Hay una conocidísima sentencia que dice que «el tiempo pone a cada cual en su sitio» o si se quiere darle un tono más clásico y citando a Menandro «Tempos in lucem tandem veritatem trahit», que significa «el tiempo saca siempre la verdad a la luz».Ciñéndonos a nuestra profesión, la Odontoestomatología, semejante aserto es oro puro. Algunos fantasmones y algunos falsos prestigios nos han podido engañar circunstancialmente pero, poco a poco, se les han visto las costuras y han finalizado diluyéndose como un azucarillo en un vaso de agua.
Sin embargo, ese tiempo esclarecedor, en el caso del Dr. Antonio Bascones, ha servido para certificar fehacientemente que su trayectoria profesional y humana no es un espejismo, sino una fecunda realidad basada en la inteligencia, la perseverancia, el rigor científico y la rectitud moral.
Esas cualidades le han llevado a ocupar uno de los lugares más destacados de la Estomatología española, no sólo refiriéndonos al presente, sino emparentándolo con las figuras más señeras del pasado.
El Dr. Bascones es, sin duda, el sucesor intelectual y académico de dos personalidades cimeras de la Estomatología española: D. Bernardino Landete Aragó y D. Isaac Sáenz de la Calzada.
Nadie merece, mejor que él, el título de discípulo y mantenedor de tan gloriosa prosapia.
Aunque no conoció personalmente a D. Bernardino Landete, bien es cierto que su padre, D. Antonio Bascones Pérez, fue discípulo del maestro, primero como alumno y luego como profesor en la Escuela de Odontología y en el Instituto Rubio (germen de la gloriosa Fundación Jiménez Díaz).
El Dr. Bascones Pérez transmitió a su hijo Antonio Bascones Martínez el ideario estomatológico de D. Bernardino Landete, lo que le convierte en «nieto espiritual» del mismo.
Pero el entronque se hizo más fuerte cuando nuestro entrevistado se puso en contacto con el profesor Sáenz de la Calzada en la Escuela de Estomatología de Madrid.
D. Isaac Sáenz de la Calzada era catedrático de Estomatología Médica y enseñaba lo que había enseñado el profesor Landete en la Escuela de Odontología de Madrid, antes de la Guerra Civil.
Posteriormente, D. Antonio Bascones sería catedrático de esa asignatura y, por tanto, debe reconocérsele la cualidad y el título de sucesor de la materia y en el quehacer de las dos personalidades mencionadas.
Pero no adelantemos acontecimientos y comencemos por el principio.
Niñez y adolescencia
Nació el Dr. Antonio Bascones Martínez en Madrid, el año 1944, hijo, como he dicho, del médico-odontólogo D. Antonio Bascones Pérez y Dª Rosa Martínez.
Las raíces familiares proceden de Alcañiz (Teruel) de donde era natural su padre.
«Me gusta mucho –dice el Dr. Bascones Martínez– resaltar tal referencia por los recuerdos infantiles que tengo de dicha población, a la que solíamos viajar en un coche que mi padre consiguió por los años cincuenta, un citröen ‘Pato’ matrícula M-98089». Un coche, en aquellos tiempos era todo un lujo, lo cual da idea de la posición desahogada de la familia Bascones.
Efectivamente, el patriarca disfrutaba de una excelente clientela que atendía en su consulta de la calle Infantas, nº 13 desde que obtuviera el título de Odontólogo en 1924.
Esa boyante situación pudo costarle cara por cierto, ya que al iniciarse la Guerra Civil, fue denunciado por los milicianos y tuvo que refugiarse en varias embajadas hasta que consiguió huir de Madrid y pasar al bando Nacional, donde alcanzó la graduación de capitán médico.
Una vez finalizada la contienda, reanudó su consulta y formó parte de la primera junta de gobierno del Colegio de Odontólogos de la Primera Región, presidida por el Dr. Carlos Losada Agosti, en calidad de secretario.
Ni que decir tiene que la vocación de D. Antonio Bascones Martínez estuvo condicionada por el ejemplo paterno: profesor en la Escuela de Odontología, ayudante del Dr. Landete en el Instituto Rubio y, posteriormente, secretario del Colegio de la Primera Región.
