En julio, la Consejería de Salud de la Generalitat de Catalunya confirmó explícitamente al Ilustre Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de Cataluña que las prestaciones dentales públicas se ofrecerían a la población a través de los centros públicos de atención primaria, descartando el modelo de las consultas privadas.
El presidente del COEC, doctor Josep Lluís Navarro Majó, nos explica las razones de esta elección por parte de la Administración catalana, a la que demanda una mayor inversión en profesionales y material.
Frente a la crisis, aunque afirma que se trata de una crisis financiera, inmobiliaria y de gran consumo, pero no de salud, aconseja apostar por la formación y la profesionalidad. De hacerlo así, al final, el dentista tradicional saldrá reforzado. Y está convencido de que las franquicias tienen los días contados (“Digamos que esa forma de entender la odontología y el ejercicio profesional ya no está de moda”).
Pregunta. ¿Por qué la Administración catalana ha elegido este modelo?
Respuesta. Fundamentalmente porque en Cataluña ya hace muchos años que la Administración y el Colegio trabajan conjuntamente por la promoción de la salud dental, promoviendo la odontología preventiva a todos los niveles, y sobre todo en la población infantil. Actualmente, cerca de 400 profesionales ya trabajan en los centros de atención primaria públicos desarrollando esta actividad preventiva y la Administración ha querido aprovechar toda esta red de centros públicos y profesionales para hacer llegar las nuevas prestaciones a los ciudadanos catalanes.
P. Pero ¿estos profesionales y medios de los que dispone ahora la Administración van a ser suficientes?
R. No. Ahora mismo los odontoestomatólogos que trabajan en los centros públicos necesitan más medios, más personal auxiliar y de apoyo, más espacio físico… Desgraciadamente, la odontología pública en España, aunque también en menor medida en Cataluña, ha sido considerada como un pariente pobre de la medicina. Es inconcebible para nosotros que los dentistas públicos nos refieran tal falta de medios, lo que provoca desmotivación, mala atención, excesivos días de espera, problemas con los pacientes, etc.
Y ahora todavía se añadirá más presión, porque hay más prestaciones. Desde el Colegio de Cataluña hemos exigido a la Administración que, ya que se ha escogido este modelo, se aporten las partidas presupuestarias suficientes para contratar más dentistas, más personal auxiliar, más material y medios, más sillones, más espacio en los centros…
P. ¿Cuál ha sido la respuesta de la Administración?
R. Que es su voluntad ofrecer una odontología pública de calidad en todo el territorio. Que harán pruebas piloto en determinados centros públicos y en determinadas comarcas, que se indicarán unos centros públicos de referencia para ofrecer estas prestaciones, que ya no son solamente preventivas, sino además curativas. Y que ya tienen experiencia .
Sin embargo, añaden que tienen un presupuesto limitado, que hay crisis, que todavía no se ha conseguido cerrar la financiación prevista en el Estatuto de autonomía de Cataluña entre los gobiernos de España y de Cataluña, que una vez cerrada esta financiación habrá que dotar a la consejería de salud de su parte…
P. ¿Y cuál es su opinión, y la del Colegio de Cataluña?
R. Que los políticos no pueden decir, en época de elecciones, que la odontología será gratis para los niños si no tienen el dinero para hacerlo.
Que, afortunadamente para los pacientes, los dentistas que trabajan en los centros públicos catalanes son unos excelentes profesionales, con un alto grado de motivación por lo que hacen y con una gran vocación de servicio público. Eso lo digo porque en las reuniones que tenemos periódicamente con ellos en el Colegio siempre queda constancia de su militancia por la odontología pública y por su trabajo. Nos exigen constantemente que intercedamos ante la Administración para conseguir esas mejoras en su trabajo, para poder ofrecer una odontología de calidad.
Desde el colegio exigimos y exigiremos a la Administración con contundencia y constancia que se dote de partidas presupuestarias a la odontología pública, para evitar que la Administración desaproveche esa vocación y profesionalidad de los dentistas para evitar esas inversiones en nuevos dentistas, material, instrumental… que son absolutamente necesarias.
