El verano es una buena estación para aprovechar el mucho tiempo libre y dedicar una parte de él a la lectura. Dicen que hay un tipo de libro para cada trimestre y que en el estío el más apropiado es el género negro porque es más ligero y no introduce complicaciones a la plácida temporada vacacional.
Sin entrar en disquisiciones que no conducen a nada, porque de todo hay en la viña del señor, reconozco que en mi caso ocurre algo de eso y aparco los sesudos pensamientos de Ortega, Laín Entralgo o Julián Marías, por ejemplo, para cuando el cerebro está más activo y menos sesteante que en el periodo canicular del año, empeñado en descansar, y ataco con todas mis fuerzas las novelas de Michael Connelly, Dashiel Hammett, Petros Markaris o Donna Leon. Aunque, bien pensado, la elección de lectura más bien obedece al estado de ánimo del individuo que a las condiciones atmosféricas, pese a que la temperatura, el sol, o su ausencia, y hasta la fritura andaluza influyan decisivamente en nuestra disposición a afrontar un nuevo día cuando llega la hora de ponernos en marcha.
También la novela negra ha evolucionado y de los relatos de Hammett, creador del género, a los de la yanqui veneciana Leon hay un trecho largo. Ese mundo hammettiano de mujeres fatales, tipos duros con los labios casi siempre cerrados para mantener el humeante cigarrillo –sin filtro, claro– que solo son abiertos para soltar alguna chulería a su interlocutor o para engullir un largo trago de whisky –ya estamos todos imaginando a Bogart–, poco tiene que ver con los ambientes en que se mueven los protagonistas de las actuales novelas más dados a tomar partido –a veces cínicamente– de los problemas sociales, políticos y hasta medioambientales. De Sam Spade a los comisarios Guido Brunetti o Kostas Jaritos o el detective Harry Bosch hay un trecho largo. Las vidas personales de los personajes tienen tanto espacio en la trama de la novela como el caso delictivo que han de desenmarañar hasta dar con los culpables. Las peripecias de los investigadores llevan hasta el lector el problema del turismo desmedido en Venecia, los atascos permanentes en Atenas o la artificialidad de Los Ángeles, por no hablar del machismo, la violencia doméstica y el resurgimiento del nazismo en la sociedad sueca que denuncia en sus novelas Stieg Larsson a través de las vidas del periodista Mikael Blomkvist y la hacker veinteañera Lisbeth Salander. En fin, que hoy la novela negra ofrece mucho más que la investigación de un simple caso delictivo como ocurría hace años.
¿Y qué no ha cambiado en el mundo en pocas décadas? También las profesiones han sufrido transformaciones que hacen que hoy, incluso siendo las mismas, se parezcan poco a como eran ejercidas ya no por nuestros padres sino por nuestros hermanos mayores. Del periodismo comprometido y veraz se ha pasado al «mira lo que me han contado» de los descontrolados blogueros sin vergüenza alguna, y del dentista ético y fiel a la deontología médica hemos llegado al «ven a que te blanquee los dientes gratis a ver cuántas caries te encuentro». Como vemos, el género negro evoluciona en todos los ámbitos y sin visos de que el cambio vaya a mejor.
Son temas que podremos tratar, junto a muchos otros, cuando, recién llegados de las vacaciones, nos encontremos el jueves 12 de septiembre en la entrega de los premios Gaceta Dental. Una forma lúdica de despertar las neuronas tras el descanso estival.