Hay sorpresas y sorpresas. Y la que se llevó un usuario de la compañía Singapore Airlines el pasado febrero no fue pequeña. Estaba el buen hombre, Bradley Button por nombre, tranquilamente arrellanado en su asiento durante el momento de la comida servida en el vuelo SQ248, que cubre la ruta entre la neozelandesa ciudad de Wellington y la australiana de Melbourne, y ya dando buena cuenta de los platos del menú que le había dispensado una amable azafata cuando en una porción de arroz sintió la presencia de un pequeño grano de una dureza superior a lo habitual para tratarse de uno más de los del almidonado cereal que integraban el guiso. O sea que Button se barruntó que eso no era arroz normal y que su mayor consistencia no se debía a la falta de cocción sino a su naturaleza misma, de origen distinto al del fruto de la gramínea que componía la receta que tenía en su plato.
Efectivamente, Button sacó de su boca un diente, que no era suyo. Requerida la presencia de la auxiliar de vuelo, esta vino a decirle que era un grano, sí, pero una china, una piedra pequeña, no un diente y que se lo llevaría para analizarlo, a lo que Button dijo que nones y, tras hacer una foto con su móvil (ver imagen superpuesta a la del avión), presentó la correspondiente queja ante la compañía, que, según dicen, le ofreció una indemnización de 75 dólares, se supone que australianos o neozelandeses (algo más de 50 dólares de EE UU). Una cantidad que se antoja pequeña tanto si se trata de valorar el error cometido como el diente en sí (sobre todo este que estaba por las nubes), pero no tanto si la tasación se refiere a un grano de arroz… al dente, eso sí.