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Profesionales detrás del atril

Críticas y autocríticas

Superados los nervios y terminada la charla, llega el momento de la evaluación de la audiencia.

«Siempre hay gente que después de una ponencia se acerca a preguntarte algo, a felicitarte o a darte su opinión favorable o contraria. También los hay de los que pretenden que les des un curso de seis días resumido en cinco minutos. Aunque actualmente lo que más te pide la gente es: ¿puedo hacerme una foto para el «Insta» o para Facebook? Ríe el Dr. Autrán. «Es divertido. A veces nos hacen sentir como estrellas del rock», afirma. «Cuando algunos asistentes se acercan a felicitarme o hacerme preguntas tras la charla, me doy cuenta de que el esfuerzo ha merecido la pena, porque sé que hay algún profesional que ese lunes hará algo diferente en su práctica clínica o estará más motivado. Influir positivamente en las personas es algo tremendamente satisfactorio. No todo ha de ser vanidad», afirma Juan Zufía. Más cauto se muestra Miguel Arroyo: «Normalmente todas las valoraciones que recibo son buenas, pero me creo la mitad. Si mostrando mi día a día con humildad, puedo mandarle a alguien un pequeño mensaje aplicable a su trabajo ya soy feliz». En el caso de Julia García la autocrítica y la objetividad son sus guías. «Soy bastante crítica conmigo misma, cuando termino una ponencia sé cómo me ha salido. Normalmente, todo el mundo te felicita, por eso es importante contar con alguien de confianza para que te diga la verdad. Yo tengo la suerte de contar con mi hermano –colega de profesión– que nos decimos las cosas muy claritas y esto hace que pueda seguir mejorando».

Y, aunque el resultado del examen hay que valorarlo en su justa medida –«normalmente después de la presentación el feedback suele ser positivo. Pocas personas se atreven a criticar tu trabajo», asegura el Dr. Teixeira, y en algunas ocasiones te ayudan a mejorar: «Una vez recibí un input que a día de hoy aún me sirve, y fue después de una charla en Portugal, uno de los asistentes se acercó a mí y me dijo «yo que tú quitaría todas las referencias bibliográficas de las diapositivas, de esta forma si alguien tiene una pregunta al final tu tendrás esa referencia bibliográfica en tu cabeza y la podrás usar para contestar. Si la expones en las diapositivas pierdes el efecto sorpresa. Desde entonces no pongo referencias en las diapositivas y las uso para el turno de ruegos y preguntas o la mesa redonda», revela.


Ponencias de impacto

Como muy acertadamente apuntaba el Dr. Autrán se aprende de maestros, de la gente a la que admiras. De las ponencias más impactantes de las que ha sido espectador, el Dr. Teixeira se queda «por supuesto con las de Víctor Küppers. Es un comunicador brutal. Otro que me encanta es Carles Torrecilla. Fue mi profesor durante el MBA y todas sus charlas me marcan. Y hace ya unos siete años, recuerdo una presentación de Carlos Oteo en SEPES. Fue fantástica. Hizo una presentación con unas fotos clínicas bastante normales, nada espectaculares, unas diapositivas sencillas, pero con una historia y un mensaje demoledor. Siempre que lo veo aún se lo recuerdo».

Al año 1984 se remonta Fernando Autrán, a la asistencia a uno de sus primeros cursos como recién licenciado «de un señor de Madrid que hablaba de composites. El Dr. Manuel Antón Radigales. Desde aquel día supe que yo quería hacer composites como los hacía aquel señor. Fue una experiencia brutal. Hice todos los cursos que pude con él. Cada vez que venía a Barcelona yo estaba en primera fila. Aprendí de él todo lo que pude. Los años me permitieron conocerle mejor y la vida me obsequió con la oportunidad de poderle invitar como profesor en el Diploma de Estética Dental que dirijo desde 2010 en la SCOE (Sociedad Catalana de Odontoestomatología). He conocido y aprendido de muchos grandes profesores de todo el mundo, pero esas charlas en el COEC de la calle Tapinería, con Don Manuel, con diapositivas hechas con dibujos suyos, fueron el germen de mi vocación por los composites», recuerda con nostalgia. Además, del Dr. Manuel Antón, «otra charla que supuso un cambio en mi vida profesional fue la primera vez que vi a Ronaldo Hirata en acción, hace nueve años. Su estilo de presentación, fresco, desenfadado, incluso rompedor y algo provocador me gustó. Vi algo diferente en él. Y lo sigo viendo después de haber compartido con él una infinidad de cursos y charlas. Me gustaría pensar que en este tiempo en el que hemos colaborado juntos tantas veces, se me ha pegado algo de su estilo», asegura Autrán.

