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José Mª Bermúdez de Castro: «El árbol genealógico humano se ha multiplicado en los últimos quince años»

José Mª Bermúdez de Castro, coordinador del Programa Paleobiología de Homínidos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH)

Con el objetivo de arrojar un poco de luz sobre la evolución humana y para conocer el papel que juegan las piezas dentales en el estudio antropológico, hemos hablado con el doctor José Mª Bermúdez de Castro, quien asegura que los dientes pueden proporcionarnos información sobre paleodemografía, taxonomía, así como sobre los comportamientos culturales y la nutrición de nuestros antecesores.

Hacia dónde vamos? Esta es la pregunta sobre la que el doctor José Mª Bermúdez de Castro ha basado todo su trabajo. El gran hallazgo que ha marcado su carrera antropológica es el descubrimiento del Homo antecessor en la Gran Dolina (Atapuerca), en 1994, que le hizo merecedor del Premio Príncipe Asturias de Investigación Científica y Técnica, en 1997. Ahora, recientes investigaciones realizadas con fósiles dentales de un yacimiento del norte de China apuntan a la existencia de una nueva especie humana aún sin catalogar.

—Los estudios llevados a cabo por el Grupo de Antropología Dental del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) apuntan a la existencia de una nueva especie humana. ¿Se trata de un homínido que convivió con el Homo sapiens y el Homo neanderthalensis en el mismo periodo de tiempo?
—Las últimas investigaciones de nuestro grupo sobre el yacimiento de Xujiayao apuntan a la presencia en China de una población humana diferente de la nuestra, de los clásicos Homo erectus y de los neandertales (Homo neanderthalensis). Las tres especies coexistieron en África y Eurasia, pero puede que no fueran las únicas de finales del Pleistoceno Medio e inicios del Pleistoceno Superior (hace unos 120.000 años).
Desde hace mucho tiempo, el Homo erectus ha sido considerada como la única especie de Asia hasta la llegada del Homo sapiens, hace unos 100.000 años. Nosotros tratamos de romper con esta idea, demasiado afianzada en la paleoantropología por falta de investigaciones sistemáticas en este territorio. Nuestros trabajos con las colecciones de dientes de China nos hablan de una gran variabilidad en la que podrían caber varias poblaciones. Si nuestra hipótesis es correcta, podríamos hablar de diferentes subespecies o de distintas especies.

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Maxilar fósil infantil y dientes en desarrollo del yacimiento chino de Xujiayao. Foto cedida por Xing Song Xing Song, del IVPP de Pekín.

—¿Cómo es el yacimiento donde se han localizado los fósicles y qué trascendencia tiene su hallazgo?
—Los restos fósiles proceden de un yacimiento al aire libre, próximo a la localidad de Xujiayao, en la provincia de Shanxi, a varios cientos de kilómetros al este de Pekín, y fueron encontrados en una cueva de Mongolia (Denisova).
Entre los fósiles hallados resulta muy interesante el estudio del ADN de un diente humano y una falange que hemos encontrado de entre 50.000 y 30.000 años de antigüedad. Dicho estudio ha ofrecido resultados muy interesantes e inesperados. Los llamados denisovanos tienen un genoma muy particular, que podría diferenciarse de los Homo erectus clásicos.
Si estos dos restos fósiles hubieran sido descritos solo desde el punto de vista morfológico hubieran sido incluidos en la especie Homo erectus sin más discusión. Sin embargo, su ADN tan particular ha llevado a los expertos a proponer que los denisovanos pudieron pertenecer a una especie distinta.

—¿Qué transcendencia tendrá este descubrimiento en el conocimiento de la evolución humana?
—Los fósiles del yacimiento de Xujiayao son muy particulares y han llamado la atención por su similitud morfológica con el diente de Denisova (un enorme tercer molar superior) y no sería extraño que se propusiera un estudio genético de los fósiles.
Por otro lado, estamos solo en el comienzo de nuestra colaboración con el equipo de investigación del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología (IVPP) de Pekín (China) y apenas hemos tenido ocasión de publicar tres trabajos científicos sobre otros tantos yacimientos. Se trata de estudiar tanto los fósiles excavados hace años, como los nuevos yacimientos. Entre nuestros objetivos figura la caracterización de las poblaciones de cada período por su morfología dental para poder así contrastar nuestras hipótesis sobre el poblamiento de Eurasia en varias oleadas migratorias en épocas muy diferentes por grupos humanos distintos.

