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In memorian Rafael Caballero, por el Dr. Antonio Bascones

Cuando alguien cercano a ti muere, algo se desgarra en tu interior pero en esta ocasión el desgarro ha sido mayor. Sonaba mi teléfono el sábado en la mañana. Era Pilar Caballero, hija del Prof. Rafael Caballero Herrera, para comunicarme el fallecimiento de su padre la tarde anterior. Fue un vuelco el que me dio el corazón, pues a pesar de estar enfermo, siempre una noticia de este tipo se presenta como una aguja que te traspasa.

Había hablado con él tan solo hacía un par de días; estaba en el hospital afectado por una de las complicaciones que últimamente le atacaba cuyo embate él sabía, siempre, soportar. Sin embargo a pesar del ataque, que le minaba un poco más, seguía el camino que le había marcado Dios.

En el tanatorio, al día siguiente, en la ciudad de Sabadell donde este canario de pro vivía, me pasaron las imágenes de su vida como en una moviola despiadada y al mismo tiempo cálida. Eminente profesional, inconformista que buscaba la excelencia en todo y en todos, conocedor del alma humana hasta sus más últimas consecuencias estaba allí, en la recóndita soledad de su ataúd, acompañado de los que más le querían. Su esposa, hijas, hijos, nueras, yernos, nietos y otros familiares le acompañaban, junto a algunos de sus mejores amigos, los Profs. Ruano y Echeverría con sus esposas, Natividad Goyadol y algunos más que le acompañábamos, mi mujer y yo, en la última despedida. Sin embargo, faltaban otras personas muy queridas que desde Canarias no pudieron desplazarse, su hermano el Dr. Manuel Caballero, el Dr. Angel Casaña y algunos más como el Dr. Monlleó y los valencianos de siempre. Su esposa Pilar, para nosotros, fue siempre la piedra de fortaleza sobre la que descansó.

Rafael era una persona muy querida, que exigía dedicación en su amistad al cien por cien, pero que recorrió el camino de su vida con gran generosidad hacia todos. Desde los tiempos en que estudiaba en Salamanca, en que se mostró como un gran futbolista de ese equipo, hasta ahora ha llovido mucho y él ha sufrido también mucho. A pesar de todo, supo alcanzar grandes cotas científicas como profesional. Catedrático de Medicina Bucal de la Universidad de Barcelona, participó en grandes eventos académicos nacionales e internacionales. Su inconformismo le llevó varias veces a trasladar su vida profesional de Las Palmas a Barcelona en un continuo ir y venir, que al final le llevó a conseguir lo que más ansiaba y por lo que dejó su prestigiosa clínica privada, la Cátedra de la Facultad de Odontología de la Universidad de Barcelona. Era lo que más deseaba y este deseo se vio alcanzado en los últimos años de su vida académica, pero no por eso dejó de dar todo lo que sabía y podía.

Como comentábamos con el Prof. Ruano, que le conocía desde los tiempos en que ambos jugaban en el pueblo de Teror en la lejana isla de Gran Canaria, era una persona generosa hasta el tuétano, capaz de entregarlo todo. Hombre de amena conversación; sus llamadas telefónicas, donde repasaba los acontecimientos de la profesión, eran largas y amplias, lo que a veces nos llevaba a tener que cortarle pues para él, el tiempo no era nada más que un accidente en la vida. Nunca tenía prisa y era capaz de suspender la consulta una semana si un amigo le visitaba en su isla; lugar que conocía a la perfección. Varias veces la crucé en su compañía con el coche, entrando en su interior, al mismo centro; una parte que los turistas no conocen.

En la moviola del tanatorio, recordaba cómo me iba a buscar al colegio con mi padre; estuvo trabajando y formándose con él durante dos años, lo que hizo que nuestra amistad desde entonces floreciera día a día, cómo me presentó al Prof. Ruano que era uno de mis profesores de Anatomía en la Universidad Complutense; salíamos a cenar con mi padre. Eran recuerdos muy intensos para mí que en aquellos momentos empezaba a formarme como médico.

En Canarias siempre se desvivió conmigo y mi familia cuando estuve allí. Prácticamente todas las Navidades pasaba unos días en esa hermosa isla. Mis hijos le recuerdan con mucho cariño, se quedaron muy tristes al recibir la noticia de su muerte. Fueron muchos años en que Pilar y él nos cuidaban en su amada isla.

Recordaba como Ángel Casañas lloró de emoción cuando consiguió la Cátedra en Barcelona o cuando le dieron la medalla de oro del Colegio de Las Palmas. Pero en su vida todo no fueron rosas, hubo también muchas espinas y él supo llevarlas con coherencia, valentía, honestidad y rectitud. Sus amigos estamos hoy un poco más pobres, más huérfanos. Todos sufrimos con su ausencia en la esperanza que algún día estaremos juntos con él y nos seguirá conversando como si tal cosa.

No quise hacer un panegírico de sus méritos y honores, buceé en el hombre, en la persona y eso es lo que quise poner, negro sobre blanco, en estas breves pero intensas líneas de cariño y emoción. Descansa en paz querido amigo.

Dr. Antonio Bascones

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