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«El fin de una trayectoria vital dedicada a la profesión»

El doctor Eduardo Coscolín Fuertes ha sido galardonado con el Premio Santa Apolonia 2009 que el Consejo General de Dentistas de España concede anualmente. Con este galardón se reconoce su dedicación a la Odontología española y a la organización colegial, su aportación en el ámbito de la ética y la Deontología profesional, su contribución a la representación española en los foros odontológicos latinoamericanos, y su labor de desarrollo y mejora de la formación Odontólogica en España.

Para el doctor Coscolín este premio representa «el fin de una trayectoria vital dedicada a la profesión».

¿Qué representa para usted el Premio «Santa Apolonia 2009»?
—El fin de una trayectoria vital dedicada a la profesión. Siempre he tenido como lema la defensa de la odonto-estomatología y los compañeros me lo premian.

¿De qué manera se enteró de que se lo habían concedido? ¿Cuál fue su primer pensamiento?
—Estando trabajando en el Consejo, se acercó el Dr. Rasal, mi presidente de Aragón, uno de los que me habían propuesto para el Premio y me dio la enhorabuena. En ese momento, pensé en los muchos compañeros y amigos que todavía están a la espera de que les corresponda este galardón con mayores merecimientos que el que suscribe. Non sum dignus…

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En uno de sus viajes en Montevideo (Uruguay).

Actualmente es miembro del Órgano Estatal del Sistema Defensor del Paciente Odontológico. ¿Cuál es su función en este órgano y cuáles los objetivos del mismo?
—SIDEPO es la respuesta del Consejo General a las reclamaciones de los pacientes odontológicos que no han sido resueltas en primera instancia. Con la debida asesoría legal intentamos cerrar el procedimiento a plena satisfacción de las partes.

¿Qué le llevó a usted a escoger la Medicina y la Estomatología como opción profesional?
—A la medicina me llevó la vocación. En mi juventud no podía entender que se pudiera ser otra cosa que misionero o médico. En el caso de la Estomatología fueron las circunstancias las que trazaron el camino. El Dr. Orensanz, D. Fernando, amigo de casa, docente de la Universidad, investigador incansable, estimó que no debiera malemplear mis talentos y que en la odontología había tanto campo como en la oftalmología, en la que me movía en aquellos momentos. Así se escribe la historia…

¿Cómo fueron sus inicios?
—Muy duros. Uno acaba una especialidad como la Estomatología y se da cuenta de lo mucho que le falta por recorrer en su formación. Hay muchas puertas a las que llamar para continuar tu marcha ascendente. Hoy se hacen masteres, antes se pedían favores. Yo debo muchos y además me han dado cantidad de amigos. Con la Odontología yo he sido un ser afortunado.

En toda su vida profesional, ¿hay una época por la que sienta preferencia o que recuerde con más agrado?
—Los comienzos son los más gratos. Descubres que todo va saliendo según tus planes. Lo que no sale, se rectifica. Son tiempos de reafirmación. Recuerdo como algo muy gratificante las reuniones del Grupo de estudios periodontales españoles GEPE o mis estancias (iba a escribir correrías) por la Universidad del País Vasco en el master de salud pública.

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En la apertura del curso en la Academia de Medicina, de la que forma parte.

A lo largo de su carrera ha destacado su papel en el ámbito de la Ética y la Deontología profesional.¿Cuál ha sido su aportación en este ámbito?
—Mi única aportación es la de la entrega. La primera vez que yo recibo de mis compañeros el encargo de representarlos en la comisión deontológica del colegio siento el aldabonazo de la responsabilidad y el resto se escribe solo. Para facilitar más las cosas llega a mis manos la Sociedad de Legal y Forense, que queda a disposición del consejo general para servir a la profesión. Uno tiene espíritu gremial.

Aunque la deontología profesional abarca muchos aspectos ¿Cuál es en su opinión el «abc» de la ética en Odontología?
—En Odontología, como en todos los oficios, carreras y ocupaciones, el abc y el xyz de la ética se basa en la honestidad. «Al que cuece y masa de todo le pasa», decían nuestros mayores, pero cuando algo no sale bien el buen sentido crítico te obliga a rectificar.

También ha tenido una participación muy activa en la organización colegial. ¿Qué recuerdos guarda de su etapa como presidente del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Aragón desde 1987 a 2003? ¿Qué quiso aportar a la sociedad, qué aspectos trató de impulsar y qué logros recuerda con especial orgullo?
—Los mejores recuerdos provienen de las amistades conseguidas. Todos los que pasaron por Zaragoza guardan con cariño sus emociones para con nosotros. He tenido la suerte inmensa de poseer una familia entregada a las tareas que la odontología me imponía y juntos, sin olvidar a algunos buenos amigos, hemos sacado adelante cursos, congresos y eventos de toda suerte y condición. Eran tiempos muy agradecidos, nada complicados para quedar bien con la colegiación. Llegaron tiempos peores después con las titulaciones de otros países, pero creo que superamos las dificultades de forma bastante aceptable. Con relación a los logros todas las cosas importantes las hicieron otros, nosotros trabajando en equipo, y qué equipo, solo hemos sorteado las dificultades durante los dieciséis años que la colegiación me aguantó.

