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“También entre los profesionales de la Odontología es necesario mayor conocimiento en materia periodontal”

El doctor Manuel Fernández, Premio Santa Apolonia 2008 del Ilustre Consejo General de Colegios de Odontólogos y Estomatólogos de España, es uno de los pioneros de la Periodoncia en nuestro país, pues escogió dedicarse a esta especialidad en una época en la que prácticamente era una desconocida. Él y otros “valientes” tuvieron que formarse a sí mismos, abriendo un prometedor camino a todos los que llegaron después y compartiendo sus conocimientos con total generosidad.

Licenciado en Estomatología (1964), fue encargado del Servicio de Periodoncia en la cátedra de Estomatología Médica del profesor Sáenz de la Calzada, de la Escuela de Estomatología de Madrid, entre los años 1965 y 1973.

Ha sido, además, jefe del Servicio de Periodoncia del Hospital Infantil de San Rafael (1974-1978), vicepresidente del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región (1975-1979) y presidente de SEPA, la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración (1976-1977).

Entre otros reconocimientos, recibió la Medalla de Oro del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Alicante y las Medallas de Oro y Plata de la SEPA. También, en 1981 obtuvo el Premio Fonseca, compartido con los doctores Pérez Fernández, Francisco Martos y Manuel Perona, entre otros.

Pregunta. ¿De qué manera se enteró de que le habían concedido el Premio Santa Apolonia 2008? ¿Quién se lo notificó y cuál fue su primer pensamiento?
Respuesta. Me telefoneó el presidente del Colegio de la I Región, el doctor Sabino Ochandiano. La noticia me sorprendió, y recuerdo que le dije varios “no, que no…”. Me explicó que era un reconocimiento a mi trabajo, etcétera.

Acepté pensando en el esfuerzo de muchas personas en el campo de la Periodoncia. Primero, Manuel Fonseca, creador de la SEPA, inolvidable por su afabilidad y su lucha por dar a conocer la Periodoncia; José Luis Echeverría, gran presidente de SEPA, creador del Servicio de Periodoncia y Oclusión en el Hospital de Barcelona, entonces un referente en España. Fue mi mentor en SEPA, mi maestro en oclusión. Tuvimos una gran amistad.

José Monlleó, también presidente de SEPA, durante su presidencia del Colegio de Valencia, y junto a Antonio Jiménez, hicieron muchísimo por el estudio y divulgación de la enfermedad periodontal.

Mis amigos y compañeros Paco Martos y Andrés Pérez Fernández, juntos en mil batallas, piezas clave de la Periodoncia en nuestro país.

P. Usted es uno de los pioneros de la Periodoncia en España, una especialidad a la que en estos momentos se le da una gran importancia pero que, cuando usted escogió dedicarse a ella, era quizás la gran olvidada.
R. Fui la primera persona que hizo periodoncia exclusiva en España. Ahora es una maravilla, pero entonces éramos muy pocos y teníamos que luchar muy duro para difundir su importancia. Con esa intención hemos dado cursos y conferencias de divulgación por todas partes; pero lo más curioso del caso es que éramos autodidactas, lo que representaba un problema. Sin embargo, no lo recuerdo como una etapa negativa, al revés: luchar por el reconocimiento de algo en lo que se cree es muy estimulante.

Yo realizaba cirugías periodontales, y la primera vez que vi hacer una yo llevaba ya varios años practicándolas. Lógicamente, lo malo de ser autodidacta son los errores que uno comete; pero es que en España no había una experiencia previa en este campo que nosotros pudiéramos aprovechar. Tampoco había demasiada literatura que nos orientara, ni teníamos casi comunicación con el exterior, con lo que se hacía en otros países.

Posteriormente empezaron a venir profesionales de Estados Unidos y fueron quienes nos informaron. Tampoco esto era fácil, pues traer a una “figura” norteamericana tenía un coste muy elevado e implicaba un alto riesgo, muchas veces teníamos que poner dinero de nuestro bolsillo.

P. ¿Qué le llevó a usted a escoger la Periodoncia como opción profesional?
R. Sinceramente, siempre me ha gustado la Medicina y, debido a una serie de factores, principalmente familiares, acabé estudiando Estomatología. En este ámbito, la salida profesional más cercana a la Medicina era la Periodoncia.

P. En toda su vida profesional, ¿hay una época por la que sienta preferencia o que recuerde con más agrado?
R. Hay varias épocas. En primer lugar, mi estancia en la Universidad, que me ha permitido conocer a mucha gente. He tenido alumnos muy brillantes entre los que hay cuatro o cinco catedráticos, lo que en modo alguno quiere decir que haya sido yo el promotor de su éxito, sino que ha sido consecuencia de su propia valía. Con muchas de estas personas he mantenido una relación de amistad a lo largo del tiempo, hemos seguido en contacto.

