El director de cine James Cameron tenía tan solo 25 años cuando decidió dar un portazo a su trabajo como conductor de camiones y zambullirse en el mundo de la gran pantalla. Su obsesión por el género de la ciencia ficción y los efectos especiales le llevó a dirigir, junto a su amigo Randall Frakes, su primer cortometraje: Xenogénesis, diez minutos de distopía postapocalíptica plagada de efectos especiales caseros, maquetas e ilustraciones futuristas en las que se pueden apreciar los primeros atisbos de un gran director en ciernes.
Lo curioso de esta historia se encuentra en la fuente del presupuesto: un grupo de dentistas de California. El colectivo quería invertir en un proyecto cultural juvenil, y financiaron la obra de Cameron con 20.000 dólares. Gracias a ellos, el director pudo realizar la pieza, que se convirtió en la mejor carta de presentación. A través de ella captó la atención del productor Roger Corman, quien le abriría las puertas a la gran industria del cine.
Lo que vendría después es de sobra conocido: Terminator, Avatar, Allien… Algunas de las mejores películas de ciencia ficción del siglo llegaron de la mano de Cameron. ¿Quién se lo iba a decir a aquel grupo de dentistas?