La expresión del crecimiento vertical de la cara está condicionada por la dirección de los vectores de crecimiento que, a través de la manifestación de sus condicionantes genéticas, y también por las modificaciones inducidas a propósito de las alteraciones funcionales, durante el periodo de crecimiento del paciente, pueden terminar por representarse clínicamente como mordidas abiertas de diferentes magnitudes y asociadas a rostros con tercio inferior más o menos altos.
Estas variaciones del crecimiento vertical están bien reflejadas en parámetros de distintos estudios cefalométricos que nos sirven de referencia en la definición y descripción de las características faciales. En la cefalometría de Ricketts, por ejemplo, encontramos medidas como la altura facial inferior, la inclinación del plano mandibular, el arco mandibular y la inclinación del plano biespinal, que nos ayudan a identificar, valorar la magnitud del conflicto y el compromiso de las distintas partes del esqueleto afectado.