Intenté formar parte del departamento de Odontología Conservadora en la Complutense y después de un curso lo tuve que dejar. No teníamos muchas cosas, tampoco sueldo, lo menos importante. Así era muy difícil enseñar.
En 1975 comenzaron a abrirse nuevas facultades en toda España, Valencia fue una de ellas. Un grupo de amigos, con los doctores Canut y Peydró al frente, invitaron a profesionales valencianos a formar parte del grupo que fundó la Escuela de Estomatología de Valencia. Yo tuve la suerte de ser uno de ellos.
Se habilitó el sótano de la Escuela de Enfermería y se creó la Facultad de Estomatología. Las teóricas en Medicina y allí las prácticas. Fueron años bonitos y divertidos, con un bar con terraza a la puerta. Buen ambiente y ganas de aprender y trabajar. Nadie cobraba –yo por lo menos–, y así estuvimos varios años. Trabajaba en Madrid e iba a Valencia casi todas las semanas, de jueves a sábado o domingo.
El trayecto Valencia-Madrid lo he hecho en coche; autobús; todo tipo de trenes; avión; en camión, con mi amigo Mora, de mi pueblo, que pasaba por Madrid con frutas y verduras a Valladolid, Medina y alrededores; me dejaba en Legazpi y allí me esperaba Julia.
No recuerdo cuándo me he jubilado de la facultad; hace ya varios años, pero he sido encargado-profesor asociado de Endodoncia; profesor y co-director del Máster de Endodoncia y profesor asociado de Odontología de Adultos, en total unos 35 años o más. Y, hoy, soy profesor invitado en tres Universidades de Valencia: La Católica, el CEU y la Literaria, en donde alumnos míos dirigen los grados y postgrados de Endodoncia. Con que me paguen la comida –paella, naturalmente–, y lo que suelan dar a los profesores invitados, no les pido nada más, ya que siempre he hecho coincidir estas clases con partidos de fútbol del Valencia y voy en coche con Julia. Parece que fue ayer cuando estábamos en el sótano y en el bar en la terraza-patio.