-1850; 13-8-1850; 18-8-1850; 23-8-1850; 28-8-1850; 30-8-1850; 11-9-1850; 5-11-1850; 10-12-1850) y otro tanto en “El Clamor Público” (30-3-1850; 31-3-1850; 7-6-1850; 8-6-1850; 13-6-1850; 15-12-1850), sin contar con los incluidos en “La España” y “El Diario Oficial de Avisos de Madrid”. Cientos de ellos en un solo año.

No tiene nada de particular, por tanto, que sus compañeros machos se sintieran celosos y acaso, acaso, hasta destilaron no poca envidia y resentimiento ¡Faltaría más!

Por eso, al parecer, comenzaron a desacreditar a nuestra doña con los argumentos de rigor: que si no tenía fuerza, que si sólo hacía cosas facilitas…, en fin, insidias.

Naturalmente, la señora Sanz no aguantó ni una pizquita y se propuso darles un escarmiento.

Por entonces (en 1850), ejercían y cortaban el bacalao en Madrid dentistas de la categoría de D. Antonio Rotondo, D. José León, D. Melchor Ibarrondo, D. Juan Monasterio (moriría en este año), Oliverio P. Machechán, todos Dentistas de Cámara u Honorarios de S. M. Isabel II, además de D. Esteban Carrión, D. Lorenzo Deleito, D. Carlos Koth y otros cuyos nombres desconocemos.

A unos y a otros, repetimos, se propuso Doña Polonia ponerlos en su sitio. Para ello envió también a “El Clamor Público” un comunicado, el 21 de diciembre del año en curso (1850).

Decía en él “que con sorpresa he sabido que algunos dentistas de esta capital se han permitido falsamente divulgar que yo sólo extraía muelas y raigones que se estaban cayendo… Jamás –seguía- para acreditarme en mi profesión he echado mano de un medio tan mezquino como desacreditar a mis conprofesores… y los pacientes saben juzgar, mejor que nadie los resultados, sin apelar al propio elogio”.

Por lo tanto, haciendo uso del derecho a reivindicar su buen nombre, adjunta el nombre de numerosos pacientes “que no la habían visto vacilar” y en muchos de los cuales habían fracasado otros dentistas del género masculino.

Comienza con D. José Rulino Vidal, vecino de Zaragoza al que había extraído “un pedazo enorme de “albeol” roto y dejado (por otro dentista) que le producía acerbos dolores”; a D. Isidoro Ortiz, vecino de la Calle Alcalá, dos raíces de una muela rota por un cirujano; a D. Francisco Méndez, dos raigones rotos y dejados por un dentista; a D. Juan Ponce, lo mismo, pero causado “por varios dentistas”; a Doña Tomasa Santamaría, una muela rota por un cirujano; a D. Romero Gedro, le habían ejecutado una operación difícil rehusada por dos dentistas de fama después de cinco años de sufrimiento…

En total cita veintidós casos en los que habían fracasado cirujanos, dentistas, profesores… al culminado por el de Doña Babila Ribalda a la que se extrajo un raigón rehusado nada menos que por cinco dentistas.
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De todos ellos poseía certificados firmados por los intervenidos.

No cita nombres de los responsables porque “no pretendía atacar sino defenderse” Y vaya si lo hacía.

La Exposición de 1850. Polémica con Don Carlos Koth
En 1827 el gobierno de España promulgó una ley que estipulaba la celebración cada tres años de una Exposición Nacional de Industria. Como tantos otros propósitos, no se cumplió según lo estipulado, sin embargo, en 1850 la situación de España respecto a la economía era boyante, por lo que el Ministerio de Comercio, Industria y Obras Públicas redactó una circular convocando una Exposición Industrial a celebrar durante los meses de octubre, noviembre y diciembre en la cual se concederían premios a la originalidad, utilidad, etc.

Efectivamente, la exposición se inauguró el 15 de octubre en el Palacio de la Trinidad y contó con numerosos y valiosos fueros. Según “La Ilustración” participaron también los dentistas D. Carlos Koth (Alcalá, Nº 36) que presentó una preciosa colección de diversas materias y formas que es uno de los objetos que más llamaron la atención por su delicado trabajo; también hay una mandíbula o quijada de marfil construida por D. Francisco Sánchez, bajo la dirección de Doña Polonia Sanz y otras dentaduras, muy bien construidas por José León de Madrid”12.

Parece ser que los trabajos de D. Carlos Koth fueron objeto de crítica por parte de varios dentistas españoles, acaso celosos del éxito de un profesional foráneo.

Entre ellos destacó el dentista D. Ciriaco Mata, que sostuvo, a este respecto, una polémica con dicho conprofesor13.

Pero lo que a nosotros nos interesa es la reacción de Doña Polonia Sanz ante los trabajos presentados en la Exposición por D. Carlos Koth. Firmado por Manuel Bosquel, fue enviado a “El Clamor Público” un escrito en el que dicho señor niega que la dentadura presentada en la exposición (dice que alabada por “El Clamor Público”, pero la realidad es que la alusión es la de “La Ilustración”) fuera hecha por el señor Rat (sic) sino “por un niño de catorce años, sobrino y discípulo de la dentista Doña Polonia Sanz, bajo cuyos auspicios y dotado de la inteligencia y aplicación que manifiesta, ofrece a la profesión un digno sostenedor sin que tenga que apelar a galas ajenas”.

A continuación dicho señor (posiblemente inspirado por Doña Polonia Sanz) se corta el mérito del señor Rat (sic) y critica la ampulosidad con que se presentan los dentistas extranjeros, despreciando a los españoles14.

