La reciente modificación de las pensiones en nuestro país, afecta muy especialmente a los autónomos, acostumbrados a cotizar en mínimos durante gran parte de su vida activa, lo que ahora viene a minorar significativamente sus haberes tras la jubilación, algo que los medios de comunicación apenas han resaltado.
La ya de por sí problemática jubilación de un trabajador autónomo se ve trufada de complicaciones específicas en el caso del profesional de la odontología, acostumbrado a un nivel de vida que es complicado mantener después de la vida activa, y que desde luego hay que anticipar con mucho tiempo de antelación (décadas). El manejo inteligente de los activos que se hayan generado durante la vida profesional, y la definición de los tiempos con una adecuada planificación económica y financiera que anticipe bien la situación de jubilación, puede lograr mantener un nivel de calidad de vida similar ó muy parecido al que se disfrutó en activo como profesional de la odontología.
La pensión pública para un autónomo ha pasado a calcularse sobre la base de cotización de los últimos 25 años trabajados, en lugar de los 15 considerados hasta ahora; esto quiere decir que para disfrutar de una pensión máxima, y dando por buena la jubilación a los 67 años, se debería de comenzar a cotizar el máximo con 42 años de edad, en lugar de los 50 habituales hasta ahora. Hay un periodo de transición en el cuál se va añadiendo un año más al cálculo, desde 15 a 25, a partir del año 2013, de tal manera que aquellos que se jubilen a partir de 2023 ya se les calculará su pensión con los 25 últimos años cotizados, viendo sustancialmente minorada su pensión respecto a lo que tenían calculado previamente. Los que estén dispuestos a trabajar unos años más, hasta los 70 por ejemplo, podrán minorar este efecto negativo con el plus que se ofrece al que alargue voluntariamente su cotización (un 3,5 por 100 por año añadido a los 67 establecidos), algo bastante habitual en muchos profesionales de la odontología que incluso pasan los 70 trabajando.
Muy pocos profesionales van a mantener su calidad de vida de jubilado basándose en una pensión máxima pública, algo además inseguro en un país de inseguridades jurídicas.
Planes de jubilación privados
El siguiente paso a seguir son los planes de jubilación privados que se pueden contratar en entidades financieras o de seguros, bien sea de forma individual o colectiva (algunos colegios profesionales los contratan para todo el colectivo). Estos se pueden obviamente hacer a la medida económica de cada uno, siendo práctico tener dos, uno en renta fija ó de muy bajo riesgo y otro de mayor valor añadido, sirviendo el primero de refugio en caso de riesgo para los fondos del segundo. Tienen la gran ventaja de desgravar cada año según las aportaciones económicas aportadas durante el ejercicio, aunque a la hora de la jubilación todo el mundo pagará impuestos por su ahorro según la fórmula elegida para disfrutarlos.
Con todo, el principal activo de un profesional de la odontología cuando llega la hora de retirarse es su propia clínica o consultorio dental, que llegado el momento puede vender, alquilar ó traspasar; consiguiendo de este modo un muy importante montante económico que sumar a su jubilación, pudiendo representar el principal apoyo económico llegado ese momento crucial. Lo primero que hay que anticipar con tiempo es mantener en valor la clínica, convenientemente actualizada en cuanto a equipamiento, condiciones del inmueble, así como del equipo humano que la gestiona, llegando al momento de la jubilación de su titular en perfectas condiciones para su venta, alquiler o traspaso según lo que más interese en cada caso.
El principal activo de un profesional de la odontología cuando llega la hora de retirarse es su propia clínica o consultorio dental. |
La valoración de la consulta dental es un tema largo y difícil de objetivar. En principio cualquier valoración se basa en tres parámetros principales: el valor del inmueble, si éste es propiedad del profesional, la valoración del equipamiento y mobiliario, donde influye obviamente el estado de obsolescencia posible de la aparatología clínica y demás enseres, y finalmente la valoración de la cartera de pacientes o fondo de comercio de la clínica, que representa por último la razón principal de la operación y por tanto el principal objeto de valoración.
En este sentido, se usan como principales parámetros objetivables los siguientes:
1. El número total de historias clínicas del fichero.
2. El número de pacientes activos, tomando como tal las personas físicas diferentes que acudieron a consulta en los últimos 12 meses.
3. Las primeras visitas recibidas en el último año.
4. El número total de intervenciones realizadas durante el último año.
Por último se valorará el tipo y número de intervenciones de mayor valor añadido como puedan ser los implantes o las ortodoncias.
Habitualmente se tienden a simplificar éstas valoraciones definiendo un porcentaje sobre la facturación del último año como valor de traspaso del fondo de comercio, con el consiguiente riesgo de error; vale la pena valorar correctamente el activo con su correspondiente estudio completo.
Más útil resulta colaborar durante los últimos años de ejercicio profesional con el compañero que vaya a tomar las riendas de la clínica, lo que suele generar los mejores traspasos con los menores problemas, posibilitando que los pacientes se hagan poco a poco a la nueva situación, y esto sí que realmente mantiene en valor el fondo de comercio de la clínica.
En fin, llegado el momento de la jubilación, la adecuada gestión del resto de la columna de activos del profesional, bienes muebles ó inmuebles que se hayan llegado a acumular, así como ahorros de diversa índole; deben adecuadamente administrados en el tiempo, terminar de configurar una jubilación acorde al esfuerzo realizado en la vida activa, y también acorde con nuestra forma de vida de siempre.