Otra etapa importante fueron los años en que estuve vinculado a la Comisión Científica del Colegio de la I Región. Éramos un grupo de profesionales muy inquietos y el Colegio nos resultaba muy estimulante como toma de contacto con otros colegas y como forma de aprendizaje.

También recuerdo de manera especial la época de la Sociedad Española de Periodoncia, etapa en la que también luchamos mucho. Estaba con Francisco Martos y Andrés Pérez Fernández, mis grandes amigos y compañeros en la especialidad, con los que he trabajado muchos años.

Y, por supuesto, la Clínica Alpe.

P. Hablemos de la creación de la Clínica Alpe.
R. Yo creo que fue un hito en España la puesta en marca de una clínica especializada sólo en Periodoncia a cargo de varios profesionales. Lo conseguimos, sin duda, gracias al respaldo de los grandes amigos que teníamos y que nos apoyaron mucho enviándonos pacientes.

P. Fue un proyecto muy arriesgado.
R. Sí, lo fue. No nos auguraban un porvenir demasiado bueno. Hacíamos periodoncia los tres, separadamente. Paco Martos y yo éramos compañeros de promoción, Andrés Pérez Fernández era alumno mío, muy brillante. Cuando formamos la Junta Directiva de SEPA, estuvimos los tres juntos. Allí se nos ocurrió la idea de crear una clínica grande entre los tres. Más tarde, Andrés, por motivos personales, se instaló por su cuenta, aunque seguimos manteniendo la misma gran amistad.

Paco Martos y yo continuamos al frente de Clínica Alpe hasta que yo me jubilé. Después, Paco Martós compró otro piso en el mismo edificio y mi hijo se quedó con la clínica. Y fíjese si este proyecto tuvo importancia en nuestras vidas que tanto la que dirige mi hijo como la que tiene Paco Martos se llaman igual: Clínica Alpe. En ese sentido se ve que no ha habido ruptura de ningún tipo, ni a nivel personal ni profesional.

P. ¿Fueron particularmente duros los inicios?
R. Al contrario, fueron muy buenos, porque los pacientes nos siguieron; cada uno aportábamos nuestros pacientes. Además, teníamos excelentes amigos que nos ayudaron enormemente, por ejemplo, Pedro Badanelli, Arturo Martínez Bernal, Paco Gasca, Lorenzo Portero… Todas estas personas nos enviaban pacientes y, además, eran profesionales de alto standing, lo cual nos aportaba facilidades en el tratamiento periodontal, ya que llegaban con tratamientos dentales muy bien hechos. Esto es muy importante, porque si a un buen periodoncista le llega el paciente de un mal dentista de entrada se encuentra con un problema previo.

P. ¿Qué nos puede contar de su época en SEPA, sociedad de la que fue usted presidente entre los años 1976 y 1977?
R. Puesto que la Periodoncia era, por aquel entonces, muy desconocida, cuando había alguna reunión, se escogía como sede alguna de las ciudades “importantes”, como Madrid, Barcelona, Sevilla o Valencia, para organizarla; pero nosotros éramos tan atrevidos que queríamos divulgar la Periodoncia en sitios donde no se había hecho nunca. Por este motivo fuimos a Cádiz y organizamos en el Puerto de Santa María, en 1976, la undécima reunión anual de la SEPA. Registró un gran éxito.

Al año siguiente la organizamos en Logroño, otra de las ciudades hasta entonces olvidada en lo que se refiere a esta disciplina. Pero es que además incluimos un curso de oclusión y de articulación temporomandibular, que entonces no era nada habitual, y para ello recabamos la colaboración de neurólogos, psiquiatras, odontopediatras, cirujanos maxilofaciales…, en resumen, de todos aquellos especialistas que podían aportar algo en ATM. Entonces organizamos el primer simposio dentro de la reunión anual, aparte del curso, para mostrar la relación y las posibilidades de colaboración que podían existir entre diversas especialidades de cara a la alteración temporomandibular. Resultó muy interesante.

Las reuniones de SEPA duraban entonces cuatro días, entre los que intercalábamos uno para el ocio, que se dedicaba a una excursión o una visita cultural que servía también para estrechar relaciones entre los congresistas. Se establecían lazos de amistad, aparte de resultar una experiencia enriquecedora el conocer la vida cultural y artística de la ciudad.

P. En su opinión, ¿por qué tardó tanto en cobrar importancia la Periodoncia en España?
R. El problema es que en la Escuela de Estomatología no se explicaba Periodoncia. Le voy a contar una anécdota: estando con Saénz de la Calzada, después de mucho insistir, conseguí que me dejara dar una clase de Oclusión. Cuando le pregunté cuándo podríamos tener la siguiente clase de oclusión se extrañó y me contestó: “Pero, ¿se tiene que hablar más de un día de oclusión?”.

