Integración y estética son dos criterios que han de guiar la elaboración de cualquier prótesis dental. El paciente exige uno y otro. Por un lado, la prótesis dental debe integrarse en el paciente para pasar desapercibida enmascarando su artificialidad mediante todos los recursos de que dispongamos: maquillajes, montajes irregulares, dientes de formas naturales, etc. No obstante, no debemos olvidar los criterios estéticos, referidos a la belleza dental, que también exige el paciente.
Éste, lógicamente, no acepta una integración estética mediante el «envejecimiento» de la prótesis dental: manchas, asimetrías exageradas, diastemas visibles, colores oscuros, etc. (figura 1). Este tipo de caracterización, basado en la incorporación en los dientes de manchas de sarro, café, etc., dentinas oscurecidas, descalcificaciones tetraciclínicas, zonas transparentes, grietas, prominencias gingivales exageradas y modelados de la línea cervical que denotan anomalías periodontales, tiene un verdadero valor artístico que acostumbramos a calificar en su conjunto como prótesis «muy bonitas» (figura 2). No obstante, difícilmente tiene aceptación por parte del paciente dado que éste exige para su rehabilitación completa unos dientes que sugieran salud y juventud, con armonía, simetría, orden dento-facial y colores claros, que, por otra parte, es donde reside la belleza dental (figura 3). Así lo han evidenciado los trabajos de V.O. Kokich (1) que ha evaluado las preferencias de los pacientes y el elevado grado con el que son capaces de detectar asimetrías, incluso muy sutiles, de sus prótesis dentales. Lógicamente el paciente prefiere quitarse años que añadirlos mediante su nueva dentición.
Las prótesis festoneadas y caracterizadas
en cera se ven muy naturales. Lástima que ciertos pacientes no aprecien el valor artístico de la labor del técnico dental.