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Giuseppangelo Fonzi: su gran aportación a la materia de prótesis dentaria

Alicia Celemín Viñuela. Profesora asociada del Departamento de Estomatología I (Prótesis Bucofacial). Facultad de Odontología UCM. Madrid / Georgette Samara Shukeir. Profesora asociada del Departamento de Estomatología IV (Profilaxis, Odontopediatría y Ortodoncia). Facultad de Odontología UCM
Madrid

Resumen
Giuseppangelo Fonzi, cirujano dentista de origen italiano de comienzos del siglo XIX, ejerció la odontología en diversas Casas Reales europeas y contribuyó al desarrollo de la Prótesis dentaria con la aportación de los dientes terro-metálicos —claro precedente de los dientes de porcelana actuales—, que se retenían a las prótesis parciales removibles mediante un sistema de fijación original.

Palabras clave
G. Fonzi. Historia de la Odontología. Diente mineral. Prótesis dentaria.

Biografía

El cirujano-dentista Giuseppangelo Fonzi es considerado una de las autoridades más célebres del siglo XIX a nivel mundial. Aunque no se sabe con seguridad dónde logró esa titulación, cabe la posibilidad, como apunta Sanz Serrulla, de que su consideración de cirujano-dentista respondiera, más que a una cualificación académica real, a la necesidad de adoptar cierta autoridad que dignificara socialmente su oficio. (Figura 1).

Gracias a la documentación inédita localizada por dicho investigador, ha sido posible la reconstrucción biográfica de Fonzi. De origen italiano, nació en la localidad napolitana de Orsogna el 13 de julio de 1768. Viajero infatigable durante toda su vida, mantuvo una estrecha relación con España. Tras una breve incursión en los estudios de leyes en su país natal, Fonzi se embarca en una nave española que le llevará a lo largo de un año por diversos puertos europeos, dando por finalizada su experiencia navegatoria al escoger nuestro país como lugar de residencia.

Poco se sabe acerca de sus actividades laborales hasta que, en torno a 1790, decide dedicarse a la muy rentable ocupación de sacamuelas. Cuatro años más tarde, lo hallamos en Barcelona, como pone de manifiesto un anuncio de prensa de 1794:
Ha llegado a esta ciudad Joseph Angel Fonzi, Napolitano, Cirujano-Dentista, que deseaba lograr de este Público la aceptación que ha logrado en las otras capitales de España, mediante la bondad de los Sugetos que le ocupen. Su casa de morada es la Fontana de Oro (Serrulla, 1995: 28).

A partir de 1795 viaja por diversas ciudades europeas, entre ellas, París, donde profundiza en sus conocimientos de química, disciplina que será fundamental en la labor que llevará a cabo en el ámbito de la Prostodoncia. Pronto se hará célebre en la corte de Napoleón Bonaparte, asistiendo como dentista a varios miembros de la familia real (Figura 2).

En 1816 Giuseppangelo Fonzi decide quedarse en San Petersburgo por espacio de dos años bajo la protección del emperador Alejandro II. Después de esta experiencia continúa viaje por otras capitales y, en 1825, atiende en Madrid las demandas de Fernando VII, aquejado de una dolencia dental. El italiano va a establecer un fuerte vínculo con la Casa Real Española al convertirse ese mismo año en Dentista Honorario de Cámara e instructor de Antonio Rotondo, hijo del entonces Dentista de Cámara José Rotondo, con el que Fonzi viajará a París en alguna ocasión.

En agosto de 1826 visita Nápoles con la intención de permanecer allí por algún tiempo, pero, decepcionado por la fría acogida con que es recibido, regresa una vez más a París y, desde allí —llevado por su inquieto talante viajero—, continúa su periplo por Europa antes de afincarse definitivamente en España, donde la R.O. de 4 de junio de 1830 le convierte en beneficiario de la pensión de “Dentista de la Real Casa” que había solicitado en 1825 y que ascendía a la respetable suma de quince mil reales; comienza a percibir ésta a partir de 1834, fecha en torno a la cual se instala en Barcelona, realizando desplazamientos esporádicos a Madrid y Málaga. Allí, con el aura que le otorga ser dentista jubilado de la Corte, continúa ejerciendo el oficio de cirujano-dentista hasta su muerte, ocurrida el 30 de agosto de 1840. Precisamente de un testamento datado en Barcelona la víspera de su muerte reclama nuestra atención el inventario de bienes —revisado por Rahola Sastre—, en el que aparecen algunos de los instrumentos que Fonzi utilizaba en su taller y gabinete:
Una cocina ú horno de yerro colado de invención del difunto, con chimenea o cañón de conductor del humo, con ocho pucheros de oja de lata con sus mangos de yeso y secadera puestos en agujeros y tapadera de yeso para ellos (Rahola Sastre, 1974: 37).