«Mi padre –recuerda el Dr. Bascones– ya ponía implantes yuxtaóseos, hacia los años cincuenta del pasado siglo.»
¿Cuáles son tus primeros recuerdos de aquel Madrid de la postguerra?
R. En general los niños son felices en cualquier situación si cuentan con una familia estable. Evidentemente, el Madrid de mi infancia era el de una ciudad que se lamía las heridas de la Guerra Civil y que sufría el aislamiento impuesto por los aliados al régimen de Franco, no había gasolina y se inventaron los coches de gasógeno, los cortes de electricidad eran frecuentes y existían las cartillas de racionamiento.
Sin embargo, yo recuerdo a Madrid como una ciudad tranquila, sin prisas, paseando con mis padres por la Gran Vía y la calle Alcalá, asistiendo, los domingos a misa en la iglesia de San José y tomando un refresco en Sicilia Molinero. Aunque no tuviéramos muchos juguetes teníamos muchos amigos con los que jugábamos en la calle completamente libres.
Estudios de Bachillerato
Inicié mis estudios en el Colegio San Antón y luego pasé al Colegio de Pilar de los marianistas, en la calle Castelló. Entonces, el Colegio del Pilar era el más prestigioso de Madrid y allí estudiaron los hijos de la alta burguesía. Recuerdo, por ejemplo, a un nieto de Juan March, el banquero, Juan March Cencillo, autor del libro titulado «El Archiduque: Biografía Ilustrada de un Príncipe Nómada», de espíritu bohemio y que murió muy joven, en 1992. Había otro chico, nieto del Duque de Ahumada, el fundador de la Guardia Civil, un hijo de Gutiérrez Mellado, otro del Dr. Epeldegui, José Luis de Miguel, hermano de Amando de Miguel. Por allí pasaron Antonio Garrigues, José Mª Ansón, Lamo de Espinosa, Aznar, Rubalcaba, los Solana… De los profesores no guardo especial recuerdo, aunque me consta que eran competentes, rectos y justos. El lema del Colegio era «La verdad os hará libres».
Carrera de Medicina
Acabado el Bachillerato, hice el Preuniversitario e inmediatamente ingresé en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. El primer año era selectivo, es decir, si te quedaba una asignatura en septiembre, tenías que repetir.
Éramos unos 2.000 alumnos (y ahora nos asustamos con 150) y teníamos tres profesores duros y de gran prestigio: D. Fernando de Castro, discípulo de Cajal en Histología; D. Luis Gómez Oliveros, en Anatomía (podía pasarse el curso entero explicando el esfenoides y además era muy taurino, le gustaba especialmente «El Viti»), y D. Antonio Gallego, de Fisiología (casualmente, luego, compañero mío de claustro)
Hice prácticas, como alumno interino de Patología Médica con Bermejillo y Casas, grandes clínicos, pero guardo especial admiración por la Dra. Fernández de la Vega, cuya habilidad en la exploración física de los enfermos era extraordinaria. Apenas recurría a los rayos X, valiéndose de los dedos para percutir o del fonendoscopio para oír todo tipo de estertores, crepitancias y sibilancias. igual que Laenec.
Con semejantes maestros la semiología, el trato con el paciente y el «ojo clínico» resultaban fundamentales.
Eran muy frecuentes, entonces, la tuberculosis, el paludismo, las enfermedades hepáticas e incluso las avitaminosis. Debo reconocer que ante estas grandes patologías, los clínicos, le hacían poquísimo caso a la boca.
Con el Dr. Palacios Mateo, trabajé en el Clínico (salas con seis camas).
Las Patologías Quirúrgicas las hice con los profesores Vara y Gil Sanz (muy duros). Recibí enseñanzas de Jiménez Díaz, Martín Lagos, Díaz Rubio… Había un plantel extraordinario.
Escuela de Estomatología
Terminé la licenciatura en el año 1967, con 22 años y tenía claro el siguiente paso, esto es, el ingreso en la Escuela de Estomatología.
