Al soplar las «veintipocas» velas de la tarta, decidió irse con la música a otra parte y cumplir el sueño de su padre: tener un hijo dentista. Y en esto de los dientes lleva ya unos cuantos años, tiempo que le ha permitido hacerse con un nombre propio -y con mayúsculas- dentro de la profesión. De todos «los palos que toca» -que no son pocos-, se queda, sin dudarlo un solo segundo, con la formación. La enseñanza es su auténtica vocación y pasión. Quien asiste a sus cursos y ponencias pueden -podemos- dar buena fe de ello.
– Sus méritos en materia de salud bucodental le han llevado a recibir el Premio Dentista del Año 2022, un galardón que recogerá el próximo mes de diciembre durante la Gala de la Odontología. ¿Cómo valora este reconocimiento otorgado por el Consejo General de Dentistas de España
– Siento mucho orgullo. Es un honor y un placer ser dentista del año. Sin embargo, este reconocimiento no quiero que sea personal. Lo tomo a título individual, pero como representante de los dentistas. Es un premio de todos. El apoyo y reconocimiento de mis compañeros lo valoro muchísimo. Así que no puedo por más que agradecer tanto al Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región como al Consejo General de Dentistas de España su apoyo en la nominación y concesión de este premio.
– Siempre que tenemos ocasión de charlar con usted nos habla de la gente que le rodea, con los que trabaja codo con codo, bien sea en la universidad, en SEPES, en su clínica… Es usted muy de equipo, Dr. Pradíes.
– Es que creo que no se puede hacer de otra manera. Hay un proverbio africano que dice: «Si vas solo irás deprisa, pero si vas acompañado llegarás más lejos». Trabajar sin equipo, además de tener que ser muy triste, no tiene sentido.
«La persona que entrega su vida a la formación, de forma automática, la está entregando a la sociedad»
– El premio reconoce la trayectoria, los valores humanos y la ética profesional durante el ejercicio de la profesión. En su opinión, ¿cuáles son los principios por los que se debe regir un buen dentista y que aplica en su día a día desde sus inicios profesionales?
– Tienes que tener la mejor formación posible para poder dar el mejor tratamiento posible a tu paciente; tienes que ponerte siempre en el lugar de este último. Tener la sensación de que el que va a ser tratado eres tú. Es así cómo les explico, desde que empecé a ejercer, los tratamientos a mis pacientes: «Esto es lo que me haría yo».
– ¿Siempre ha querido el Dr. Pradíes ser dentista?
– No, yo era músico. Eso sí, músico en la faceta docente, que es la que no he dejado desde que tenía exactamente 14 años, edad en la que recibí mi primer sueldo. Daba clases de acordeón, empecé la carrera de piano, monté una academia de música reconocida… Tenía, con solo 18 años, casi 400 alumnos en mis aulas y 14 profesores contratados.
– ¿Y cómo uno decide dejar la música para hacerse dentista?
– Mi padre era protésico y su gran ilusión era tener un hijo dentista. Así que cuando salió Odontología, fui dejando la música. De hecho, vendí la academia de música dos años después de terminar la carrera porque no podía. Era tremendo. Los exámenes en la facultad eran los sábados por la mañana. Terminaba los exámenes y me iba a un pueblo de Toledo a dar clases después de haber estado la noche anterior sin dormir porque tenía que sacar las asignaturas. No podía ir a clase porque estaba trabajando, pero hice un grupo muy agradable que me ayudó mucho. Ana -en referencia a su mujer, la Dra. Ana Laffond, y compañera de aula durante la carrera- me cogía los apuntes. Mis compañeros me llamaban el «señor del maletín» porque inicié la carrera más mayor que ellos, ya trabajaba, tenía dinero… Fíjate que con 20 años me compré mi primera casa.
Pasar de la música a la Odontología fue un giro importante, pero no tan radical como pueda parecer. Al final es un cambio de materia, pero continué en la docencia. A mí lo que me gusta es formar personas.
– Me acaba de pisar la siguiente pregunta… Le iba a decir que dentro de todas las facetas que toca en la profesión: clínica, docencia, investigación, vinculación a organizaciones profesionales y sociedades científicas nacionales e internacionales… ¿Con cuál se queda?
– Con la formación, sin duda. Me aporta placer. Tener la sensación de que una persona antes de no tener contacto contigo no estaba formada y que después de hacer un curso contigo sí, y que lo que ha aprendido lo ha hecho de una manera agradable, entretenida y sin sufrimientos, es muy satisfactorio.