También destacan ocho sacos de lienzo llenos de (diversas tierras), moldes, parrillas, cazos, etc., para el horno y planchas de oro, plata y platino, así como hilos del mismo metal, sin duda destinados a la confección de sus populares dientes individuales terro-metálicos, de los que contaba con un gran surtido, según recoge el testamento de 1833 (Figura 3).

Inventor de los dientes minerales individuales: historia y desarrollo
Contrariamente a cuanto sucede con la mayoría de los inventos, cuya atribución se ve seriamente cuestionada, la autoría de los dientes minerales individuales parece fácilmente imputable a Giuseppangelo Fonzi.

Hasta finales del siglo XVIII los materiales empleados para la confección de las prótesis dentales fueron el marfil, el hueso, los dientes de hipopótamo u otros animales, e incluso dientes humanos. Aparte de los peligros que entrañaban, como la transmisión de enfermedades, el inconveniente más importante de estas prótesis era el de los cambios de coloración debidos a los fluidos de la boca, a los que se sumaban los producidos por la alimentación.

Fue el farmacéutico francés Alexis Duchateau quien dio el primer paso en la evolución de la prostodoncia, pues como portador de una prótesis confeccionada con marfil de hipopótamo sufría las consecuencias del mal olor que ésta producía, incrementado por la frecuente ingesta de preparados farmacéuticos a la que le obligaba su profesión.

Su malestar le llevó a idear un material que careciera de tales inconvenientes y que culminó con la realización de una dentadura en porcelana que reproducía el diseño de marfil, si bien fueron necesarios varios intentos antes de lograr un modelo funcional; en efecto, en 1774 construye en la fábrica de porcelana Guerhard de Sèvres una dentadura de porcelana que tras ser sometida a cocción se contrae, con lo que sus dimensiones distan bastante de las proyectadas por él inicialmente; con objeto de paliar estos efectos no deseados, Duchateau amplía las medidas por encima del modelo real para contrarrestar dicha contracción, pero fracasa de nuevo. Al mismo tiempo, en su pretensión de dotar estas dentaduras de un color natural, aplica un tinte de color amarillo pálido en una segunda cocción para matizar la excesiva blancura de la porcelana.

En su siguiente tentativa, también fallida, emplea una pasta de porcelana de Sèvres que venía siendo utilizada en Francia desde 1740. Duchateau, consciente de sus limitaciones, solicita entonces la colaboración de un dentista llamado Dubois de Chèmant, gracias a la cual obtiene finalmente una dentadura apta para el uso. Los escasos conocimientos que Duchateau tenía sobre el arte dental le impidieron explotar comercialmente sus logros, si bien en 1776 recibió el reconocimiento de su descubrimiento por parte de la Real Academia de Cirujanos de París.

Por su parte, Nicolas Dubois de Chèmant perseveró en su afán de mejorar el método para construir prótesis dentarias y paulatinamente fue introduciendo variaciones en la composición de las pastas minerales empleadas en la fabricación de estas piezas protésicas, como por ejemplo la arena de Fontainebleau. Sus objetivos se concretaban en la obtención de unos tintes adecuados que permitieran unas prótesis de aspecto semejante al de los dientes naturales; asimismo, mediante el cálculo exacto de la contracción de la porcelana durante la cocción, perseguía la factura de unas prótesis cuyo tamaño y forma respondieran al diseño primigenio. No menos importante fue su pretensión de mejorar la retención, en especial la debida a los resortes, para lograr que las dentaduras pudieran ser mantenidas en una posición correcta dentro de la boca sin causar patología alguna.

Después de haber obtenido la patente de fabricación de los dientes minerales, Dubois de Chèmant fue acusado de apropiación indebida por parte de Duchateau y un sector de los dentistas parisinos; sin embargo, en 1792 la sentencia de los tribunales le fue favorable.

Si bien es cierto que a Dubois de Chèmant le corresponde el mérito de ser el inventor de los dientes minerales, el proceso de modernización de éstos se debe, en cambio, a la iniciativa de Giuseppangelo Fonzi. Mientras que las piezas dentarias usadas por Dubois eran realizadas en un bloque único de porcelana, la aportación esencial de Fonzi consistió en fabricar dientes minerales individuales que se unieran uno a uno a las bases metálicas, incorporando con ello un concepto de realización bastante similar al actual. Otro aspecto diferenciador respecto a los dientes minerales de Dubois lo hallamos en la incorporación de un perno de platino que se insertaba antes de la cocción de la porcelana, lo que permitía su unión a las bases mediante soldadura. No cabe duda de que el sistema de Fonzi supuso un gran avance en la difusión del invento, teniendo en cuenta que los bloques de porcelana utilizados no eran de carácter personalizado, como ocurría con Dubois, sino que podían adaptarse a cualquier individuo. Además, ideó un procedimiento para proteger la encía de la presión de las piezas protésicas mediante el cual recubría la parte de la dentadura en contacto con el metal con varias capas de una solución de goma, ejerciendo una acción de almohadillado que evitaba el roce.

