¿Funciona el plan Bolonia? ¿Se imponen los numerus clausus ante la plétora profesional? ¿Ejercer en el extranjero es una opción real? ¿Son necesarios los másteres? Muchas preguntas como estas surgieron en el encuentro que GACETA DENTAL mantuvo con siete universitarios de grado, licenciatura y máster, tanto de universidades privadas como públicas. No hay unanimidad en las respuestas aportadas pero, eso sí, todos ellos son conscientes de las dificultades que les esperan.
Muchos son los problemas que afectan a la profesión de dentista y no tiene pinta de que vayan a disminuir a corto plazo. En GACETA DENTAL queríamos saber qué piensan los futuros odontólogos del inmediato futuro que les aguarda al salir de las facultades donde cursan sus estudios, cuáles son sus perspectivas profesionales, en qué aspectos se concentran sus mayores inquietudes.
Han sido siete –tan magníficos como los del ‘western’ de John Sturges– los estudiantes que han respondido a la invitación de esta revista para compartir un desayuno en el que abordar todas las circunstancias que les afectan hoy como educandos, pero también para pasar revista a las dificultades que les esperan cuando se conviertan en ejercientes.
Cristina (UAX), Antonio Jesús (UEM), Elena (UCV), Alfonso (USC), Regina (US), Pablo (URJC) y María (UCM) representan a siete centros, públicos y privados, de los veinte existentes en nuestro país donde se cursan estudios de Odontología. Una muestra representativa de los jóvenes llamados a ser la nueva generación de dentistas.
Para abrir boca, Alfonso Souto, presidente de la Federación de Asociaciones de Estudiantes de Odontología (ANEO), pone sobre la mesa el «desastre» que está siendo el plan Bolonia, cuya filosofía fundamental, no juzgar el nivel de los estudiantes por un examen final, «no se está cumpliendo, porque se siguen valorando excesivamente las pruebas finales» y tampoco se cumple el ratio de un profesor por cada veinte estudiantes, «menos aún en estos tiempos de recortes».
Incertidumbre
Antonio Jesús Conde es incluso más acerado en su primera intervención: «Doy gracias por ser de licenciatura porque no sé cómo saldrá la primera promoción de grados». Incertidumbre que María García, licenciada, no comparte a tenor de su experiencia con la asignatura piloto de periodoncia adaptada al plan Bolonia, «una idea muy bien planteada porque se trataba de Odontología basada en los problemas», aunque es consciente de que «es necesaria una adaptación del profesorado para su adecuado desarrollo».
Porque al parecer «todavía hay profesores que llevan muchos años en la universidad que prefieren no cambiarse a las nuevas tendencias». Y eso es precisamente lo que Antonio Jesús considera positivo en el plan Bolonia, «que es bueno porque obliga al profesor a actualizarse». Algo de eso ve Cristina de la Cruz, pero aplicado al estudiante, «porque la evaluación continua nos obliga a seguir el programa día a día», aunque también cree que el plan Bolonia no se cumple en cuanto al reducido número recomendado de estudiantes por aula. Y en esa «puesta en marcha del plan es donde radica el problema», añade María.
En la Comunidad Valenciana ya han salido las primeras promociones adscritas al plan Bolonia y Elena Alonso, de la Universidad Católica, no entiende cómo «seguimos teniendo clases magistrales y los trabajos de acudir a congresos o las prácticas sólo representan el diez por ciento de la evaluación total». «Lo que más cuenta –añade–, entre un 60 o un 70 por ciento de la notal final, es ir a escuchar al profesor en su clase magistral». Valora muy positivamente el nivel del profesorado, «que son de lo mejor que hay en Valencia, los jefes de servicios de hospitales destacados», pero es más crítica con el uso que se da al material de que disponen, «porque tenemos pizarras interactivas, pero nadie sabe utilizarlas, así es que terminamos viendo unas diapositivas de un powerpoint de hace un montón de tiempo».
Pablo Álvarez ve «prácticamente imposible que haya grupos reducidos porque están entrando una media de 70 u 80 personas por año y es logísticamente imposible hacer cuatro o cinco grupos por laboratorios o boxes». Él, que es de licenciatura, cree positivo que en el nuevo programa «se hayan habilitado las asignaturas de Introducción a la clínica, en primero, y Operatoria, en segundo, porque nosotros no tocábamos dientes hasta tercero».
También Alfonso centra en la logística el gran problema del plan Bolonia. «Las instalaciones son las que son y están preparadas para un número determinado de alumnos, si hay más estudiantes de los que caben y es necesario crear otros grupos suplementarios no hay profesores suficientes para cubrirlos».
