La evidencia científica actual en el campo de la implantología ha hecho que podamos desechar los paradigmas establecidos por Branemark PI (1) para lograr la oseointegración, y que sus preceptos para la confección de la implanto-prótesis hayan quedado obsoletos (tabla 1).
Además, los criterios de éxito propuestos en el siglo pasado por Albrektsson T (2) han sido redefinidos, sobre todo, en lo que corresponde a lo aceptado sobre los niveles de pérdida ósea crestal durante el primer año y los subsecuentes (tabla 2). Los nuevos criterios de éxito propuestos por Laurell L y cols. establecen la pérdida ósea crestal en 0.3 mm después de 5 años de función (17). Debido a incorporaciones en el diseño de los implantes, como las microrroscas cervicales y cambios en los conceptos de emergencia protésica desde la plataforma del implante como el «platform switching», artículos más recientes han dejado de confirmar estos patrones de pérdida ósea (3-6).
En la implantología actual del siglo XXI hay una serie de conceptos clásicos que están dejando de ser aceptados. Entre ellos están: la pérdida ósea crestal rápida y temprana, unos tiempos de espera dilatados para la colocación de la prótesis, cirugías con alto grado de morbilidad, manufacturas de prótesis a la cera perdida como en la edad del bronce. Todo lo anteriormente mencionado ha cambiado los objetivos actuales del tratamiento implantológico, dirigiéndolos hacia la cirugía de implantes guiada y mínimamente invasiva (7-9), la confección de prótesis tanto inmediatas como finales realizadas por CAD/CAM y, como consecuencia, el acortamiento de los tiempos de espera tras la colocación de los implantes.