Desgraciadamente, es imposible constatar las partidas presupuestarias globales destinadas a salud dental en los presupuestos de la Consejería de Salud, porque éstos no están desagregados .
P. ¿Cuál es la valoración que hace el Colegio de la opción que ha escogido la Consejería? ¿El Colegio prefería este modelo o el del País Vasco o Andalucía, o sea, ofrecer las prestaciones públicas a través de los consultorios dentales?
R. En primer lugar, quiero dejar claro que a quien le correspondía elegir el modelo era a la Administración. El Colegio de Cataluña sólo ha influido en la decisión y ahora pretende influir para conseguir esas partidas presupuestarias y para conseguir la contratación de nuevos odontólogos para evitar el colapso del sistema: falta de profesionales, falta de material, colas excesivas, etc. Estamos al lado de los profesionales recogiendo sus reivindicaciones, que son de sentido común, y trasladándoselas a la Consejería.
Cataluña tiene dos hechos específicos, que le diferencian del País Vasco o Andalucía, por ejemplo. El primero es esa gran red asistencial pública, con casi 400 dentistas contratados. El otro gran hecho diferencial es la gran cantidad de personas que han venido de fuera, con unos hábitos e índices de salud dental muy inferiores a los de la población autóctona.
Las personas inmigrantes y de renta económica baja acuden a los centros y hospitales públicos en busca de salud. Ése es su hábito cuando están enfermos. A esos niños y a esas familias ahora el Estado les garantiza una nueva prestación: la salud dental infantil. Parece lógico hacerlo así. Obligarles a ir a los consultorios privados era añadir una barrera de entrada.
Al Colegio le parece bien el modelo de los centros públicos, siempre y cuando haya las dotaciones económicas correspondientes, las inversiones necesarias y la contratación de nuevos dentistas cuando se requiera.
Es el Estado, y no los profesionales, quien debe pagar la odontología pública. Y el Colegio, junto con el resto de la sociedad, debe exigir al Estado esas dotaciones presupuestarias para lograr una asistencia de calidad.
En cualquier caso, por lo menos en Cataluña, lo que parece más solidario y progresista, y menos elitista, es ofrecer las prestaciones públicas a través de los centros públicos, ya que éstos suponen una barrera de entrada al sistema muy inferior al de los consultorios privados, sobre todo para la población inmigrante y los niños de las familias más humildes. Los niños de clase media y media alta ya gozan de unos buenos índices de salud dental y ya están habituados a acudir regularmente a los consultorios dentales en busca de la odontología preventiva. A esos niños no les hacen tanta falta las prestaciones asistenciales públicas.
En otras palabras, si se ofrecen estas prestaciones públicas a través de los consultorios privados, puede darse la paradoja de que quienes vayan a consumir la mayoría de esos recursos públicos sean esos niños de clase media y media-alta, marginando y dejando fuera del sistema a los más necesitados, que no son los que ya acuden habitualmente a los consultorios, pero sí que lo hacen habitualmente a los centros de atención primaria públicos.
P. Las encuestas de satisfacción de los dentistas que trabajan recibiendo niños en sus consultorios privados y les ofrecen prestaciones públicas indican que su nivel de satisfacción es muy alto. ¿Qué piensa usted?
R. En estas encuestas se ve claramente que la satisfacción que predomina en los dentistas privados es la fidelización del paciente y por tanto de la familia, lo que aumenta el número de pacientes y por tanto de tratamientos siendo el PADI un medio y no un fin. Muy diferente del grado de satisfacción de los dentistas de la pública donde la satisfacción se centra en el PADI. ¿Qué piensan ellos de derivar recursos públicos a los consultorios privados? En una situación de crisis económica como la actual, no parece lógico desviar fondos públicos a los consultorios privados. ¿O es que estamos pidiendo al Estado que llene nuestros consultorios de pacientes?