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Entregando un premio al doctor Lasala.

¿Y de su presencia en distintos cargos (vicepresidente, secretario, vocal…) en el Consejo General de Dentistas?
—Mi presencia en el Consejo es como la del Colegio, un deber de servicio a cumplir en un puesto al que me he presentado voluntariamente. Villa ha sabido siempre que tiene en mi persona un peón del que puede disponer para el mejor servicio de nuestra profesión. Ha sido una experiencia inenarrable. Me ha hecho muy feliz.

Una parte de su carrera ha estado dedicada al desarrollo y la mejora de la Formación Odontológica, como miembro de la Comisión de Formación Continuada y como profesor en la Universidad del País Vasco. ¿En su opinión cómo ha evolucionado la formación de los Odontólogos en España?
—Existe un abismo entre la formación en nuestros tiempos y la actualidad. Recuerdo con cariño y nostalgia las cintas de video U-matic con técnicas odontológicas de la Universidad de Michigan que traje a mi colegio hace treinta años. Hoy, harían sonreír a más de cuatro.

¿Considera adecuada la formación que se imparte actualmente en las Facultades de Odontología? ¿Cuáles son –desde su punto de vista– las asignaturas pendientes?
—Sin duda, la formación actual es envidiable. Si tuviéramos que poner alguna objeción, hablaríamos del escaso bagaje con que la juventud se presenta en la universidad. En nuestro tiempo, en Estados Unidos, se nos envidiaba por nuestra condición de médicos. Es nuestro deseo más perentorio que las universidades privadas no deterioren el nivel de exigencia de nuestros alumnos y que la plétora a que nos abocan no nos conduzca a situaciones irreversibles de paro en una profesión en la que el reciclaje hacia otras profesiones es tan difícil.

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Ejerciendo su cargo de secretario del Consejo.

Por otra parte, destaca su contribución a la representación española en Latinoamérica, a través de la Federación Odontológica Latinoamericana (FOLA). ¿Cuál ha sido su labor en esta organización?
—Mi única y posible labor ha sido siempre el llevar la presencia de España a los foros sudamericanos donde tan cariñosamente he sido recibido. La firma de contratos internacionales para docentes y alumnos ha puesto en marcha intercambios universitarios que aproximan a nuestra nación a los países donde todavía se habla de la madre patria.

Su carrera es realmente polifacética. ¿Hay algo que se le haya quedado en el tintero?
—Posiblemente la política y ahora ya es tarde, me resigno. De viejo te vuelves intransigente y esto está reñido con las formas al uso. La creación de alguna ONG, ya prevista y preparada en embrión para llevar la Odontología al barrio de al lado de nuestra casa. Algo más quedará…, en el tintero siempre hay cosas.

¿Qué proyectos tiene ahora en mente?
—Acercar la Sociedad Española de Odontología Legal y Forense a los dentistas españoles. Hacerla útil a los compañeros para sernos fieles a nuestras ideas en el cumplimiento honesto de lo que prometimos.

¿Algo que añadir?
—Sí. Mi agradecimiento a su revista por la trayectoria seguida desde que los conozco. No es por ofrecerme sus páginas en esta ocasión, sino porque creo que su labor corre paralela con mis inquietudes por la Odontología.

Perfil
Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza y en Estomatología por la Universidad de Madrid, Eduardo Coscolín cursó estudios de postgrado en la Escuela Dental de Ann Arbor de Michigan (USA) y Máster en Salud Pública Oral en la Universidad del País Vasco. Es Doctor por la Universidad de Zaragoza (1991).

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Fue presidente del Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de Aragón desde 1987 a 2003. Formó parte de la Junta de Gobierno del Colegio de Aragón como presidente de la Comisión Científica desde el año 1979 a 1983.

Ha ocupado puestos de relevancia dentro del Consejo General de Dentistas de España, entre los que destaca el de vicepresidente, secretario, vocal supernumerario, presidente del Comité Central de Ética y representante de todas las Sociedades Científicas adscritas al Consejo.

Por otro lado, ha ostentado el cargo de presidente de la Sociedad de Odontología Legal y Forense.

Fue encargado del Servicio de Odontología del Hospital Provincial de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza y trabajó como profesor colaborador del Departamento de Estomatología de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad del País Vasco.

Actualmente, es miembro del Órgano Estatal del Sistema Defensor del Paciente Odontológico del Consejo General.

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