La pérdida de un implante por infección muchas veces da como resultado un defecto óseo en anchura y altura que imposibilita la colocación de un nuevo implante en posición óptima (1).
Se han descrito muchas técnicas para regenerar las crestas atróficas en las que no es posible estabilizar un implante. La regeneración ósea guiada con membranas no reabsorbibles y hueso autógeno es la que tiene más documentación en la literatura (2-10).
Otro enfoque quirúrgico ampliamente documentado con una altísima tasa de éxito es el uso de bloques corticomedulares (11, 12). Estos bloques monocorticales deben contener una cantidad considerable de medular que asegure su revascularización y, por consiguiente, su incorporación vital, deben cubrirse con membranas reabsorbibles de colágeno para evitar la reabsorción.
En los últimos años el profesor Fouad Khoury (Universidad de Münster, Alemania) ha documentado con éxito una técnica de regeneración basada principalmente en el uso de bloques corticales extrafinos de hueso autógeno obtenidos de la línea oblicua externa mandibular. Estos bloques, que debido a su mínimo grosor (1 mm) son fácilmente revascularizables, actúan a manera de «membrana natural biológica» entre la cresta alveolar y ellos mismos, rellenando el espacio resultante con hueso autógeno particulado (13-15).