La colocación de implantes en la zona posterior maxilar es actualmente un desafío en la rehabilitación fija implanto-soportada. Con la pérdida de las piezas dentales, los estímulos que mantienen el hueso alveolar desaparecen generando un proceso degenerativo que provoca el estrechamiento de la anchura de la cresta ósea y, consecuentemente, la disminución del trabeculado y de la altura. Otros factores están también directamente relacionados, tales como, pneumatización del seno, morfología inadecuada, calidad ósea de la región y la edad, que es inversamente proporcional a la densidad ósea (1-2).
La técnica de elevación del seno maxilar es muchas veces una excelente opción del tratamiento en estas situaciones clínicas.
En 1975 Hilt Tatum introducía esta técnica con colocación de huesos autólogos o biomateriales como material de injerto en la pared inferior del seno por debajo de la membrana de Schneider. Posteriormente, esta técnica fue perfeccionada por Misch. Ambos proponen una elevación de la pared inferior del seno a través de una ventana lateral de acceso con colocación de los implantes con el objetivo de ganar una altura vertical hasta los 12 mm (3).
A nivel de la zona posterior del maxilar se considera necesaria una altura de hueso de 6 mm y una anchura mínima de 7 mm para la colocación de implantes.
Esta técnica fue posteriormente modificada en 1980 por Boyne y James (5-7).
La colocación de los implantes simultánea a la elevación del seno maxilar tiene ventajas en el tratamiento de los pacientes, una vez que disminuye la morbilidad debido al menor número de intervenciones quirúrgicas, menor tiempo de cicatrización y menor riesgo de reabsorción del material injertado (8-12).