Introducción
Durante las últimas décadas las carillas cerámicas han proporcionado excelentes resultados estéticos en el tratamiento del sector anterior y ha sido probada su tasa de éxito a largo plazo. En este tiempo, han surgido diferentes técnicas y diseños sobre los tipos de preparación con el fin de generar un espesor adecuado para el material restaurador (1-8).
El resultado a largo plazo de las carillas de cerámica está directamente relacionado con la conservación del esmalte. La literatura ha demostrado que la presencia o ausencia de esmalte es crítica y, como resultado, la preparación conservadora de las carillas es fundamental (1-8).
Las carillas cerámicas con una reducción mínimamente invasiva suponen una opción ideal siempre y cuando se realice una planificación correcta del caso siguiendo las indicaciones específicas necesarias para el empleo de este procedimiento restaurador.
La preparación de carillas puede estar guiada por la superficie del diente existente, por intermedio de fresas calibradas, técnica poco precisa que incrementa el riesgo de efectuar una preparación más agresiva y consecuente exposición dentinaria, o puede estar basado en el volumen/anatomía de la restauración final deseada (9, 10).
Magne et al. plantearon, en 1999, un método de preparación que incluía el uso de llaves de silicona, para transmitir la información del encerado diagnóstico. Se emplean en vestibular, con forma de libro con o sin apoyo en los dientes adyacentes, y en palatino para controlar la reducción del borde incisal. Aunque el clínico puede evaluar la posición de la futura restauración utilizando este método, el procedimiento tiene una precisión limitada y es sensible a la técnica, especialmente porque la silicona es un material flexible. Otra desventaja es la visibilidad limitada a través de los índices de silicona que nunca permite al clínico observar el 100% de la superficie de preparación (10, 11).