Cuántas han sido las ocasiones en las que has escuchado esta frase de la boca de un paciente? ¿Cómo te has sentido cada vez que te expresaban sus miedos? ¿Cuáles han sido tus pensamientos en ese momento? ¿Qué has hecho para aplacar sus miedos? ¿Cuál fue el desenlace?
Son muchas las situaciones que se producen en una consulta, en una clínica, en el trabajo, y en la vida en general, cuando dos o más personas interactúan. Ya que, al fin y al cabo, somos seres humanos y, por tanto, seres emocionales.
La doctora Laura Sierra que atiende a los pacientes en la Clínica de su padre, el doctor Ignacio Sierra, considera importante desde su experiencia profesional, saber manejar nuestro estado emocional y reconducirlo: “tuve muy claro desde un principio que el paciente que acudía a la consulta requería ante todo una especial comprensión de su situación y empatía. Porque muchos de ellos venían de tratamientos maxilofaciales por Cáncer o complicaciones, más allá de una mera rehabilitación dental. Por esto, cada vez empleábamos más tiempo en el trato personal y en estudiar el estado emocional del paciente y el nuestro propio, que éste nos originaba. Con el consecuente éxito de nuestro diagnóstico y tratamiento”.
Luego ¿qué es una emoción? ¿Cómo influye esa emoción en mi día a día? Y más aún, ¿cómo me influyen las emociones de los demás? ¿De qué manera me afectan?
Etimológicamente, el término emoción viene del latín emotĭo, -ōnis, que significa "el impulso que induce la acción". Así pues, todas las emociones son impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado. La Emoción es el motor que da sentido a nuestra vida, y como buen motor que se precie, es necesario mantenerlo sano, apunto para la acción.
“Mi mundo interior, crea mi mundo exterior”. Es decir, nuestra forma de sentir las emociones unida a nuestra manera de pensar, crea nuestra realidad día a día. Actuamos en base a lo que sentimos y pensamos.
Nuestra sociedad ha valorado como ideal en el ser humano el hecho de que este sea, ante todo, una persona inteligente. Y, por ende, el llamado Coeficiente Intelectual (CI) se ha convertido en el referente de este ideal, asociando la idea de que un buen profesional, independientemente del trabajo que desempeñe, es alguien que debe tener un CI elevado, que se traduzca en su gran capacidad para desempeñar cualquier tarea que se proponga.
Howard Gardner, psicólogo estadounidense y profesor universitario de la Universidad de Harvard, es conocido por su famosa teoría de las inteligencias múltiples. H. Gardner consideró que era necesario romper la ortodoxia de los modelos psicosométricos de la inteligencia (aquellos basados en la investigación factorial) e iniciar una investigación nueva que reconsiderara los avances realizados por las ciencias cognitivas. Es decir, la facultad de los seres humanos de procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido (experiencia) y características subjetivas que permiten valorar la información.
Según Gardner, existen siete inteligencias distintas que constituyen las formas como los individuos adquieren, retienen y manipulan la información del medio y demuestran pensamientos a los demás. Estas inteligencias son:
1. Inteligencia lingüística
2. Inteligencia lógico-matemática
3. Inteligencia musical
4. Inteligencia espacial
5. Inteligencia cinestésico- corporal
6. Inteligencia intrapersonal
7. Inteligencia interpersonal
La inteligencia intrapersonal es la capacidad de acceder a los sentimientos propios, nuestras emociones, y utilizarlos para guiar nuestra propia conducta y comportamiento. Pues el hecho de comprendernos a nosotros mismos juega un papel determinante en los cambios personales asociados a mejoras o adaptaciones a los eventos vitales.
Así pues, la inteligencia interpersonal es aquella que se implica en la relación con otras personas, para comprender sus motivos, deseos, emociones y comportamientos. Es, por tanto, la capacidad de entender y comprender los estados de ánimo de los otros, sus motivaciones y sus estados psicológicos.
Los psicólogos John Mayer y Peter Salovey publicaron en 1990 un artículo que versa sobre la Inteligencia Emocional. Es ahí donde aparece la primera definición formal, considerando a esta inteligencia como «un tipo de inteligencia social que incluye la habilidad para supervisar y entender las emociones propias y las de los demás, discriminar entre ellas y usar dicha información para guiar nuestros pensamientos y, por ende, nuestros comportamientos».
