Corría el año 2007 cuando el pianista Chucho Valdés acudió al dentista por un dolor de muelas. Allí se puso en manos del doctor Mario Gallo, odontólogo y compositor de música popular en sus ratos libres, y de Osmani Valdés, técnico de prótesis y apasionado por la conga.
Entre bromas y anécdotas los dentistas le cantan a Chucho una pieza compuesta por ellos, y el pianista decide incluirla en su disco «Juntos para siempre». Meses después surgió La conga del dentista, la canción que puso el broche final al disco que Chucho compartió junto a su padre, Bebo Valdés. La producción obtuvo tres premios Grammy y seis Grammy Latino.
La anécdota saltó de la clínica dental a las radios, y pronto llegó también a la gran pantalla de manos de Manuel Gutiérrez Aragón y el documental Música para vivir. La primera escena se sitúa en el dentista, y recrea el momento en el que el pianista, bajo los efectos de la anestesia, charla con Gallo sobre los bailadores de Santa Amalia. Arrastrados por la magia de la ficción y por La conga del dentista, Chucho Valdés cierra la escena tocando las palmas en el sillón, animado por Gallo batiendo los instrumentos odontológicos, y por Osmani, que canta el estribillo con una dentadura en la mano.