Competencia contra sus compañeras
En su primer año en la Corte, Doña Polonia Sanz había mantenido pulsos “viriles” (entonces a una mujer, cuando se quería alabarla se decía que era un “viril”) con la prensa, los médicos, sus propios compañeros, contra D. Carlos Koth… ahora iba a enfrentarse, para que se crea que no era feminista (fémina, femenina, hembra) unos que cuando le convenía (que buena prensa tienen las víctimas) con sus propios conprofesores, colegas, compañeros, débiles hembras, como ella…

Así, a mediados de julio de 1850 se pone solemne e incluye el siguiente suelto en “El Heraldo“.

“Noticiosa de que hay personas que la confunden con dos señoras que fabrican dientes de hueso (posiblemente Doña Norberta Murga y Doña Carolina San José) pues han ido a buscarla a su establecimiento… “aclara que ella está revalidada como profesora dentista por la Universidad de Valencia y rehabilitada por el Ministerio de Instrucción y Obras Públicas… y que en su establecimiento sólo se ponen DIENTES MINERALES” por ser los únicos que, además de su duración y semejanza, resisten las secreciones de la boca, sin saturarse de los líquidos, alimentos, cualidades que los hace incorruptibles.

Es decir, Doña Polonia ponía dientes de porcelana15. No contenta con esta descalificación y distanciamiento hacia sus colegas de uretra corta, tres meses más tarde se pone la clámide trágica y declara: “La fatal casualidad de vivir en la misma calle, otra señora que también se halla dedicada a la construcción de dientes artificiales ha hecho que algunos forasteros y otros que no sabrán las señas… las hayan confundido…” ¡Horror de los horrores! ¡Confundirla con ella! Por eso se apresura a repetir que es la única profesora dentista, de su sexo, con título de Valencia, etc., etc., y que desea evitar que situaciones semejantes perjudiquen a su reputación artística.

Ella sólo pone dientes minerales y aunque aun no ha podido visitar Europa (luego sí lo haría) dispone en su gabinete todo lo más moderno de la profesión.

Vivía en la calle del Carmen Nº 13, cuarto segundo frente a los Negros…, para que no hubiera despistes.

En la Calle del Carmen vivía también, y ejercía, la dentista Carolina San José (Calle del Carmen, entrada por la del Candil, Nº 1, cuarto tercero derecha).

Doña Carolina ofrecía dientes portugueses, nombre que se les daba a los de marfil de hipopótamo por ser los portugueses lo proveedores de ese material traído a Europa desde sus posesiones africanas, pero también ofrecía dientes minerales16.

Más tarde se asoció con Doña Norberta Murga17.

Contra Don Antonio Rotondo y Don José León
Doña Polonia pretendió ser nombrada Dentista de Cámara, cosa que no consiguió como se explica en el libro “Las Primeras Mujeres Dentistas en España”18.

En dicho libro también se relata cómo por un anuncio donde usaba el S. M. (Su Majestad) los Dentistas de Cámara, D. Antonio Rotondo y D. José León, la denunciaron a la Intendencia de la Casa Real acusándola de adornarse con un título que no tenía.

Doña Polonia, naturalmente no se calló y les contestó, pero ahora anunciándose como Dentista de Cámara de S. A. R., lo que era cierto pues lo fue de D. Francisco de Paula, el hijo menor de Carlos IV y María Luisa de Parma (al que algunos hacían hija de Godoy).

También atendería Doña Polonia al Sultán Muley El Abbas, de Marruecos, que le permitiría usar el título de Dentista de S. M.
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Colofón
Como hemos visto, Doña Polonia Sanz fue un ciclón que se enfrentó con todos los poderes fácticos del momento: prensa, médicos, dentistas, cirujanos, profesionales extranjeros (Carlos Koth) y Dentistas de Cámara (Rotondo y León).

Ante nadie se arredró y plantó cara a la vida con valentía y entereza.

Nunca la vida ha sido fácil para nadie, ni a los comienzos de la vida ni al final de ella.

Sírvanos a todos de ejemplo el coraje de Doña Polonia pero, sobre todo, a los jóvenes licenciados en Odontología en esta España de crisis y con un número existente de profesionales (que no dejan de aumentar tras año, a pesar de las pésimas expectativas).

Notas:
1. González Iglesias, J. “Las Primeras Mujeres Dentistas en España”. Ed. Yeltes – Amudenes – Madrid, 2004
2. Diario oficial de Avisos de Madrid – Miércoles 6 de marzo 854; 1850:2
3. Ibid. – Lunes 11 de marzo 879; 1850:2
4. Ibid – Viernes 17 de marzo 138 – 1848:4
5. El Heraldo – Domingo 19 de marzo – 2399 1850:4
6. El Clamor Público – Sábado 30 de marzo, 1764 – 1850:4
7. El Heraldo – Jueves 9 de mayo, 2442 – 1850:4
8. “La España” – Viernes 3 de julio 687; 1850:3
9. “La España” – Miércoles 24 de julio; 703 – 1850:4
10. Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia – 28 de julio 239 – 1850:8
11. “El Clamor Público” – Viernes 15 de diciembre, 1968; 1850:4
12. La Ilustración – Sábado 4 enero 1851 1:4
13. El Clamor Público – 31 diciembre 1982 – 1850:4
14. El Clamor Público – Miércoles 25 de diciembre 1978; 1850:p4
15. “El Heraldo” – Martes 10 de julio, 2786; 1851:4
16. “La Esperanza” – Lunes 28 de julio, 2085; 1851:4
17. González Iglesias, Julio – “Las Primeras Mujeres Dentistas en España” – Ed. Amudenas; 2004-p-63
18. Ibid. p. 75

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