—¿Qué información podemos obtener de un diente?
—La información que podemos extraer de los dientes es muy valiosa porque no solo están formados por los dos tejidos más duros y resistentes del organismo, sino que, además, se encuentran en contacto con el medio (masticación de alimentos y uso en tareas de tipo cultural). Esa resistencia hace que el registro fósil esté formado en su mayor parte por dientes. De ahí su importancia en la caracterización de especies fósiles.
La histología dental ha proporcionado una herramienta extraordinaria para estimar la edad de muerte. Recordemos que los tejidos dentales no sufren el mismo proceso de remodelación que los huesos y sus estrías. En la actualidad, el estudio mediante micro-CT está proporcionando una información increíble para diferenciar el esmalte, la dentina y la cavidad pulpar sin necesidad de destruir los dientes. Además, estas piezas representan la mejor «caja fuerte» para la conservación del ADN antiguo en fósiles de cierta antigüedad.

—¿En qué campos se aplica la Antropología Dental?
—El estudio de los dientes permite obtener información en paleodemografía, taxonomía, calidad y naturaleza de la dieta y comportamiento en aspectos culturales. Además, su estudio en investigaciones forenses puede ser determinante, sin necesidad de recurrir al análisis del ADN.

—¿Qué avances tecnológicos han permitido el desarrollo de esta especialidad?
—El micro-CT es la herramienta de moda. La caracterización de los tejidos dentales mediante esta tecnología puede ser una herramienta con un gran futuro, especialmente en estudios paleontológicos. Su uso, cada vez más generalizado en el ámbito de la evolución humana, permite la reconstrucción digital de los dientes mediante programas informáticos. Los especímenes no sufren ninguna alteración y el trabajo posterior se realiza en un modelo digital tridimensional, donde los tejidos dentales se estudian por separado en la pantalla de potentes ordenadores.

—¿Cuáles son los descubrimientos recientes que más han sorprendido a la comunidad científica en el campo de la evolución humana?
—Desde el comienzo del siglo XXI hemos asistido al descubrimiento de nuevas especies de la geneaología humana. Los yacimientos se buscan hoy en día con métodos muy sofisticados y equipos humanos muy preparados. Casi no quedan opciones para los hallazgos casuales, como sucedía hace unos años. Este hecho ha llevado al descubrimiento de gran cantidad de fósiles y a la caracterización de nuevas especies, casi todas africanas, como Ardipithecus ramidus (entre 4,5 y 4 millones de años, Etiopía) o Australopithecus sediba (2 millones de años, Sudáfrica). No podemos olvidar el hallazgo y caracterización de Homo floresiensis (90.000-13.000 años, Isla de Flores, Indonesia). Éste ha sido uno de los descubrimientos más controvertidos de estos últimos quince años. Para algunos se trata de una especie de enanos de cerebro muy pequeño (unos 400 centímetros cúbicos), evolucionados en aislamiento durante miles de años. Para otros se trata de una población relativamente moderna de nuestra propia especie, afectada por alguna enfermedad o problema genético. En resumen, el árbol genealógico de la humanidad se ha enriquecido de manera muy notable en los últimos quince años. La morfología de muchos de los especímenes encontrados ha sido sorprendente y está ayudando a entender mejor nuestra evolución durante los últimos seis millones de años.
Hemos progresado mucho en el conocimiento del cómo y cuándo de la locomoción bípeda, sabemos más sobre el surgimiento de la primera tecnología de piedra, que ya hemos llevado a los 2,7 millones de años, y hemos aprendido sobre cómo se produjo el incremento del cerebro. Pero quizá lo más importante es que hemos enriquecido la lista de preguntas que aún quedan por responder.