Pero lo más importante es qué piensan los niños inmigrantes, sus familias y las familias de rentas más bajas cuando necesitan esas prestaciones y no se las ofrecen en los centros de atención primaria, como el reto de la medicina.
P. ¿Entonces los niños con gran patología no podrán ser tratados en los consultorios privados porque éstos se arruinarían?
R. En cualquiera de los sistemas de atención infantil vigentes, el profesional es libre de aceptar o no un paciente, y siempre coexiste con la atención en la red pública.
Corremos el riesgo de que los niños con gran patología sean excluidos del sistema de los consultorios privados y éstos se vean obligados a desviar esos pacientes a los centros públicos, creando dos sistemas: unos para niños ricos y otro para niños pobres. ¿Es eso aceptable? Pienso que no.
P. ¿O sea, que el sistema que se ideó en el País Vasco y Navarra hace más de una década no es la solución?
R. En ese momento la red de centros públicos y la dotación de dentistas era muy pobre, por lo que la solución de utilizar la red privada fue razonable. Además se partía de unos índices buenos de salud dental.
Era y debería seguir siéndolo un programa eminentemente preventivo. Ahora es más reparador y mal remunerado, sobre todo cuando hay gran patología, como es el caso de Comunidades autónomas con muchas personas de fuera y nivel de renta bajo.
P. ¿No es muy cara la odontología pública?
R. Es cuestión de prioridades. Es impresentable que permanezcamos atónitos ante la desviación presupuestaria millonaria de una obra como un aeropuerto y la simple construcción de un puente, cuando con una milésima parte de esa desviación resolveríamos el problema de la salud dental pública. Los millones de euros que se requieren se pueden contar con los dedos de la mano.
P. Hablando de otro tema, ¿cómo está afectando la crisis a los consultorios dentales?
R. La crisis está afectando mucho, muchísimo a los consultorios dentales “empresarializados”: macroclínicas y franquicias fundamentalmente. Sin embargo, el modelo profesional de la odontología está aguantando mucho mejor el chaparrón. Muchas clínicas dentales siguen creciendo a pesar de las circunstancias económicas actuales.
Esta crisis de valores del capitalismo financiero salvaje, demuestra y pone de relieve la vigencia de la relación directa entre paciente y dentista, del modelo clásico, de la buena praxis como motor de nuestra profesión, de la salud dental del paciente como único fin de nuestro trabajo, del modelo liberal del ejercicio profesional… frente al economicismo, la publicidad engañosa y exagerada, el intermediario que no aporta nada, el sobretratamiento, la picaresca…
La organización colegial en su conjunto no tiene que olvidar el norte de nuestra profesión: la defensa a ultranza de la salud dental de la población y la relación directa entre dentista y paciente como mejor forma de proteger ese objetivo. El modelo liberal de ejercicio profesional —con todas las aportaciones que sea necesario introducir para no dejar fuera del sistema a los más desfavorecidos— es el modelo a potenciar, mientras no se demuestre que otros modelos —seguros que no son tales, intermediarios que no sirven para nada porque nada aportan, empresarios que banalizan el ejercicio profesional…— entiendan que la salud de los pacientes es el único objetivo.
P. ¿Qué puede hacer un dentista ante la crisis? ¿Cuál es el mensaje que se envía desde el Colegio a la profesión?
R. La crisis es financiera, inmobiliaria, de gran consumo… No es una crisis de salud: Los ciudadanos dejan de consumir unos productos innecesarios y se centran en consumir otros. La prevención, el cuidado de la salud no se están viendo afectados notablemente, aunque sí hay casos concretos, como es el de las franquicias dentales, macroclínicas (dentales) y centros de estética. El parón del consumo familiar afecta en estos momentos de una forma mucho más ralentizada a los consultorios dentales tradicionales, y no a todos.
