La hipertensión arterial afecta a casi el 40 por 100 de la población, prevalencia que está aumentando notablemente en la actualidad y es uno de los principales factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares, consideradas en España como la primera causa de mortalidad. La periodontitis a su vez afecta a un 73 por 100 de la población y se ve agravada por el estrés, algo llamativo en la situación económica actual. Por tanto, cada vez son más los pacientes que reúnen estas dos características de hipertensos y afectados por periodontitis que requieren tratamiento odontológico. Se ha estudiado una posible relación entre ambas patologías que, más ahora que nunca, merece ser analizada y tenida en cuenta en una consulta de Odontología.
Palabras clave: hipertensión, periodontitis, Odontología, antihipertensivos, sangrado.
La presión arterial es una medición de la fuerza ejercida contra las paredes de las arterias a medida que el corazón bombea sangre a través del cuerpo. La presión arterial tiene dos componentes:
1. Presión arterial sistólica: corresponde al valor máximo de la tensión arterial en sístole (cuando el corazón se contrae). Se refiere al efecto de presión que ejerce la sangre eyectada del corazón sobre la pared de los vasos.
2. Presión arterial diastólica: corresponde al valor mínimo de la tensión arterial cuando el corazón está en diástole o entre latidos cardíacos. Se refiere al efecto de distensibilidad de la pared de las arterias, es decir, el efecto de presión que ejerce la sangre sobre la pared del vaso. Las lecturas de la presión arterial se miden en milímetros de mercurio (mmHg). Los valores normales de presión arterial varían entre 90/60 y 120/80 mmHg. Valores por encima de 140/90 mm de mercurio son indicativos de hipertensión o presión arterial alta y por debajo de 90/60 son indicativos de hipotensión o presión arterial baja. Estos valores dependen de la edad (se incrementan con el envejecimiento) y del sexo (son menores en las mujeres, y en ellas aparece a mayor edad). También hay que señalar que estos valores no son constantes a lo largo del día, sino que presentan una gran variabilidad con los ritmos circadianos, registrándose los valores más bajos durante el sueño (20).
Artículo interesante, de mucha utilidad en mis estudios de salud pública.