Deserciones
Con ese panorama no resulta extraño que el número de estudiantes se vaya reduciendo a medida que se avanza en los cursos. Unas deserciones que en el caso de la URJC Pablo divide en dos tipos: «Los que desde que entran en primero están pensando en irse a otras universidades más baratas y los que no superan el corte de ciclos que se produce entre segundo a tercero y optan por marcharse a una privada». Esa criba se produce también en la UEM «porque como hay que tener todos los créditos aprobados para pasar de ciclo, mucha gente se cambia de universidad ya que por cada asignatura que se repite hay que pagar el doble de su precio normal». Alfonso dice que en el tema de los créditos hay muchas diferencias, así, «en la USC, una primera matrícula puede costar mil euros, mientras que en otras universidades, aun públicas, es 600 euros más cara».
No aporta cifras, pero Cristina paga «un dineral» cada mes porque aparte del curso que le corresponde se matricula de otras asignaturas para reducir el número de años de estudios de cinco a cuatro. «Me planteé pasarme a la pública, pero si sigo en la UAX, pese al elevado desembolso económico, es por los muchos pacientes que vemos». Un aspecto en el que coincide otro ‘privado’, Antonio Jesús, y que no parece ser excluyente para las universidades públicas; tanto Regina como María y Alfonso aseguran que en sus respectivos centros «hay incluso una larga lista de espera de pacientes», «que en el caso de la USC llega a un año», añade Souto.
El profesorado
Hasta ahora, a excepción de Elena, nadie se ha pronunciado sobre la calidad del profesorado, así es que volvemos sobre el tema. Regina cree que el de la Universidad de Sevilla posee la formación adecuada, pero advierte «una gran desmotivación entre muchos profesores porque el nuevo sistema de evaluación del profesorado exige un elevado porcentaje de docencia y como hay algunos que tienen menos vocación que deseos de ganar prestigio, están pero no aportan gran cosa; sólo aprendes de los que tienen ganas de enseñarte». Alfonso cree que no hay problemas en el aspecto teórico «porque son los catedráticos quienes nos dan las clases», pero en la parcela de prácticas «hay escasez de profesores, los recortes no permiten que salgan las plazas suficientes y como no se puede continuar un tratamiento sin el visto bueno de un profesor los contactos con los pacientes se eternizan», lo que no impide que los estudiantes de Santiago reconozcan estar contentos con el profesorado porque «poseen la formación adecuada y algunos son presidentes de destacadas sociedades científicas».
También el nivel del profesorado es adecuado en la UCV, según Elena, con un cuadro «en el que figuran jefes de unidad de destacados hospitales de Valencia», pero hay muchos profesores «poco motivados». Su queja es patente cuando se refiere a las clases prácticas: «Hay quince sillones para nosotros, pero los ocupan los alumnos de los cinco másteres que han abierto este año, así es que hay estudiantes de quinto curso que van a salir este año con unas prácticas que han consistido únicamente en dos extracciones». Cuando protestan por esta situación «nos dicen que no nos preocupemos, que vamos a aprobar todos, pero es que no se trata de eso sino de que vamos a tratar con pacientes, con personas, cuando terminemos nuestros estudios». Y, claro, la situación no es la misma para un licenciado/graduado que ha de buscarse trabajo cuando finaliza la carrera, «porque hay otros que les da lo mismo; te dicen que mientras vayan aprobando todo está bien porque les están esperando las clínicas de sus padres cuando salgan». Y dice no entender nada porque «cuando echo cuentas de los 814 mensuales que pagamos los 60 alumnos de cada uno de los cinco cursos me salen casi dos millones y medio al año, más lo que pagan los pacientes… y no tenemos clases prácticas».
Los estudiantes reclamaron que su voz sea tenida más en cuenta en los colegios profesionales y ayudas para favorecer el emprendimiento. |
Recortes
El representante de la UEM, Antonio Jesús, dice que sus profesores, «por lo general, están bien formados, publican en revistas importantes, son personas que te motivan al máximo e incluso se preocupan por el monográfico de fin de carrera para que nos lo tomemos en serio si queremos publicarlo». Aunque dice que «también en las privadas se han notado los recortes», el ratio en su facultad es de «un profesor por cada 40 o 45 alumnos y en clínica de un profesor por cada seis boxes, en cada uno de los cuales hay un alumno de cuarto y uno de quinto». Y, como no, siempre hay pacientes disponibles, «en esos casos nos juntan a todos los alumnos en una sala y nos plantean un caso, que es una buena forma de no perder el tiempo».