Desde el Colegio insistimos en dos puntos. En primer lugar, formación, formación y formación. Los profesionales a los que les va bien son los que acuden a cursos, leen, se relacionan con sus compañeros, viajan a los congresos… La búsqueda de la excelencia y la buena praxis dental tiene que ser patrimonio de cada uno de los colegiados. En segundo lugar, ética, ética y ética, y potenciación de los mecanismos tradicionales, que a veces los profesionales consideran erróneamente caducos, como son la promoción del sistema boca-oído, la concienciación de la importancia de la primera visita, la formación del personal auxiliar, la idea de equipo de trabajo, la presentación ordenada de los tratamientos y presupuestos… En definitiva, estamos hablando de escuchar y servir a las necesidades de salud del paciente en una relación próxima y sin distorsiones por parte de terceros, en la que el paciente y su bienestar son el centro.
Ninguna franquicia, ni intermediario entre consultorio y paciente puede hacer mejor odontología que un profesional formado y motivado para hacer crecer su consultorio a través de la salud dental de sus pacientes. Ése es el mensaje. Y ese partido lo vamos a ganar.
Creemos que estamos en sintonía con las necesidades y la demanda de la sociedad.
P. ¿Está usted diciendo que las franquicias dentales fracasarán?
R. Es lo que sucedió en Estados Unidos. El modelo de franquicias dentales no crecerá más en España. De hecho, ya hace unos meses, según los datos que disponemos, que ha dejado de crecer. Su cuota de mercado hace meses que se ha estabilizado y desde hace unos meses incluso ha empezado a decrecer. Algunas clínicas franquiciadas ya han cerrado en Barcelona, por ejemplo. Hay concursos de acreedores —suspensiones de pagos— provocadas por esas clínicas. Digamos que esa forma de entender la odontología y el ejercicio profesional ya no está de moda. Ahora constatamos, de forma más clara que nunca, que ese modelo no solamente no se impondrá, sino que acabará siendo marginal.
En cualquier caso, esperemos que la crisis pase pronto, que se creen puestos de trabajo y que las familias recobren esa tranquilidad financiera que todos necesitamos.
Pero una cosa es clara: el dentista liberal-tradicional saldrá muy reforzado de esa situación si entiende que la formación y la salud dental del paciente son el único medio y el único objetivo para la excelencia del ejercicio profesional.
P. Finalmente, estos días se cumplen 10 años de la celebración del 86 Congreso Mundial de Odontología de la Federación Dental Internacional. ¿Qué recuerda de ese Congreso?
R. Recuerdo a un equipo de compañeros trabajando día y noche para organizar el congreso, a 20.000 personas en el Palau Sant Jordi, a miles de congresistas que hicieron que este evento fuera el congreso científico más masivo que se celebró en Barcelona hasta esas fechas, a la gran capacidad de liderazgo del colegio y de su Junta de gobierno de entonces, también del comité organizador, a mucha gente en las salas de conferencias, en la exposición industrial, en los actos sociales… En fin, recuerdo un acto masivo y muy buen rollo.
P. ¿Qué cambios fundamentales ha sufrido la odontología en estos últimos 10 años?
R. Desde el punto de vista clínico, la consolidación de la odontología preventiva y la concienciación por parte de la población de que la prevención es la mejor medida para tener una boca sana.
La consolidación de la implantología y la odontología estética. La irrupción de nuevos materiales.
Desde el punto de vista del ejercicio profesional, la aparición de intermediarios entre consultorio o profesional y el paciente; de macroclínicas y franquicias dentales; cambios en la forma de ejercer la profesión.
La plétora profesional, fruto de una forma errónea de entender la docencia como un producto privado de gran consumo, pone en el mercado odontólogos abocados y sin ninguna otra salida que esas macroestructuras empresariales que ofrecen “contratos basura” a profesionales jóvenes.
En fin, nuevas oportunidades y nuevos retos que debemos encarar desde nuestra responsabilidad individual: adaptarnos a los cambios del entorno para satisfacer al paciente; y colectiva: promover la deontología profesional.