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Escribíamos ayer…

Decíamos ayer…». Siempre me gustó esa cita de Fray Luis de León, pronunciada al volver a su cátedra salmantina tras pasar unos años en la cárcel, a la que fue a parar por las denuncias presentadas contra él por profesores contrarios a sus formas de traducir, interpretar y enseñar la Biblia. Vamos lo de siempre… las envidias de los mediocres. Fue llegar a clase y continuar la lección que había interrumpido unos años antes, reanudándola con esas palabras que engrandecen la figura de quien las pronuncia, porque, como en este caso del egregio agustino, es capaz de relativizar los contratiempos, los malos momentos; es seguramente una forma de darle importancia a lo que de verdad la tiene o de restársela a lo superfluo, trivial y baladí, minimizando las acciones sinsentido de esos seres mezquinos y anodinos a los que se proporcionaría relevancia solo por hacerles caso.

La frase del religioso, humanista, poeta y catedrático conquense fue utilizada más tarde
–apenas cuatrocientos años después– por un don nadie del pensamiento hispano, un tal Miguel de Unamuno –don Miguel para todos– que recuperó la cita del autor del Renacimiento cuando fue repuesto en su cátedra tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, quien le había mandado a tomar baños de mar a la isla de Fuerteventura con el propósito de que los pensamientos del profesor bilbaíno se adaptasen más a los principios del militar golpista. Al hombre, al pensador de la preclara y pesimista generación del 98, le volvieron a buscar las cosquillas con la cosa de la política muy pocos años después. Y hasta ahí puedo leer, que me pierdo.

Porque si bien es cierto que la mayoría de las palabras se las lleva el viento, también las hay que sobreviven al paso de los siglos, como en el caso que nos ocupa. Aunque no deja de ser menos cierto que la escritura tiene un plus añadido a las virtudes de un discurso, porque escribir –esta cita creo que es de Renard, un escritor y periodista francés del XIX– es una forma de hablar sin ser interrumpido. Lo que no es ninguna tontería cuando en el carácter del hablante/escribiente mandan la timidez o la modestia excesivas.

Pues bien, escribíamos ayer… –en enero del ya fenecido 2014– …que la subida del IVA sanitario se produciría en la primavera siguiente –y no fue así, que es ahora cuando llega (ver página 36 de esta revista)–, y que habría elecciones a los cargos del Consejo de Dentistas –y las hubo–, y sobre el eclipse lunar de octubre –y lo hubo–, y…

¿Y para 2015 hay previsiones? Pues sí, ya se sabe, o lo saben los augures oficiales, que vamos a ir a mejor. No en todo ni para todos, pero con que algunos lo noten los demás podemos buscar el contagio. Quién sabe, hasta es posible que más bien pronto que tarde terminemos por utilizar la frase del religioso agustino. «Decíamos ayer…». Y todo habrá pasado.

Autores

Director Emérito de Gaceta Dental

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