Pablo dice que en la Rey Juan Carlos «hay profesores muy buenos, pero los hay que ponen su nombre como jefes de un departamento y luego nunca dan sus clases, y en eso estamos muy descontentos porque al final aparece un profesor asociado, no el titular, que es al que esperamos». Por término medio «hay un profesor por cada 70 u 80 alumnos en clases teóricas y tres o cuatro profesores para los 20 boxes de que disponemos», pero con el problema añadido de que cada uno tiene una especialización distinta «por ejemplo, prótesis, perio, cirugía y conservadora, y en función de lo que te toque tienes que llamar a un profesor u otro para que te corrija y eso hace que las posibilidades se reduzcan». Una carencia que se soluciona «trayendo alumnos de máster lo que ayuda a que exista una colaboración muy estrecha entre grado y postgrado, pero en cuanto a nivel de conocimiento… Debería estar el jefe de la asignatura». Otro problema, ya apuntado antes, es el tratamiento a los pacientes «porque a los de pregrado no se nos permite hacer una endodoncia en un molar, así es que terminamos la carrera sin hacer ninguna, y eso que hay lista de espera de este tipo de pacientes».
Cristina asegura que en la UAX «hay profesores muy buenos que explican de maravilla, pero también los hay que son jóvenes e inexpertos y se limitan a leer lo que hay en el papel, y es que con tantos alumnos, 600 repartidos en once grupos, es imposible tener un buen nivel de profesorado». En prácticas, disponen de un profesor cada cuatro boxes «y lo malo es que al dividirlo por temas los molares los hacen los másteres, así es que yo, que estoy en quinto curso, habré hecho cinco o seis endodoncias y ninguna en molar». «O sea que no has hecho endodoncia», interviene Regina.
María está contenta, «en general, de los profesores que he tenido a lo largo de la carrera y mucho más de los que tengo ahora en el máster de periodoncia».
Preparación adecuada
Lo expuesto hasta ahora obliga a hacer una reflexión sobre la preparación con que se sale de la facultad al terminar los estudios y si es adecuada para iniciar la vida profesional. Pablo cree que «sí salimos preparados y que estos años de carrera son más un problema de confianza que de conocimientos teóricos; todo es cuestión de práctica, desde que te enfrentas a la primera anestesia de la que conoces perfectamente la parte teórica, pero no haberlo hecho nunca te condiciona. Y lo mismo pasa con todos los tratamientos».
Elena interviene: «Yo sé anestesiar porque trabajé en Inglaterra como higienista, que allí es una diplomatura, y hay que aprender a anestesiar para poder trabajar, no porque me lo hayan enseñado en la facultad. Si es que no tenemos práctica y luego cuando salgamos nos enfrentamos a una responsabilidad ante el paciente. ¿De qué me vale tener en todo matrículas de honor, tener muchos conocimientos teóricos si luego no sé tratar al paciente?».
Es que la universidad, «al fin y al cabo, es una burbuja y en realidad no se aprende a tratar a los pacientes hasta que se está trabajando; en Sevilla al menos no tratamos el tema del dinero y en la calle es lo primero que te vas a encontrar, que te pidan un presupuesto», asegura Regina.
En el caso de la Universidad de Santiago sí se elaboran los presupuestos para los tratamientos de los pacientes de las clases prácticas. «Los presupuestos están avalados por el tutor clínico y aunque el dinero no pasa nunca por nuestras manos siempre tratas con el paciente la forma de pago». En la UAX, asegura Cristina, «tenemos una asignatura de recepción de pacientes que viene muy bien a la hora de hacer diagnósticos y entregarles el presupuesto previa firma del profesor». También en la URJC «se confeccionan el plan de tratamiento y el presupuesto», explica Pablo.
Y con el título bajo el brazo llega el momento de afrontar el mercado laboral, como dicen las sentencias judiciales, sólo o en compañía de otros. «Montarte una clínica recién salido de la universidad es un error –argumenta Antonio Jesús–, hay que seguir formándose e investigando para ser mejor profesional cada día hasta alcanzar un nivel que te permita montar tu propia clínica». Regina y María coinciden en señalar que montar una clínica propia «más que un error es una utopía, es imposible. Ojalá pudiera ser así porque aprenderíamos mucho más que haciendo cualquier máster». «Antes de empezar la carrera –concluye María– pensaba montar mi propia clínica, pero ahora te digo que no la montaré ni de broma».
Antonio plantea otra salida profesional, «como la que han puesto en marcha compañeros nuestros juntándose para montar una policlínica con dos o tres sillones». María puntualiza que «es fundamental una formación de postgrado» como paso previo «a intentar montar algo con otras personas, aunque el futuro está en trabajar en otras clínicas». «O, más que en otras clínicas, en otro país porque vamos a estar unos cuantos años sin levantar cabeza», dice Antonio Jesús.
Los futuros odontólogos se mostraron preocupados por su futuro profesional. |
Especialidades
Pero Regina cree que mientras no haya especialidades en España «siempre partiremos de una situación de desventaja respecto a nuestros compañeros europeos por mucho máster de ortodoncia que hagas no te va a ser reconocido y tendrás que trabajar como dentista general». Y se pregunta: «Si nosotros mismos no reconocemos las especialidades, ¿cómo podemos esperar que el resto lo hagan?».