Simultáneamente me presenté a las oposiciones de Medicina General en la Seguridad Social, entonces muy difíciles, con muchos temas y gran competencia, pues llevaban años sin convocarse y se presentaban hasta catedráticos. Afortunadamente aprobé con buena puntuación y obtuve plaza en propiedad a los 23 años.
La Escuela de Estomatología, reconstruida tras la Guerra Civil para D. Pedro García Gras, recibía entonces unos ochenta alumnos por curso y no porque hubiera «numerus clausus» sino porque la especialidad provocaba escaso entusiasmo entre los médicos que preferían dedicarse a la Pediatría, la Ginecología, la Cirugía o la Cardiología, consideradas de mayor rango.
Por eso, incluso los pocos alumnos solían ser talluditos, algunos con muchos años de medicina general a las espaldas.
En primer curso teníamos como profesores a D. Gerardo Zabala, cuyas clases eran verdaderos susurros, pero que nos hacía seguetear dientes como locos. Era el director de la Escuela, presidente del Consejo General de Odontólogos y Estomatólogos y nos daba Odontología Conservadora.
La Quirúrgica la impartía D. Pedro García del Villar, ya muy mayor, grueso y apacible.
En Prótesis I Curso, tuvimos a Suárez Núñez (que se fue a Santiago de Compostela), y a Fernando del Río, que se quedó como encargado de la cátedra.
En segundo curso nos daba Prótesis II, D. Arturo López Viejo, profesor ameno, cordial y muy práctico.
García Gras, el creador del título de Estomatólogo, explicaba Ortodoncia, Preventiva, Odontopediatría e Historia de la Odontología (hablaba mucho de esta última materia de la que fue un importante protagonista).
Por fin, la Estomatología Médica la impartía el Dr. Isaac Sáenz de la Calzada, hombre formado en la Institución Libre de Enseñanza, becado por la Junta de Ampliación de Estudios y hermano de Luis Sáenz de la Calzada, colaborador de García Lorca en la famosa «Barraca» que recorrió la España republicana representando obras de teatro. Era hijo de D. Crisanto, que fue director general de Veterinaria en la República y Rotario, lo que le ocasionó (a D. Isaac) ciertas dificultades con el nuevo régimen.
Dentro del pobre ambiente cultural y científico de la Escuela, D. Isaac destacaba, era el único, por ejemplo, que había escrito libros de la profesión y mantenía la revista Anales Españoles de Odontoestomatología, en competencia entonces, con «Odontoiatria», la revista de su primo D. Miguel Sáez de Pipaón. «Había aglutinado a su alrededor un equipo joven y entusiasta. Allí estaban, por ejemplo, los Dres. Carrión, Puertas, Donado, Rioboo, Pilar Citoler, Manuel Fernández, Badanelli, Casado, Molina, Fanjul, Agustín Blanco, Angel Lorente, Martínez Berná, etc.».
Vida académica
En 1967 salen dos plazas de residentes en el Hospital Clínico Universitario en el Servicio de Cirugía Maxilofacial y las obtienen por oposición los Dres. Fanjul y Bascones.
Durante dos años están a las órdenes del profesor Sáenz de la Calzada y de los jefes clínicos, Dres. Puertas y Carrión, y otros dos años dirige el servicio el Dr. Calatrava, quien obtendría la cátedra de Estomatología Quirúrgica en 1972.
Durante estos años, compaginaría la residencia en el Clínico con el puesto de ayudante en la Escuela de Estomatología con Sáenz de la Calzada. Por este último puesto, le daban 20.000 pesetas al año y una cena de camaradería en el Casino de Madrid.
A eso había que añadir la plaza de médico de la Seguridad Social y la atención de sus pacientes particulares en Infantas, 13.
No era poco para un recién licenciado y que, no contento con ello, hace por libre la carrera de Biológicas y la tesis doctoral dirigida por el profesor Sáenz de la Calzada sobre «Saliva y glucosa», que obtiene el Sobresaliente Cum Laudem.
En aquellos tiempos también había doctorado de Estomatología y lo suma a su currículum.
En 1970 convocan plazas de adjuntos en la Escuela y la obtiene por oposición. Simultáneamente, acceden a la adjuntía, también, los doctores Juan Pedro Moreno González, Manuel López López y Mariano García Valenciano.