Estos autores han seguido matizando el concepto de inteligencia emocional desde el razonamiento, hasta que Daniel Goleman difundiera el concepto a través de su libro «Inteligencia Emocional», basado en el trabajo de Salovey y Mayer.
Goleman resume este concepto en las siguientes competencias:
1. Autoconciencia emocional: saber cómo se siente uno mismo.
2. Autogestión emocional: capacidad de regular influencias inquietantes, como ansiedad e ira, y para inhibir la impulsividad emocional.
3. Conciencia social: que incluye la competencia de la empatía, relacionada con la interpretación de emociones en los demás.
4. Gestión de las relaciones o habilidad social: afirmando que la eficacia de nuestras relaciones se basa en nuestra aptitud para armonizarnos o influir en las emociones de otra persona.
Así pues, ¿qué es la inteligencia emocional? Y, ¿cómo la puedo aplicar a mi vida personal y profesional?.
La Inteligencia Emocional es «la habilidad para percibir, comprender y regular nuestras propias emociones y las de los demás».
Pero no nos podemos olvidar del papel importante que tiene nuestro cerebro en materia de procesamiento de las emociones. Esto es incuestionable por parte de neurólogos y científicos, quienes a día de hoy afirman, tras múltiples investigaciones, que las emociones están reguladas por las partes más primitivas de nuestro cerebro. Las tendencias actuales en biología y psicología evolutiva consideran que las emociones son un sistema de guía para el organismo, para aproximarse o evitar un estímulo del mundo.
A la izq. la Dra. Laura Sierra y a la dcha. Mónica Armas. |
El médico neurólogo Antonio Damasio considera que los estímulos externos desencadenan en nosotros una emoción determinada. Así pues, cuando experimentas una emoción, como por ejemplo, el miedo, hay un estímulo que tiene el poder, la capacidad de desencadenar en esencia una reacción automática, y esta reacción comienza en el cerebro, pero luego pasa a reflejarse en el cuerpo, apareciendo pensamientos e ideas que acompañan esa reacción, constituyéndose el sentimiento. Sentir es por tanto percibir todo esto, el estímulo externo, las sensaciones del cuerpo y los propios pensamientos. A través de diversas técnicas de regulación emocional, podemos reconocer de forma consciente nuestras emociones e identificar qué sentimos, siendo capaces de darle una etiqueta verbal. Teniendo capacidad para generar emociones que faciliten el pensamiento positivo y, de este modo, proporcionarnos bienestar. Y pudiendo integrar lo que sentimos dentro de nuestro pensamiento, sabiendo considerar la complejidad de los cambios emocionales.
Con la consecuencia final de dirigir y manejar las emociones tanto positivas como negativas de forma eficaz en nosotros mismos y en los demás. Así pues, las herramientas basadas en la Inteligencia emocional, nos permitirán potenciar nuestros recursos internos, descubriendo nuevos caminos de afrontamiento ante situaciones reales, que nos ayudarán a dirigir la relación médico-paciente de manera beneficiosa para ambos, fidelizando esta relación a través del vehículo de la confianza.
Artículo elaborado por:
Mónica Armas Domínguez
Máster en Inteligencia Emocional de la Universidad Camilo José Cela.
En colaboración con Clínica Odontológica Sierra. Escuela de Formación Gestión Emocional en Clínica Odontológica Sierra, de la doctora Laura Sierra, especialista en Cirugía oral avanzada y Endodoncia.
Más información:
www.clinicasierra.es
Bibliografía
1. Gardner, H. Frames of Mind: Multiple Intelligences. 1983.
2. Salovey P., Mayer J.D. Emotional Intelligence. Imaginations, Cognition and Personality, 9, 185-211. 1990.
3. Goleman, D. Inteligencia Emocional. Barcelona, Kairós, 1996, 15, 1997).
4. Pablo Fernández-Berrocal y Natalio Extremera Pacheco. La Inteligencia Emocional como una habilidad esencial en la escuela.Universidad de Málaga, España. OEI-Revista Iberoamericana de Educación (ISSN: 1681-5653).
5. Antonio C.R. Damasio. Neurólogo y profesor de la cátedra David Dornsife de Psicología, Neurociencia y Neurología en la Universidad del Sur de California. Entrevista en programa Redes, «La educación emocional».