Introducción
En 1957, Murray, Holden y Roschlau demostraron que protegiendo y estabilizando el coágulo sanguíneo en cadera de animales de experimentación se lograban formaciones óseas incluso más allá de su cubierta genética (1).
En 1990 Gatti y colaboradores (2) y, posteriormente, en 1996 Zaffe y colaboradores (3), determinaron que la calidad de la regeneración tisular guiada dependía claramente de la calidad del relleno usado. Citan ellos investigaciones de Jansen y colaboradores (4) y Smukler (5) quienes habían logrado las mejores regeneraciones verticales en animales de experimentación estabilizando y protegiendo el coágulo sanguíneo sin ningún tipo de relleno.
Concluía Jansen en este estudio que «el mejor hueso lamelar formado y que condujo a la mejor integridad del tejido entre implante y hueso fue el coágulo sanguíneo bajo una membrana». Por lo tanto, asumieron ellos que, si se conseguían estos resultados en animales de experimentación, era lógico que se deberían conseguir similares resultados en humanos.
En el año 1999, realizan una investigación para demostrar que se podían conseguir regeneraciones alveolares en implantes post-exodoncia solo estabilizando el coágulo sin relleno y protegido por membranas de teflón evitando la invaginación del tejido epitelial. Sus resultados mostraron una buena reparación de los defectos por regeneración ósea (alrededor del 85% del total), una alta densidad mineral del nuevo hueso alrededor del implante después de 5 meses y un proceso de deposición estable (6).