Introducción
Actualmente, la mejor opción para sustituir los dientes naturales perdidos y restablecer la función masticatoria, fonética y la estética es la colocación de los implantes. Las técnicas originales usadas para la colocación de un implante propuestas por Branemark son que, una vez realizada la exodoncia, se debe de esperar un periodo entre 6-8 meses para la cicatrización de los tejidos duros.
A finales de la década de los 70 del siglo XX surge la necesidad de la colocación de implantes postextracción para reducir los tiempos de tratamiento y la posibilidad de hacer una estética inmediata.
Múltiples estudios indican que, durante el proceso de la oseointegración, la reabsorción y la aposición ósea ocurren de forma simultánea y se ven influenciadas por diversos factores. La mayor influencia radica en las diferencias entre las especies analizadas, seguidas de la geometría del implante, la morfología del proceso alveolar, la configuración de la superficie del implante, el tiempo de la cirugía y la carga funcional (1).
La inserción de los implantes en el proceso alveolar origina una serie de fenómenos de la cicatrización y posterior reabsorción de la zona ósea traumatizada alrededor del cuerpo del implante concomitante con la formación de hueso nuevo. Mientras el implante no altere su estabilidad primaria por la unión entre su superficie y el hueso circundante, el mantenimiento a largo plazo de esta estabilidad provocará una unión biológica entre este cuerpo extraño y el tejido del huésped (2-3).
En un estudio animal insertaron los implantes en zonas cicatrizadas (premolares extraídos 3 meses antes) y en zonas postextracción (raíz distal de los terceros premolares) y se colocaron de forma inmediata coronas cementadas. Se sacrificaron los animales, a la semana, dos semanas, 1 mes y 3 meses.