De estos temas prácticamente no se hablaba. ¿Y si no había docentes que explicaran Periodoncia, cómo iba a haber especialistas?
Lo que ocurre es que éramos jóvenes y teníamos mucho empuje. Yo, personalmente, iba todos los días, de nueve a dos, a la universidad; pero luego tenía que trabajar en la clínica para mantener a mi familia. Las sesenta horas semanales de trabajo se superaban siempre. Además, había que preparar las clases y dar cursos.

P. En 1981, junto a sus colegas, los doctores Andrés Pérez Fernández, Francisco Martos y los doctores Perona Álvaro, Ortiz Urdiain, Pino González, Riera Rovira y Sagredo García, recibió el Premio Fonseca de la SEPA, el más prestigioso galardón de la Periodoncia española, por un trabajo científico titulado “Estudio experimental sobre injertos libres de encía”.
R. ¿Sabe cómo conseguimos hacer ese estudio? Se lo voy a contar.

Paco Martos, Andrés y yo íbamos al Rastro de Madrid, comprábamos perros que, tras tenerlos una noche en nuestras casas, trasladábamos a Vitoria en tren, dentro de cajas; allí, en la Facultad de Medicina realizábamos los injertos y, posteriormente, un histólogo dedicaba unos días para ver la evolución de la cicatrización y hacía los cortes anatómicos.

Todo ese proceso se repetía varias veces y representaba, no sólo mucho tiempo, sino un importante desembolso económico, aparte de la pena que nos daba sacrificar a los animales, porque a mí me encantan los perros. Recuerdo una vez que uno de ellos tenía una gastroenterocolitis y mis hijos y yo pasamos la noche poniéndole suero al pobre animal.

P. También, como se trasluce en esta entrevista, es usted un apasionado de la docencia.
R. Sí, me ha gustado la docencia, y mi hijo sigue mis pasos. Es profesor en la Universidad Europea de Madrid y director del Máster de Periodoncia. Me ha superado ya en todo, como debe ser.

En mi época de profesor tratábamos de transmitir a los alumnos lo poco que sabíamos. Era una fuente de conocimiento, porque, con el debido respeto a los pacientes, cuando yo hacía una cirugía me ayudaba un alumno. Cuando ya me había asistido en unas cuantas cirugías, era el propio alumno el que llevaba a cabo la cirugía y yo le ayudaba a él. Después él enseñaba a otro, y así sucesivamente.

Durante los primeros años ni siquiera había instrumental para las clases prácticas, lo tenía yo que llevar de mi casa todos los días, porque no había dinero para comprarlo.

P. Me llama mucho la atención la generosidad con que los profesionales ponían sus conocimientos y experiencia a disposición de los jóvenes.
R. Era algo bastante frecuente, sin embargo no todo el mundo lo hacía. Yo mismo, al poco de terminar Estomatología, quise ir a ver a un profesional muy conocido de Madrid y él me dijo que aceptaba encantado. Luego la secretaria me comentó que tenía que pagarle una cantidad tres veces superior a lo que entonces ganaba al mes. Era una forma de quitársete de encima.

En el otro extremo, por ejemplo, José Luis López Álvaro ha sido siempre un ejemplo de generosidad, un hombre valiosísimo que ha creado su propia escuela, daba cursos gratis y siempre ponía su casa a disposición que quien quisiera verle trabajar.

Por lo que se refiere a nuestra clínica, cada vez que voy por allí encuentro a una o dos personas, ya sean alumnos o licenciados, que quieren dedicarse a la Periodoncia. Y me satisface mucho ver que se continúa con esta práctica, tanto por parte de mi hijo como de Juan Arias y Amaya Cerezo, que son quienes llevan ahora la consulta.

P. En su época como vicepresidente del Colegio, ¿qué recuerdos guarda de aquella Junta y qué prioridades se marcaron?
R. Había muy buena armonía entre los miembros de aquella Junta, y una de nuestras prioridades fue la docencia, hasta el punto de que se hicieron unos gabinetes para dar cursos, pero no había dinero. Entonces decidimos impartir los cursos nosotros: la parte teórica en la sede colegial y la práctica en nuestras clínicas. Y nos llevamos una decena de alumnos cada uno. Estuvimos durante todo un año dedicando una tarde en semana a dar ese curso para generar dinero para el colegio y comprar equipos que permitieran organizar nuevos cursos.

P. No hemos hablado de la época en que estuvo usted al frente del departamento de Periodoncia del Hospital Infantil de San Rafael.
R. El creador del Servicio fue don Pedro Moreno Solanilla, padre de Juan Pedro y Enrique Moreno, a los que me unía una buena amistad. Juan Pedro era el alma del servicio, creativo, muy trabajador e inteligente. Llevaba el Departamento y el Servicio de Ortodoncia junto con Enrique Bejarano.