Una nueva generación, con Rafael Rioboo, Mariano Sáenz, Del Río, Lucas y García Vicente, se perfila como recambio de los catedráticos de la postguerra.
En 1976 saca la titulación de especialista de Cirugía Maxilo-Facial y seguidamente gana las oposiciones de Odontólogo de Sanidad Nacional y las de Odontólogo de la Seguridad Social.
Es curioso constatar que seguía manteniendo su plaza de Medicina General en la Seguridad Social, lo que entonces podía compatibilizarse.
Obtiene, también, el título de diplomado en Sanidad.
«En realidad –precisa– muchas de estas oposiciones, las hice para engrosar el currículum con vistas a futuras oposiciones a cátedra».
Efectivamente, por entonces, se jubilan García del Villar (Quirúrgica), cuya cátedra ocupa D. Luis Calatrava Páramo en 1972, llevándose con él al Dr. Manuel Donado. En 1974, se jubila el Dr. García Gras (Ortodoncia) y en 1975 obtiene la cátedra el Dr. J.P. Moreno González. En 1975 se jubila D. Isaac Sáenz de la Calzada (Estomatología Médica) y en 1976 ocupa esta plaza el Dr. Miguel Lucas Tomás.
En 1976 obtiene D. Fernando del Río la de Prótesis I y en 1979 D. Luis García Vicente la de Odontología y su Clínica tras la jubilación del Dr. Zabala Rubio.
Grandes cambios, pues, en la Escuela de Estomatología de Madrid: Antonio Bascones era adjunto con Sáenz de la Calzada, como hemos dicho, y a finales de los 70 salió a oposición una plaza de agregado (este título estaba entre el de adjunto y catedrático y generalmente quienes lo obtenían, bien pronto pasaban al escalón superior). En el apartado administrativo, estuvo de profesor secretario de la escuela de Estomatologia con los directores Lopez Viejo, Calatrava y Fernando del Río.
El Dr. Bascones, firmó la oposición y el Tribunal quedó formado por siete miembros, seis médicos y un estomatólogo (Lucas Tomás). Aprobó seis ejercicios pero no obtuvo los votos suficientes y no logró la plaza.
«Al quedar vacante la plaza –continua Antonio Bascones–alguien pretende que se amortice, sin embargo, no sucede así y vuelvo a presentarme en 1979 y la saco.
Pude presentarme a las cátedras de Médica que se dotaron en Valencia, Sevilla, Barcelona y Murcia, pero preferí seguir de agregado en Madrid. La Ley de Universidades de 1983 transformó automáticamente a los agregados en catedráticos y así fue como ascendí en el escalafón en 1983. En principio, la cátedra de Estomatología Médica de Madrid se dividió en dos partes: en una estaban los alumnos desde la A a la M y en la otra desde la M hasta la Z. Un grupo lo llevaba el profesor Lucas Tomás y el otro yo. En 1996 se desdobló en dos asignaturas: una Medicina Bucal, con la que se quedó el Dr. Lucas, y otra la Periodoncia, con la que me quedé yo. Así hasta hoy».
Vida familiar
Ocioso es decir que a la vez el profesor Bascones escribió infinidad de artículos, acudió a numerosos congresos, siempre como figura destacada, perteneció a Sociedades Científicas, etc.
A pesar de ello, aún tuvo tiempo (sin duda el mejor) para crear una familia.
En 1969 contrae matrimonio con Consuelo Ilundain y Ortiz de la Torre, con la cual ha tenido cuatro hijos. La primera, Miriam, Médico reumatólogo y doctora en Medicina, que trabaja como gerente médico de Abbot Vascular; Jaime, el segundo, doctor en Odontología y Especialista en Endodoncia por la UCM; la tercera, Cristina, doctora también, por la Complutense y especialista en Periodoncia e Implantes; el cuarto, Pablo, licenciado en Ciencias Ambientales y Master por la Universidad de Berkeley (California), trabaja en Price Waterhouse y en el momento actual está terminando el MBA del IESE.