Hablar en público

En el capítulo de ídolos Juan Zufía manifiesta admiración por un buen número de profesionales «como mi amigo Ramón Gómez Meda, Iñaki Gamborena, Leticia Sala y Paulo Mesquita. Es impactante verlos sobre el escenario, siempre aprendes algo y te das cuenta del talento innovador en cada una de sus charlas. Pero quizá la ponencia más impactante para mí fue una de Sidney Kina, en la que antes de su presentación, el proyector se apagó para no volver a encenderse. Kina dio una conferencia «a capella» de 60 minutos sobre un tema denso y farragoso como es la «cementación de restauraciones totales y parciales». Fue una auténtica obra maestra, haciendo participar al público y sin perder la sonrisa en ningún momento. Solo un grande de la formación es capaz de eso».

Novedad, transgresión, preparación… los elementos para que una presentación sea más o menos atractiva varían de unos profesionales a otros. A Miguel Arroyo, por ejemplo, «le gustan las ponencias atractivas, gente que se atreve a ofrecer algo nuevo y transgresor y no por ello dejar de ofrecernos ciencia y mensajes directos que te animan a mejorar». Para Isabel Giráldez lo más relevante es la practicidad de lo escuchado: «He asistido a muchas ponencias muy, muy buenas, y todas ellas de diferentes temas. Pero tienen una cosa en común, los especialistas están tan formados en ese tema que consiguieron transmitirme algo muy complejo como algo sencillo de realizar». Y para Julia García, por encima del quién, el qué es lo esencial: «Hay buenos oradores que no tienen nada que decir y malos oradores que merece la pena cada segundo de su charla. Si existe una combinación de ambas, la charla se convierte en un disfrute total».


Anécdotas varias

Desde salir al escenario con una alarma en la chaqueta hasta una indisposición de última hora de tu compañero de exposición para dejarte «solo ante el peligro». Así nos describen tres de nuestros protagonistas algunas anécdotas en su historial como ponentes que no olvidan.

Hablar en público

– «Mi amigo el Dr. Marc Gil y yo estábamos invitados a dar una charla cada uno en un Congreso Internacional en La Habana. La suya sobre oclusión en casos de estética dental, y la mía de estética dental con composites. Como en aquel momento trabajábamos juntos en la clínica, se nos ocurrió que podíamos mezclar ambas, alternándonos en el escenario. La idea era hacer una puesta en escena algo diferente y divertida. Lo ensayamos varias veces y salía muy convincente y divertido. Pues bien, la noche anterior a la charla, yo me sentí francamente indispuesto, hasta el punto de verme incapaz de dar la ponencia al día siguiente. Se lo comuniqué a Marc Gil y palideció al instante. ¿Y ahora qué hacemos? Preguntó. Creo que tendrás que dar tú la charla entera, dije yo. Tendrías que haber visto la cara del Dr. Marc Gil cuando me vio aparecer en el último minuto en el hall del hotel. A pesar de no haber pegado ojo ninguno de los dos en toda la noche, todo salió como habíamos previsto y la charla a dúo fue un auténtico éxito». Dr. Fernando Autrán.

– «Cuando te expones siempre suceden anécdotas. Si tuviera que destacar una fue durante una charla para un grupo no muy numeroso, y durante la presentación tenía varios vídeos editados donde siempre incluyo sonido. Una de las asistentes me pidió que por favor bajará el sonido de la presentación. Por supuesto accedí, pero en el siguiente vídeo de nuevo había sonido y me pidió, ya no de tan buenas formas, que eliminara de una vez el sonido de todos mis vídeos porque le estaba molestando profundamente. Momento tenso, pero al final sobrevivimos». Dr. Francisco Teixeira.

– Recuerdo una vez, en un congreso de Sepes, me había preparado un chascarrillo de 3 minutos para romper el ritmo a mitad de la charla. Cuando terminé mi chascarrillo, la gente no paraba de reír y aplaudieron de repente. Dr. Juan Zufía.

– «Hará unos diez años, en la Universidad de Puerto Rico, di una charla de dos horas frente a un auditorio de unas 200 personas. Estrenaba chaqueta para la ocasión. No me di cuenta hasta terminar la conferencia que de uno de los laterales de la chaqueta colgaba un aparatoso artilugio de alarma antirrobo que ponen en las tiendas. No me explico cómo no sonó al salir de la tienda, ni cómo no me di cuenta de que la llevaba hasta terminar mi charla, cuando una señorita me lo advirtió. En realidad, es una tontería, pero diez años después aún lo recuerdo». Dr. Fernando Autrán.

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