—¿Con un conocimiento más exhaustivo de nuestro pasado podemos predecir mejor el futuro de la evolución humana o sigue siendo una incógnita?
—Es obvio que el conocimiento del pasado nos permite reflexionar sobre nosotros mismos. Conocemos nuestro origen, fortalezas y puntos débiles. Esa reflexión tendría que ayudarnos a planificar mejor nuestro futuro, pero aunque los intentos de miles de personas implicadas es impresionante y encomiable, los intereses económicos parecen mucho más fuertes. Quizá hemos entrado en un callejón sin salida que podría conducirnos hacia la extinción. No obstante, existen muchas esperanzas de supervivencia de la especie gracias a nuestra elevada inteligencia. El precio que habrá que pagar en un futuro –tal vez no muy lejano– por nuestros excesos será elevado, pero tengo confianza en que saldremos adelante. Seamos pues optimistas. Aún así, ¿podemos predecir el futuro de nuestra especie?
Si nuestra evolución continúa durante un millón de años, por arrojar una cifra, nadie es capaz de aventurarse a decir cómo seremos en ese lejano futuro. Los cambios genéticos y el medio en el que nos moveremos, que son los motores de la evolución, son una gran incógnita, por lo que no es posible hacer esas predicciones. Y aunque ya seremos capaces de controlar el genoma humano a voluntad, nadie sabe cuáles serán los planes de ese hipotético descendiente de Homo sapiens. Quizá todo eso suceda en un planeta habitable, al que hayamos tenido que emigrar. Entramos en el terreno de la ciencia ficción, pero, en cualquier caso, excitante para nuestra imaginación.

—En alguna ocasión usted ha afirmado que biológicamente no somos tan distantes de nuestros antecesores. ¿Podemos decir entonces que es el conocimiento basado en el aprendizaje y no la genética la que nos hace evolucionar?
—Aunque nos hemos distanciado genéticamente de nuestros primos hermanos, los chimpancés, compartimos muchos caracteres anatómicos y un comportamiento similar. Tras nuestra separación del último antecesor común (hace entre seis y siete millones de años), hemos evolucionado por separado hasta distanciarnos en casi un dos por ciento de nuestro genoma comparable. Aunque la cifra no es despreciable, lo que compartimos sigue siendo mucho. Cierto es que nuestra neocórtex cerebral ha experimentado un incremento considerable con respecto a la de los chimpancés y, en particular, el de ciertas regiones del lóbulo prefrontal, pero en la mayor parte de los casos se trata de saltos cuantitativos más que cualitativos.
Somos más sociales, pero seguimos siendo tribales, territoriales y jerárquicos. La violencia ha dejado de ser una herramienta evolutiva necesaria para convertirse en un hecho brutal e injustificable. Por el contrario, hemos inventado el arte, la ciencia, el deporte, etc. Hemos incrementado hasta niveles increíbles otras actividades, como la política, y nuestro pensamiento está impregnado de un fuerte componente simbólico. Todo ello es fruto de cambios genéticos, pero también de nuestra enorme capacidad de socialización. La interacción entre millones de individuos, especializados en una gran cantidad de tareas diferentes, ha sido un factor decisivo en la creatividad y la innovación. Ya nadie trabaja solo. Únicamente los equipos son capaces de progresar y conseguir los logros a los que han llegado las sociedades más avanzadas. Aquellos pueblos que aún permanecen (quizá por suerte) aislados de la civilización siguen persistiendo de la caza y la recolección, tal y como hemos vivido durante el Paleolítico.

—¿Con qué problemas se encuentran en la actualidad las instituciones que centran sus esfuerzos y su actividad en torno a la investigación?
—Por desgracia, el tsunami de la crisis económica se ha llevado por delante muchos de los logros y esperanzas de la sociedad en países como el nuestro. Los medios hablan de la educación y de la sanidad, dos pilares fundamentales, pero apenas se habla de la ciencia, un tercer pilar muy importante para construir el futuro.
El progreso de cualquier país está en el trabajo de las personas que lo forman. De ahí que los recortes en educación sean tan perniciosos. Pero aquellos que llegan lejos en su formación y desean pasar la frontera del conocimiento mediante investigaciones científicas punteras se encuentran con dificultades enormes. De ahí que muchas de nuestras mejores cabezas se marchen a otros países para desarrollar sus inquietudes. No se trata de movilidad –algo también deseable–, sino de una verdadera desbandada de mentes privilegiadas. Y quizá lo más importante no sean los medios materiales para trabajar, sino la posibilidad de integrarse en equipos fuertes. Como respondí en la pregunta anterior, sin trabajo en equipo no hay resultados, por lo que nuestra única salida consiste en integrarnos en grupos internacionales y aportar así el grano de arena que nos ha quedado.

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