El Grupo Complutense de investigación 920202 ha publicado un nuevo estudio en el que analizan las interrelaciones del músculo buccinador (el principal músculo de la mejilla) con el tejido conectivo que lo rodea. Para llevar a cabo dicho estudio, se han examinado muestras de tejido humano, tanto durante el desarrollo prenatal, entre la 8ª y la 17ª semanas intraútero, como en individuos adultos. Se trata de una investigación morfológica en la que se han empleado técnicas histológicas e inmunohistoquímicas para tratar de entender la fisiología de este músculo a través de los primeros estadios de su formación.
Análisis de tejido humano prenatal y adulto
Las muestras histológicas en las que se analizó el desarrollo prenatal de la mejilla fueron procesadas y se mantienen archivadas en el Departamento de Anatomía y Embriología. Por su parte, el tejido adulto proviene de las donaciones que se conservan en el Centro de Donación de Cuerpos y Salas de Disección de la UCM (y también se procesó en el Departamento). Las labores de investigación y obtención de resultados se han llevado a cabo por los miembros del grupo en los laboratorios de investigación que tienen a su disposición en las Facultades de Medicina y Odontología.
Este nuevo estudio pone de relieve las importantes relaciones del buccinador con el tejido conectivo de la mejilla. Las interacciones se inician muy temprano, a partir de la 8ª semana del desarrollo intrauterino, organizándose progresivamente hasta la 17ª semana de vida del feto. Estas interconexiones fibrosas y musculares también son importantes en el adulto, así como el contenido en colágenos −I y III− y la presencia de fibras elásticas. Globalmente, los resultados muestran que todo ello posibilita la función del buccinador, de manera que, aunque se localiza profundamente en la mejilla (en paralelo a la superficie cutánea), permite traccionar al mismo tiempo de la mucosa y de la piel de la región.
El papel del músculo buccinador
El buccinador forma parte de los llamados ‘músculos faciales’, también denominados ‘músculos mímicos’ −por su participación en la expresión facial y en la comunicación humana−, dado que intervienen en la manifestación gestual de las emociones.
Según varios autores, se cree que solo un 7% de nuestra comunicación es verbal, mientras que aproximadamente un 38% es atribuible al tono de voz. Por su parte, el 55% restante corresponde a la comunicación no verbal, que involucra el lenguaje corporal, los gestos y las expresiones faciales. De este modo, muy posiblemente, la mayor parte del tiempo nuestros pensamientos aparecen en nuestra cara antes de pronunciar cualquier palabra. Es más, mientras que el lenguaje corporal y determinados gestos pueden variar enormemente entre diferentes culturas, las expresiones faciales de felicidad, tristeza, enfado o miedo se consideran emociones universales.
Este nuevo estudio pone de relieve las importantes relaciones del buccinador con el tejido conectivo de la mejilla
Topográficamente, el buccinador se localiza bilateralmente, formando la capa muscular de las mejillas. Por ello, además de participar en la expresión facial realiza otra serie de funciones básicas, como son la succión, la masticación y la deglución. De este modo, resulta imprescindible para la alimentación de los mamíferos.
Cuando se contrae durante la masticación, este músculo favorece el que podamos desocupar el alimento de los fondos vestibulares (los espacios situados entre la mejilla y los dientes) para poder llevarlo repetidamente hasta las superficies trituradoras de los molares antes de tragar. Asimismo, el músculo también impide el pellizcamiento de la mucosa de la mejilla por parte de los dientes durante todo el proceso.
Origen del término buccinador
El buccinador también ayuda a la expulsión forzada de aire a través de la boca, algo imprescindible al soplar o tocar instrumentos de viento. De hecho, la palabra buccinador viene del latín būcĭntŏr, que literalmente significa ‘el que toca la trompeta’ o ‘el trompetista’. Los antecedentes más antiguos de este instrumento musical parecen remontarse a los siglos II-I a.C., cuando los pueblos nórdicos escandinavos comenzaron a utilizar cuernos de animales para producir sonidos que empleaban en sus labores de pastoreo. En efecto, parece que bucĭna o buccĭna proviene del griego βοῦς, que significa cabeza de ganado, buey o vaca. Entre los romanos, el instrumento llamado bucĭna o buccĭna tenía forma de letra C y podía fabricarse en bronce con diversas ornamentaciones, especialmente cuando se destinaba a asuntos militares, aunque también empleaban cuernos de animales.
Además de participar en la expresión facial, el buccinador realiza otra serie de funciones básicas, como son la succión, la masticación y la deglución
El artículo, que ha sido publicado en acceso abierto en Annals of Anatomy, una de las revistas más prestigiosas de anatomía, presenta nuevos hallazgos estructurales y aspectos relativos a la anatomía funcional de la mejilla que no se conocían hasta ahora y que ayudan a entender mejor la complejidad de la cavidad bucal. Por ello, resulta de gran interés no solo para anatomistas y embriólogos, sino también para los cirujanos orales y maxilofaciales, así como para todos los profesionales relacionados con la Odontoestomatología.
Además, los nuevos descubrimientos permiten comprender mejor el concepto clásico de sistema musculoaponeurótico superficial (SMAS, por sus siglas en inglés), descrito por Mitz y Peyronie en 1976. En la actualidad, el SMAS resulta una estructura de gran interés para la medicina estética y la cirugía plástica y reparadora de la región facial, pues su desestructuración es uno de los factores causantes del envejecimiento de la cara.
Este trabajo complementa a otros dos estudios previos del grupo de investigación llevados a cabo en la misma línea, que analizaron la disposición de las estructuras fetales que intervienen en los procesos de masticación y deglución.