Desde hace varios años he venido experimentando la sensación de que las navidades —las celebraciones navideñas para ser más exactos— cada vez comienzan antes. De niño no recuerdo haber escuchado un villancico hasta bien, pero bien, entrado diciembre. Más tarde, ya de joven, se acuñó aquello de que el primer villancico navideño era el insistente estribillo cantado por los niños del colegio de San Ildefonso, que llevan casi 250 años (se cumplen en 2021) repitiendo el popular soniquete cantarín a la hora de anunciar los números premiados y la cuantía del premio.
Pero ahora no es así, que el anuncio de la Lotería Nacional lleva ya varias semanas funcionando a tutiplén. Es como si hubiera prisa por quemar las etapas y hacer que nuestras vivencias vayan a toda leche, sin apenas tiempo para disfrutarlas por el ansia de gozarlas cuanto antes. Hay impaciencia por conectar el interruptor de las luces festivas urbanas y también hay urgencia, en los comercios, por poner a la vista y a la mano de los compradores los artículos que van unidos a estas celebraciones, de una creciente orientación consumista. Como demuestran las cadenas de distribución peleando por llegar al consumidor con sus catálogos antes que sus competidores, en una pugna tal que terminará por mostrar los precios de los arbolitos y sus adornos de plástico, los turrones, cavas, mariscos congelados y pajaritas de fantasía para lucir en Nochevieja en pleno mes de agosto. De momento, ya nos llegan cuando todavía no ha concluido el de octubre.
Y no es que uno se oponga a fiestas y jolgorios, que bastante puñetera viene ya la vida como para que nos busquemos más sinsabores de los necesarios, mejor será que apostemos por darnos alegrías, pero dentro de un orden y un ritmo, que este año ya se ha conseguido adelantar el anuncio de los precios de los mazapanes y los cuartos de cordero al día de difuntos
Me gustaría que estas líneas fueran más alegres pero es que no me sale. Y aquí me llega el momento de la acostumbrada digresión.
[En una de las charlas con mi muy recordada y querida Pilar Miró le pregunté por qué no hacía una comedia para compensar tanto drama como había rodado. «Porque no me sale —me dijo—. Y eso que lo intento». Lo cierto es que más pronto que tarde se desquitó adaptando al cine El perro del hortelano, comedia en verso de Lope de Vega. Todo un reto del que salió tan airosa que le hizo ganar siete Goyas.]
Retomo el hilo. Ya se sabe que un pesimista es un optimista bien informado, pero esto afecta al presente, al momento real que se vive. Por contra, el futuro se rige más por sensaciones y presentimientos, y en eso sí que me muestro más que optimista, incluso pletórico. No nos es posible evitar que este año las Covidades sean distintas, hasta tristes, porque tenemos que respetar las distancias y aforos de seguridad incluso en nuestras casas, con reuniones que serán mínimas, y no por gusto, claro, sino porque se/nos lo debemos a todos nuestros familiares, especialmente a quienes ya están en edad de manejar bastón.
Es preferible pasar estas Covidades con esas limitaciones que ayudan a protegernos del contagio y guardarnos las ganas de unas fiestas familiares más multitudinarias que nunca con abrazos y besos a diestra y siniestra para las Navidades de 2021, que serán doblemente celebradas.
Como también serán festejados el doble los congresos del sector dental que este año han sido virtuales, como lo fue la entrega de los Premios Gaceta Dental, y se pospondrán las celebraciones de la patrona en los colegios, como lo ha sido la gala anual en la que el Consejo entrega sus premios.
Pilar Miró consiguió rodar una magnífica comedia en 1996. La nuestra llegará en 2021. Multiplicada por dos.