Andaba yo colgado imaginariamente del techo, dándole vueltas a la cabeza sobre los temas de actualidad: que si el ébola, que si tarjetas oscuras tirando a negras, que si plebiscitos, que si el gas ruso, que si el petróleo canario, que si baja la bolsa y sube la prima esa del riesgo, que si Messi, que si Ronaldo, que si el niño Nicolás… ¡Uf!, qué estrés. Y, de repente, no sé porqué, me viene a la memoria mía –por otra parte, pobre memoria– esa máxima aprendida en la facultad de los que quisimos ser émulos de Mariano José de Larra –y nos quedamos en el camino– de que el periodismo ha de cumplir con la famosa triada de formar, informar y entretener.
Algo que, aunque se intente, no siempre se consigue, y que todavía resulta más complicado de cumplir cuando se trata de elaborar publicaciones profesionales, muy específicas, muy centradas en una materia concreta. Caso de Gaceta Dental, sin ir más lejos. Y seguí un tiempo más con mis –seguramente absurdas– divagaciones, que me llevaron a pensar –un bien del que ando falto últimamente– que somos capaces de cumplir las tres premisas. Y doy comienzo por lo más difícil en las revistas profesionales, lo de entretener. Vale, no todos los profesionales pensarán lo mismo, pero hay más de dos y de cinco, y hasta de cien, que dicen pasárselo pipa cuando la revista llega a sus manos. Y como tampoco es cuestión de caer en la tentación de crear una sección de chistes y pasatiempos, pues nos buscamos las castañas en forma de noticias que aporten un algo más a la mera actualidad, para que el contenido sea variado y –ahí está la cosa– entretenido. Aunque, bien mirado, las revistas profesionales juegan con ventaja en este apartado pues quienes se acercan a ellas lo hacen ya influidos por su interés en la materia que aborda; es decir, llegan a esas publicaciones convencidos de que el contenido les va a entretener.
Lo de informar está todavía más claro, porque todas las noticias, artículos, reportajes y, ¡ojo!, también las publicidades, llevan implícita y hasta explícita su carga de información. Que si de algo puede presumir esta revista es de ser un claro soporte de divulgación de cuanto interesa al sector dental.
Y queda pendiente la tercera condición periodística: la formación. Y en esto Gaceta Dental puede sacar pecho ahora más que nunca tras la puesta en marcha de un proyecto que quiere servir de ayuda a cuantos tienen intenciones de seguir con su formación y se pierden en la amplia y desordenada oferta existente en el mercado de los estudios para los profesionales del sector. Por eso están en proceso de alumbramiento –en la próxima primavera verán la luz– la Guía y el Salón de la Formación Dental –Dentalus lo hemos llamado–, para organizar esas muchas propuestas de cursos teóricos y prácticos que proliferan en el campo dental.
No es un tema baladí, porque en el exiguo periodo de tiempo que llevo en el sector han sido muchos los profesionales que me han comentado esa sensación de impotencia que les invade a la hora de tener que seleccionar un curso para seguir formándose, por ejemplo, en su especialidad –perdón, quería decir especialización–, unos estudios cada vez más necesarios, si no imprescindibles, como ha puesto de manifiesto la FDI europea al recomendar a España la obligatoriedad de esos cursos de formación continua para que los dentistas puedan renovar su licencia de actividad anualmente, como ocurre en los países de nuestro entorno.
Y no podemos olvidar en este capítulo a higienistas y protésicos, que si bien no gozan de una oferta formativa tan amplia sí necesitan que se les aclare la que hay, incluso –o quizás especialmente– para quienes optan por iniciar estos estudios con vistas al mercado laboral.
Y en esas estamos, porque ya no vale dejarlo para más adelante, lo del vuelva usted mañana –aunque aplicado a otro asunto, el del funcionariado– que quedó en la antología del periodismo gracias a El Pobrecito hablador se escribió en el XIX. Digo yo que algo habremos aprendido desde entonces. Las cosas que son necesarias hay que hacerlas ya.