Duchateau y Dubois de Chèmant constituyen unos precedentes necesarios, que permitieron a Fonzi desarrollar sus revolucionarios métodos en el campo de la prótesis dental. Durante años, éste empleó todo su esfuerzo en lograr un alto grado de perfección de los dientes minerales, que —según testimonio de Guerini— llegaron a adquirir un aspecto muy similar al de los dientes naturales en forma y apariencia.

En 1808 a instancias del propio Fonzi, el Ateneo de las Artes de París emitió un informe sobre los dientes minerales empleados por él, que constituye un importante reconocimiento (Figura 4). En él no se pretende juzgar la utilidad de los dientes minerales para triturar los alimentos, facilitar la fonación o mantener la armonía facial natural, sino evaluar la composición de los dientes minerales, cuya incorruptibilidad se deriva de la mezcla, en adecuadas proporciones, de diferentes tierras con distintos óxidos metálicos, todos ellos capaces de resistir las altas temperaturas de los hornos de porcelana. Además, estos dientes ofrecen la ventaja de una posible modificación si un diente natural en boca se pierde, añadiendo éste a la dentadura sin tener que proceder a hacer una nueva, es decir, lo que hoy conocemos como una “compostura”.

No obstante, fue de la Academia de Medicina de París de la que Fonzi recibió el espaldarazo definitivo a su trabajo sobre los dientes terro-metálicos, cuyas cualidades merecieron su aprobación; por un lado, su carácter incorruptible, derivado de su gran solidez estructural, así como su inalterabilidad tras ser sometidos a la acción de los fluidos naturales. También se considera digna de mención la forma de fijarlos a los remanentes, netamente superior a las técnicas utilizadas por sus predecesores; por otro lado, la especial composición de tierras y óxidos empleados en su fabricación permitía obtener un sinfín de tintes que facilitaban la combinación con los dientes naturales del paciente; se destaca, asimismo, el sistema de fijación de los dientes mediante un perno de platino, que da la posibilidad de que se puedan soldar a las bases de oro o de plata; por último, hace hincapié en el modo original de Fonzi de retenerlos en la boca, que consistía en fijarlos mediante una pequeña banda elástica de oro que se pasaba alrededor de los dientes sin producir movilidad, ya que el mayor punto de apoyo recaía en los dientes más sanos y más distantes, donde apenas ejercía tracción.

El sistema de Giuseppangelo Fonzi es, sin duda, una de las grandes aportaciones hechas al arte dental (Figura 5).

Conclusión
De la figura de Giuseppangelo Fonzi, hoy cabe destacar su faceta de brillante protesista, como lo demuestra el hecho de haber ejercido la odontología en varias Casas Reales europeas, así como su contribución al desarrollo de la Prótesis dentaria concretada en la aportación de los dientes terro-metálicos, de cuyas cualidades recordaremos la composición y mejora en el sistema de fijación a las prótesis; el recubrimiento de las bases con una solución de goma con el fin de proteger los maxilares; y por último, la creación de diversos útiles de laboratorio para la confección de las prótesis dentales. Todo ello supuso un gran avance y el punto de partida de la prótesis moderna.v

Correspondencia:
Alicia Celemín Viñuela
Facultad de Odontología
Ramón y Cajal s/n.

28040 Madrid

Bibliografía

1. Bennion E. Antique dental instruments, Londres, 1986.

2. Guerini V. The life and works of Giussepangelo Fonzi, Philadelphia, New York 1925.

3. González Iglesias, J. “Historia ilustrada de la prótesis dental (y III)”. Gaceta Dental, n.º 77 (22-29) Madrid, 1977.

3. Hoffman-Anthelm W. History of Dentistry. Quintessence. Chicago, 1981.

4. Rahola Sastre J. Los llamados dentistas del último tercio del siglo XVIII y del primero del XIX en Barcelona. Boletín de Información Dental, n.º 24 (511-528), Madrid, 1964.

5. Ring ME. Historia ilustrada de la Odontología. Barcelona, 1989.

6. Sanz Serrulla J. Giuseppangelo Fonzi, inventor de los dientes de porcelana. Anales de Odontoestomatología, enero-febrero (2.ª época) (27-31),.1995.

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