Enrique Moreno se ocupaba de la cirugía torácica y digestiva, con las mismas cualidades que su hermano.

Yo me ocupaba de la Periodoncia y Oclusión, aunque, posteriormente, de esta última se ocupó Moncho Casado.

Debo reconocer que me admiró la abnegación de los frailes que prestaban su servicio en el hospital. En los cinco años que estuve prestando allí mis servicios, he asistido a escenas de gran emotividad.

P. Como médico, ¿es usted partidario de que los odontólogos tengan una mayor formación médica de la que actualmente se les proporciona en la Facultad de Odontología?
R. Yo creo que no es necesario, sinceramente. Al principio, cuando venían a España conferenciantes estadounidenses, que no eran médicos, nos llamaba la atención la formación que tenían respecto a las especialidades de Odontología. Sabían lo suficiente de inmunología o de genética, por poner un ejemplo, para desenvolverse en su profesión. Lo que ocurre es que allí ellos tenían una formación previa introductoria y luego hacían un máster en distintas asignaturas que era más complejo.

No conozco a fondo el plan de estudios actual, pero no creo necesaria una mayor formación médica para los odontólogos.

P. ¿Está de acuerdo en que, en los últimos años, el conocimiento que tiene la población acerca de las patologías periodontales ha avanzado notablemente?
R. Actualmente los pacientes poseen mucha más información, y eso es positivo; pero no toda la información que se les transmite es correcta. De hecho, algunos dentistas generales siguen teniendo dificultades a la hora de detectar la enfermedad periodontal, y otros, con el fin de no perder ese paciente, lamentablemente no lo envían al periodoncista.

Recuerdo una experiencia que se llevó a cabo en los países nórdicos en la década de los setenta y es que la Sanidad de estos países organizó cursos de higiene bucodental de tres meses de duración para gente joven que no quería seguir estudiando, con el fin de que luego ellos fueran por los colegios formando a niños y profesores en hábitos de higiene y prevención. Los resultados de esta iniciativa fueron tan espectaculares que, por ejemplo, en Holanda se cerraron dos facultades de Odontología, porque ya no hacían falta tantos dentistas, tal era el conocimiento acerca de las medidas de prevención de las enfermedades bucodentales que tenía la población.

Yo he propuesto que se organice algo similar en España, porque, además, este tipo de medidas son muy económicas. Es increíble la cantidad de millones que se pierden debido a la abstención laboral por motivos periodontales.

Todavía muchos odontólogos no saben tratar un absceso, se limitan a recetar antibióticos, cuando lo que hay que hacer es abrirlo en el momento: hacer una pequeña incisión con el bisturí y drenarlo. Y no ha costado más que tres puntos y veinte minutos de trabajo.

Y abscesos puede haber todos los días unos 10.000, porque tenemos muchos dientes. Si cada día faltan 10.000 personas al trabajo, desde el punto de vista económico es una gran cantidad de dinero.

En este terreno queda mucho por avanzar, las autoridades sanitarias no se conciencian de lo rentable que es invertir en formación para la prevención en odontología.

Además, estas medidas resultan muy eficaces, sobre todo cuando se dirigen a los niños, porque ellos tienen una capacidad de aprendizaje increíble. Yo he ido a escuelas, para enseñar técnica de cepillado dental y he visto cómo se enseñaban unos a otros a hacerlo correctamente.

P. Es realmente curioso cómo, a base de información, se ha conseguido mejorar la salud bucodental de los españoles, reduciendo considerablemente los índices de caries; sin embargo, la patología periodontal continúa siendo muy elevada.
R. En ese aspecto hay además una diferencia en lo que se refiere al nivel cultural de las familias. En algunos colegios encontrábamos unos índices muy moderados de gingivitis entre los niños, mientras que en otros, llegaba a afectar al la casi totalidad.

A veces nosotros tenemos una visión distorsionada acerca del grado de conocimiento de la población, porque nuestros pacientes, a fuerza de repetirles lo que tienen que hacer, se lo han aprendido. Pero todavía se encuentra uno con quien, por ejemplo, está firmemente convencido de que lo mejor después de comer es masticar una manzana porque “limpia los dientes”.

Luego están esos anuncios de televisión que afirman que enjuagarse con un colutorio destruye la placa bacteriana. En mi opinión, esa es una afirmación muy arriesgada.

Continúa habiendo carencias culturales entre determinados grupos de la población. E, insisto, también entre los profesionales de la Odontología, entre los odontólogos generalistas, es necesario un mayor conocimiento en materia periodontal.

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