Cerrar el eje facial o por lo menos no modificarlo con nuestra aparatología en un paciente adulto dolicofacial era hasta hace una década una misión casi imposible, en la que la alternativa más representativa eran las extracciones dentarias.
La aparición del anclaje óseo que proporcionan los minitornillos y su facilidad de colocación, que puede ser realizada en la mayoría de los casos por el propio ortodoncista, han propiciado que la mayoría de las técnicas tradicionales para realizar dicho control (arcos multiloops, bloques de mordida, elementos auxiliares, extracciones, etc.) queden relegadas a un segundo plano. Únicamente se exige buen grosor e integridad de la cortical ósea para dar estabilidad primaria al minitornillo (1).
En el presente caso, y dadas las peculiaridades del patrón vertical, forma y tamaños dentarios, se hacía relevante intruir sectores posteriores para producir un plus de sobremordida anterior que nos permitiese acortar la longitud de los incisivos como demandaba el paciente. Como complemento, la utilización de brackets de autoligado pasivo y el control diferencial del torque que incorporan algunas técnicas han supuesto un apoyo adicional a nuestros objetivos.