También, me gusta investigar. Como profesores universitarios es nuestra obligación. La enseñanza universitaria no se entiende si no va asociada a investigación, lo cual te ayuda a impartir clases con una base sólida y ofrecer a tus alumnos una formación de calidad. Asimismo, mi vinculación con sociedades científicas también tiene mucho que ver con la formación. La actividad principal de una sociedad científica se centra en organizar eventos formativos, apoyar a sus asociados, a los profesionales, colaborar entre todos y diseminar la ciencia. Para mí, vivir para dentro la profesión no tiene ningún sentido. La persona que entrega su vida a la formación, de forma automática, la está entregando a la sociedad.
– Acaba de tocar un tema importante: la calidad de la formación odontológica. ¿Qué visión tiene de este campo, especialmente, con el boom de formación online y de la diversidad de oferta, que podríamos calificar, incluso, de abrumadora?
– El formato online nos ha ayudado mucho, especialmente a la hora de reunirnos, por ejemplo, en las sociedades científicas, pero para la formación tiene sus pegas. Hay estudios que indican que los jóvenes son incapaces de mantener durante cinco minutos la atención en algo sin mirar el móvil. Retener y captar la atención del alumno a través de la pantalla es muy difícil. Es un reto que tenemos por delante los que nos dedicamos a este campo. Al igual que con las herramientas tipo Chat GPT, de uso cada vez más frecuente por los estudiantes.
No podemos vivir de espaldas a esta nueva realidad. Debemos conocerla, aprender a identificarla y saber integrarla. Ahora mismo vivimos un momento de cambio a muchos niveles. Si hablamos de los congresos, se está viendo que éstos, concebidos como hasta ahora, no funcionan igual. A la gente le cuesta asistir más a eventos que antes.
Quizás ahora pese más en la balanza la faceta personal. Hay que innovar, explorar nuevos formatos y actividades para seguir atrayendo a los profesionales e incentivarles a que se sigan formando. Por ejemplo, en SEPES estamos luchando por formatos más cortos, más pequeños y más prácticos, porque es lo que piden ahora los profesionales.
Respecto a la calidad de la formación soy más crítico. No hay control ni filtro sobre lo que se está ofreciendo en el campo formativo y hay que tener claro que no todo vale. Ahora parece que el mérito para presentarte como maestro o formador es tener mucho impacto y tener muchos followers en redes sociales. Y no es así. La formación, la formación de excelencia, requiere técnica, sacrificio y años de estudio.
«Hay que hacer más fácil el uso de la tecnología. Los protocolos digitales actuales que tenemos, lejos de ayudar al clínico, en algunos sentidos, le complican la vida»
– Dentro de la enseñanza, ¿incluye también su faceta de conferenciante? Su nombre suele aparecer en el programa científico de eventos nacionales e internacionales.
– Sí, cómo no. Cada nueva presentación para mí es un reto, me preparo mucho las ponencias. Además, los entornos son tan diferentes… No es lo mismo dar clase a un alumno que vas a tener durante todo el año los martes de 10 a 12 de la mañana, que a aquellos que vas a ver durante 40 minutos en un auditorio, donde no interactúas, donde tienes unos minutos para convencerles o no de algo, para entretenerles o aburrirles… Y esto es un reto constante, enorme. Porque, a pesar de la experiencia, siempre te pones nervioso. Especialmente con las conferencias en inglés. Lamentablemente, no tuve una cultura del bilingüismo y me ha costado muchísimo sentirme más cómodo -hace dos años obtuvo el First Certificate-. Dar una charla en inglés me exige muchas horas de preparación. No obstante, esos retos me cuestan, pero, al mismo tiempo, me estimulan. Al final esa tarea te produce la misma adrenalina que te genera también el deporte o las actividades de alto riesgo.
– Es, usted, sin duda, uno de los máximos referentes en Odontología Digital de nuestro país. De hecho, dirige el pionero y prestigioso Máster en Odontología Restauradora Basada en las Nuevas Tecnologías de la Universidad Complutense de Madrid. ¿Cómo le ha ayudado la digitalización como clínico?