Y surge el problema de las especialidades y cómo afrontar la titulación oficial, «porque no olvidemos que la Odontología es privada y no se puede contar con la seguridad social para utilizar los centros públicos como ocurre en medicina», comenta Alfonso, y termina por darse el contrasentido de que «te formas en un máster de periodoncia con el doctor Mariano Sanz, que es de los mejores y más considerados en Europa, pero sus alumnos están peor valorados que los de los demás países porque el título de aquí no es oficial».
María dice que se puede trabajar como periodoncista en otros países «si se pasa un examen de la federación europea al final del máster». «Pero lo que hay que hacer, y de forma urgente, es ponerse a nivel de Europa en el tema de las especialidades con dos o tres años de clínica y dejarse de tanto máster», interviene Pablo antes de que Alfonso reclame «un número limitado de especialistas para tratar los casos que derive un odontólogo general».
Másteres
Con lo que entramos en el tema de la poliferación de estudiantes de Odontología «porque el problema no está en el número de especialistas sino en los seiscientos alumnos que entran cada año en una universidad privada», dice Regina, «y de los mil y pico de grado que salen cada curso y dentro de poco serán mil y pico los que salgan de máster». «Tampoco te van a garantizar una especialidad por tener un postgrado –añade Alfonso– porque hay postgrados y postgrados, no se puede valorar lo mismo un máster a tiempo completo durante tres años que un curso de fin de semana». No sólo cuestiona la misma validez de distintos másteres sino también sus precios: «Los hay muy buenos de dos años a tiempo completo por 10.000 euros y otros que cuestan 70.000 y hasta másteres on line por los que te piden 30.000 euros. Por no hablar de las universidades que ofrecen cursos de máster sin tener facultad de Odontología, como la Autónoma de Barcelona».
Y para no caer en engaños, María propone «informarse bien y saber dónde se mete uno», mientras que Alfonso aboga por la creación «de un proceso común para todos» y así, asegura, «se evitaría que muchos entren con cartas de recomendación por encima de otros que tienen matrículas de honor», motivo por el que ANEO, la Federación de Asociaciones de Estudiantes de Odontología que él preside, «respalda el título del Consejo de Dentistas porque de entrada todo el mundo va a tener las mismas posibilidades de acceso, con un criterio de selección como se hace en el MIR». «Eso es imposible –a juicio de Regina–, es como si tú le exiges a una empresa que te contrate a ti porque tienes mejor currículum que otro. No puedes entrar en lo privado».
Exceso de facultades
Y dadas las numerosas y crecientes dificultades que se encuentran los estudiantes de Odontología, ¿a qué se debe que la gente se siga matriculando? «Porque no hay por qué renunciar a lo que te gusta, a tu vocación», según María. «Porque hay gente que luego se cambia a Medicina o sus padres tienen clínica», dice Antonio Jesús. «Muchos desconocen totalmente el panorama actual», asegura Alfonso, en lo que coincide Pablo, quien añade que «yo llevo varios años oyendo lo mal que está la salida profesional, pero los de primero lo desconocen, además hay muchos estudiantes que empiezan la carrera tarde, con veinte años, porque la crisis ha animado a estudiar a quienes tienen su módulo de protésico y quieren llegar a dentista». Y Alfonso arremete contra la proliferación sin control de facultades de Odontología: «Hay cuatro en Valencia capital, se acaba de abrir una en Valladolid, quieren abrir otra en Tenerife, y en Gandía, y dos más en Madrid… Hoy tenemos diecinueve universidades públicas y privadas con estudios de Odontología, el doble que en Alemania». Y esto hace que España sea un país receptor de estudiantes, como en la UAX «donde hay cantidad de italianos, ¿y por qué se vienen aquí?, porque en su país no hay acceso para todos; cuando yo empecé a estudiar nos matriculamos seiscientos estudiantes y se encendieron todas las alarmas, y ahora he notado que hay un buen número de estudiantes que son hijos de odontólogos, protésicos o higienistas, gente vinculada al sector dental», explica Cristina.
Todos, los siete sin excepción, son partidiarios de crear los numerus clausus, también en las universidades privadas, para poder controlar el número de odontólogos que salen cada año, y algunos proponen limitar el número de facultades (Alfonso). Es una petición unánime que consideran imprescindible para el futuro profesional, por encima de otras también necesarias, como la creación de las especialidades, luchar contra el intrusismo, ayudas a los emprendedores y una buena formación de postgrado.
Y hacen una petición, por boca de Pablo, «para que exista más comunicación entre los colegios de cada región y los estudiantes y conozcan nuestro punto de vista».
Son los futuros odontólogos, formados con mucho esfuerzo y un coste elevado de la sociedad española, que no siempre va a ver revertida en ella esa inversión educativa porque serán muchos los que, «en contra de nuestra voluntad», tengan que ejercer la profesión en otros países.