Dos de sus hijos, Jaime y Cristina, colaboran con él, en su consulta de Boix y Morer, completando el equipo.
Un inciso, Pablo, fue el que nació durante la celebración del 66 Congreso Mundial de la FDI, en Madrid, ¿no es cierto?
«Así es, en 1976 me nombraron secretario de la Comisión Científica de ese inolvidable Congreso y presidente de la Comisión de Curso Intracongreso. Fueron dos cometidos de enorme esfuerzo y dedicación, pero también muy gratificantes, sobre todo contando con colaboradores como Miguel Angel Rodríguez y García Núñez. Como sabes, el congreso se celebró en septiembre de 1978. Pues bien, precisamente Consuelo escogió esa fecha para dar a luz, con lo cual puedes suponerte los nervios por uno y otro acontecimiento».
De ello doy fe, pues también participé en dicho congreso y todos estábamos pendientes del parto. Al recién nacido lo bautizamos como «el niño del congreso».
Actividad colegial
No contento con su faceta académica, asistencial, médica, odontólogo de la Seguridad Social, clínica privada, etc., aún le quedaron energías para intervenir en la vida colegial ¡y de qué manera¡
«Comencé –recuerda- como vocal en la Comisión Científica en tiempos de Ignacio Gallastegui con el Dr. Manuel López, presidente de la misma. Cuando éste se retiró, ocupé yo la presidente de la comisión siendo el Dr. Portero Benayas, presidente del Colegio. Luego formé parte como vocal de la Junta de Gobierno.
Cuando el Dr. Portero dejó la presidencia del Colegio, me presenté y fui elegido tres veces. (Al comenzar su tercer mandato en 1991, le hice una entrevista en Profesión Dental, vol. VII, Nº 1). «Me tocó lidiar con la llegada masiva de colegas extranjeros, siguiendo las instrucciones del Consejo General. Fue una labor dura e ingrata».
Sin embargo, puedo decir que durante esa época logramos dinamizar el Colegio, organizar infinidad de cursos, ofrecer servicios ventajosos a los colegiados y modernizar la secretaría. También funcionó regularmente la revista del Colegio (Profesión Dental, creada por el Dr. Gallastegui) y el papel del Colegio de la Primera Región fue fundamental en el Consejo General, entonces presidido por el Dr. Monlleó. Fue una época donde se renovaron las estructuras colegiales haciéndolas más modernas y, todo eso, sin pedir derramas ni subir las cuotas. Fueron años de sobriedad financiera que repercutieron en los colegiados en servicios.
De esos años en el Colegio guardo un grato recuerdo por la cantidad de compañeros que conocí y por las personalidades que tuve el honor de tratar. El Colegio reconoció mi labor concediéndome la Medalla de Oro y la Presidencia de Honor, proponiéndome para el Premio Santa Apolonia del Consejo, que obtuve el año 1996.
Aquí debo consignar que el Dr. Bascones se presentó a la Presidencia del Consejo y no obtuvo el puesto por un escasísimo margen.
Creo que la profesión se perdió un magnífico líder, acaso porque la excelencia en algunas personas provoca un cierto retraimiento. Los hay que prefieren para los puestos directivos personalidades de nivel medio-bajo. Es así de triste.
Publicaciones
Si no me equivoco, el Dr. Antonio Bascones es el estomatólogo que más ha publicado en España, no sólo en el presente si no en el pasado.
¿Cuántos libros?
R.: Unos treinta y seis si nos referimos a los relacionados con la Estomatología. También he escrito otros cinco, alguno de poesía y otros de ficción.
Me gustaría que destacaras algunos de los que pudiéramos llamar «científicos».
R.: Medicina Bucal, Cáncer, Periodoncia Clínica e Implantología Oral, Candidiasis, Atlas de Patología y otro de Implantes. Pero el más característico fue el tratado constituido por cuatro tomos y 5.000 páginas, con la colaboración de 400 autores, una labor ingente gracias a la firma Smith Kleine Beecham (hoy Glaxo), que patrocinó el trabajo.
Aparte de esto, el Dr. Bascones creó la Editorial Avances, en la que ha publicado unos 25 libros a otros profesionales (entre ellos a mí, en 1995, la «Historia de la Odontoestomatología Española»).