– Tengo clarísimo que la mejor inversión que hice en su momento fue comprarme un tomógrafo, cuando antes nadie lo tenía en la consulta. Fui de los primeros que lo compré, para ayudar a mis pacientes. En el momento teníamos el mejor diagnóstico. Más tarde, con la incorporación de los escáneres intraorales, ya ni te cuento. Han cambiado muchas cosas y más que cambiarán. Venía ahora en la moto y reflexionaba sobre que, efectivamente, la tecnología nos está ayudando, pero tenemos que intentar que esa tecnología nos facilite las cosas. Todavía hay veces que no lo hace.
Los protocolos digitales que tenemos, lejos de ayudar al clínico, en algunos sentidos le complican la vida. Entiendo por qué a muchos dentistas les cuesta tanto trabajo empezar a integrarse en el flujo digital. Después de que ya tienen su consulta, con todo muy estructurado y muy organizado, volver a formarse, a tener esa curva de aprendizaje… no es fácil. Yo creo que este debería ser un objetivo de cara a los próximos años en el sector: facilitar el uso de la tecnología. Algunos de los protocolos y procedimientos a nivel digital son complejos, casi se asocian a frikis, gente que tiene un especial conocimiento de softwares de geometría o ingeniería inversa, de manejo de funciones que realmente corresponden más a un informático que a un dentista. Desde el punto de vista empresarial, va a tener éxito quien ponga las cosas sencillas. Y quien logre esto será quien trabaje mejor la parte de inteligencia artificial, que es la tecnología que viene a facilitarnos todos los procedimientos digitales.
– Al margen de esta dificultad, ¿cuál es el principal «pero» que le pone a lo digital?
– La obsolescencia programada, sin duda. A veces, no es justa la inversión tan grande que tienes que hacer para el poco rendimiento que le llegas a sacar. No compensa. No entiendo por qué no existe un sistema tipo «Plan Renove» bien incentivado en Odontología. En ámbitos como el de las Ciencias de la Salud debería ser prioritario, porque cada herramienta que compras es por el bien de tu paciente. El objetivo de todo profesional que se precie es dar el mejor tratamiento a sus pacientes.
– Una nueva generación de dentistas Pradíes & Laffond está asegurada. ¿Cómo cree que será el futuro de la profesión para sus hijos y las nuevas generaciones de dentistas?
– Efectivamente, dos de mis hijos están estudiando Odontología y el tercero, que se ha decantado más por la economía y la administración, es posible que también entre a formar parte de la gestión en la clínica familiar. Desde mi perspectiva, mis hijos y sus compañeros de aula, se van a encontrar un escenario totalmente diferente al que yo me encontré. Y creo que más difícil. No les envidio. De todos modos, los perfiles también han cambiado. Estas nuevas generaciones valoran su tiempo libre, de ocio… mucho más que nosotros. Yo he sido de los que he robado tiempo a mi familia para poder cumplir mis compromisos profesionales y desarrollar mi carrera. Quiero aprovechar estas líneas para darles las gracias por permitirme estas ausencias y apoyarme siempre.
Pero, además de este cambio de prioridades, los jóvenes ya no invierten tanto en formación como antes, no por falta de interés sino porque sus salarios no son los que eran; con el añadido de que muchos trabajan por cuenta ajena y sus jefes no les permiten faltar al trabajo, aunque sea para formarse. Hay muchos retos a los que hacer frente en el sector para adaptarnos a los nuevos tiempos y para mejorar la situación de la profesión tanto presente como futura.
Tres décadas dedicadas a la profesión
El Dr. Guillermo Pradíes es Profesor Titular de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), centro donde dirige el Departamento de Odontología Conservadora y Prótesis; el Grupo de Investigación Complutense «Análisis De Técnicas, Material e Instrumental Aplicado a la Odontología Digital y Procedimientos CAD/CAM»; el Máster Universitario en «Odontología Restauradora Basada en las Nuevas Tecnologías» y el Diploma Universitario «Implantología Clínica: Técnicas Quirúrgicas y Procedimientos Restauradores». En el momento actual, es presidente de la Sociedad Española de Prótesis Estomatológica y Estética (SEPES) y forma parte del Board de la EPA (European Prosthodontics Association).
Asesor Científico del Pradíes & Laffond Dental Institute, su dedicación a la investigación le ha permitido situarse en un puesto destacado en el índice bibliométrico sobre prótesis y tecnología digital del Ranking of the World Scientists: World ́s Top 2% Scientists de Stanford.