La verdad es que resulta agradable comprobar que se recuperan los símbolos de cultura y educación que deben estar presentes siempre en toda sociedad, pero más aún en el ámbito universitario. Hace unos años venían a estas mismas páginas las fotos de la emblemática estatua de aluminio que ocupa la explanada frente a la Facultad de Odontología de la Universidad Complutense por un acto vandálico que afectó a parte del conjunto escultórico conocido como Los portadores de la antorcha y que fue creado en 1955 por la artista estadounidense Anna Hyatt Huntington. La estatua muestra a un joven que, a lomos de un caballo, recoge la antorcha que le entrega un anciano caído en el suelo, en una composición que simboliza la transmisión del conocimiento entre sucesivas generaciones; la antorcha representa la sabiduría transferida. Un símbolo que algunas criaturas de corto entendimiento y nula sesera destrozaron al hacer desaparecer esa antorcha iluminadora del conocimiento, como signo de las pocas luces detentadas por los vándalos autores. Y así, sin antorcha, ha estado la escultura durante años hasta que ha aparecido de nuevo en la mano del anciano yacente para que sea recogida por el mancebo jinete obligado a continuar el desarrollo del conocimiento humano. ¡A ver lo que dura! En el proceso de dignificación del conjunto escultórico se ha incluido un lavado para eliminar las pintadas con que los gamberros del botellón la habían adornado. Pintadas muy distintas a las que muestran los muros interiores de la Universidad de Salamanca, la más antigua de España y del mundo hispánico y la tercera de Europa. En el claustro de esta universidad, donde se puede cursar el Grado de Odontología, hay una tradición que se cree se remonta al siglo XV –aunque los más antiguos que se conservan pertenecen a la segunda mitad del siglo XVI–: el vítor o víctor. Este símbolo de origen romano, que generalmente se traduce –mal– como victorioso o victoria, es un ¡viva! por los universitarios que concluyen sus estudios. En su origen, el recién egresado del centro universitario solicitaba que su nombre figurase en los muros del centro para lo que tenía que pagar una comilona a doctores y, sobre todo, compañeros de estudios menos adinerados. Son unos grafiti que se mantienen en la tradición, aunque ahora –cuentan– el convite se limita a los educadores. Una práctica que se extendió a otras universidades en las que hay muestras: Santiago de Compostela, Oviedo, Vitoria, Sevilla, Granada, Toledo…