Sin olvidar, naturalmente, dos revistas del sector «Avances en Odontoestomatología», desde 1984 y «Avances en Periodoncia e Implantología Oral» desde 1987.
Y artículos, ¿cuántos?
R.: Unos 350, de los que cerca de 200 en revistas internacionales.
Son cifras realmente apabullantes. Posiblemente los días del Dr. Bascones son de 74 horas por lo menos.
Producción literaria
¿Y la afición a la creación literaria?
R.: Siempre me gustó leer de todo, poesía, novela, historia, ensayo y, desde muy pronto, sentí la necesidad de expresar por escrito mis propias ideas y sentimientos.
El primer libro que escribí de esta especie fue uno de poesía que edité en 1981 y que se titulaba «Vientos poéticos» (de eso puedo dar fe porque escribí una glosa del mismo en el Boletín de Información Dental del Consejo, nº 317, p.67). Más tarde, publiqué otros poemas en una antología poética que recogía versos de Blas de Otero, García Madrid etc., así como «Poemas y cantares», «En el recodo del camino», etc.
Incluso, junto a Llanes publiqué una Antología Poética.
«En cuanto a novela, bien sabes tú que publiqué en 2008 “La última experiencia”, porque hiciste su presentación en el Colegio de Médicos al alimón con Enrique Beotas, el director de «La Rebotica», de la COPE que, por cierto, me había nombrado «Boticario de Honor».
Tengo otras tres preparadas para editarlas, «El secreto del camino», «En búsqueda del pasado» y «La fuerza del destino».
Bien puede concedérsele al Dr. Bascones, visto lo visto, la condición de humanista y el espíritu universal de los hombres del Renacimiento, al estilo de Leonardo da Vinci, cuya curiosidad, creatividad y avidez de saber abarcaba todos los campos, sin limitaciones ni fronteras.
En algún momento hay que terminar esta dificilísima entrevista porque enumerar los méritos, trabajos y distinciones de Antonio Bascones supondría escribir un libro de 500 páginas. Dificilísima digo, porque hay que dejar muchas cosas en el tintero.
El tiempo pone a cada cual en su sitio. En el caso del Dr. Bascones lo ha puesto en la cima de la Estomatología española.
Desde allí ha conocido a científicos de la talla de Pindborg, Carranza, Mikel Newman, Tarkey, Saglie, Caffesse, Wilson Delgado (Perú), Alberto. Mosquera (Méjico), Nelson Lobos (Chile), etc.
Está orgulloso de haber acogido en su cátedra a profesionales como los Drs. Blas Noguerol, Miguel Ángel Rodrigo, Juan Antonio García Núñez, Javier Alandez, Miguel Carasol, Mariano Sanz, Nuria Vallcorba, Elena Figuero, Seoane y Blanco (Santiago de Compostela), Esparza, Cerero, Campo, etc.
Ha dirigido unas 40 tesis doctorales y ha formado a miles de alumnos.
Por eso ha recibido el nombramiento de Doctor Honoris Causa por la Universidad Cayetano Heredia de Lima (Perú) y por la Nacional Federico Villareal, también de Lima (Perú). Es profesor honorífico de la Universidad de Chile, Premio Pierre Fauchard, capítulo Costa Rica, Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Ica, en Perú, y visitante distinguido de la Universidad de Córdoba (República Argentina).
Entre otras muchísimas distinciones es presidente de Honor del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la Primera Región, Premio Santa Apolonia, Medalla de Oro de la Sociedad Española de Periodoncia, Medalla de Oro del Colegio de la Primera Región, académico Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina y de la de Murcia y académico numerario de la Real Academia de Doctores de España.
Al dejar la presidencia del Colegio hace 15 años, fundó Dentistas sin Fronteras que ha llevado a cabo misiones humanitarias de gran calado. Y, también por sus innumerables méritos, es el catedrático con más tramos «sexenios de investigación» de España.
Uno, al llegar aquí, no tiene más remedio de quitarse el sobrero y decirle: ¡Antonio, por favor, deja algo para los demás!