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Dr. Bernardo Perea Pérez

Aspectos prácticos de la protección de datos en la clínica dental

Ya han pasado tres años desde la modificación de la Ley de Protección de Datos en España y la aplicación de la nueva normativa sigue suscitando dudas a la hora de gestionar la información del paciente en cuanto a temas tan importantes como qué hacer si un paciente solicita sus datos o cómo conservar la historia clínica.

Es importante señalar que, como historia clínica, se considera toda la información que se haya podido obtener del paciente durante su tratamiento, es decir, la historia no será solo el histórico de tratamiento o anotaciones con fecha que indica qué se ha realizado el paciente cada día que ha acudido a nuestra consulta, sino que incluirá documentos como el consentimiento informado, el cuestionario de salud, estudios de ortodoncia o las pruebas radiográficas que se haya realizado en el centro.

En ese sentido, se indica en la legislación que el paciente, si quiere ejercitar su derecho de acceso a sus datos en la consulta, tendrá derecho a obtener una «copia literal» de la información que tenga el centro. Por tanto, si el paciente cursa dicho trámite se le deberá entregar copia de todos estos datos. En ocasiones, la información que obra en la consulta es tan amplia que puede ser necesario preguntar al paciente qué datos concretos necesita, y así lo posibilita la nueva normativa.

Una vez aclarados los datos que solicita el paciente, el centro tiene un mes de plazo para la entrega de la información. Plazo que es importante destacar, dado que puede darse el caso de que el paciente entregue un escrito a la clínica solicitando sus datos y se indiquen plazos más limitados para la entrega de la información (10 días, por ejemplo).

Derecho de acceso a la historia

Continuando con la documentación en caso de ejercicio del derecho de acceso a la historia, hay que destacar también que ese derecho es, en un principio, gratuito. Por tanto, no se puede, en un primer término, cobrar al paciente por la entrega de ciertos datos de la historia como podrían ser las radiografías.

Si no se ha cobrado al paciente por la realización de pruebas radiográficas, como ortopantomografías o escáner, no resulta recomendable pedirle en el momento de la solicitud de acceso el cobro de éstas, más aún si este coste no estaba indicado previamente. Son los casos en los que se ofrece «diagnóstico y panorámica gratuitos».

Si se quiere exigir el pago, se puede indicar en el presupuesto que se le realice al paciente el coste de la radiografía y que éste se le exigirá si quiere retirarla de la clínica. Igualmente, no se puede exigir el pago de radiografías que el paciente haya aportado personalmente y que provienen de centros externos. En este último caso, la clínica debe conservar una copia de la prueba.

Canon

Indicábamos antes que el derecho de acceso era, en un principio, gratuito. Esta puntualización se debe a que la normativa permite cobrar el derecho de acceso cuanto este sea «infundado o excesivo», por ejemplo, si la solicitud es repetitiva. En ese caso se puede cobrar un canon que corresponda al coste de tramitación administrativa y del que se recomienda que se advierta previamente al paciente. Este exceso en la solicitud de información puede darse en el caso de tratamientos de menores en caso de padres separados, en el que una de las partes exija con cierta constancia información al respecto del tratamiento.

En estos casos concretos que, por desgracia, suelen ser habituales, debe tenerse en cuenta lo indicado por la Agencia de Protección de Datos en su Informe 409/2004, en el que se indica que «el representante legal del menor es quien ostenta la patria potestad del niño, por tanto, solo a esta persona es a quien hay que ofrecer información clínica y de facturación». En ese sentido, si la patria potestad es aún compartida, la información hay que ofrecerla a ambas partes.

Otro de los aspectos en los que se genera más controversia es en el de la conservación de las historias clínicas, entendidas éstas como el conjunto de los datos clínicos de los pacientes, incluidas radiografías o modelos de ortodoncia, por ejemplo.

Regla de los cinco años

En la legislación se indica que los datos del paciente se deben conservar, como mínimo, cinco años una vez finalizado el último proceso asistencial. Esto supone que, si el paciente no ha acudido a la clínica en ese tiempo, se puedan destruir sus datos.

Se debe puntualizar que la regla de los cinco años debe ser considerada en cada caso concreto. No es lo mismo un paciente que solo acudió a la clínica a realizarse una revisión y que no ha vuelto al centro, que otro que lleva acudiendo muchos años y que tiene un extenso historial de tratamientos en el centro, pero que lleva un lustro sin acudir.

Debemos, por tanto, ponderar qué hacer con la información en estos casos, en el sentido de conservarlos por más tiempo por si el paciente vuelve al centro o no.

Digitalización de los datos

El problema lo solemos encontrar en la cantidad de documentación que se va almacenando en nuestras clínicas y que van ocupando cada vez más sitio hasta llegar a condicionar el espacio del que disponemos, momento en el que nos podemos plantear qué hacer con las fichas de pacientes que llevan años sin acudir y de los que conservamos, no solo los datos históricos del tratamiento, sino también modelos de escayola.

Se puede encontrar una solución a este problema en la digitalización de los datos del centro, que supone, por tanto, una ventaja en cuanto al almacenamiento de la información. Incluso con los nuevos avances en escáneres intraorales podemos llegar a prescindir de los modelos de escayola.

Así, volvemos a citar a la Agencia de Protección de Datos para destacar lo que dispone en su Informe 0443/2010 y que se relaciona con la conservación de los datos. En dicho documento, la Agencia indica que se pueden conservar los datos en un soporte diferente al original, por ejemplo, escaneando la documentación, siempre y cuando quede preservada su autenticidad, seguridad e integridad.

Dental Unit Waterlines en Odontología

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A medida que crece la preocupación del ser humano por su salud, crece la importancia que otorga a sus fuentes de consumo. En Europa se recomienda que el agua destinada al consumo tenga menos de 100-200 UFC /mL según la ADA.

El agua de las Dental Unit Waterlines (trayectos de transporte de agua de los equipos dentales) circula por los finos tubos de plástico siendo este flujo mayor en el centro que en la periferia donde se produce el acúmulo de microrganismos procedentes del agua o de los sistemas de succión durante el tratamiento de otros pacientes que posteriormente pueden ser liberados y aspirados por el paciente (el mismo u otro diferente) o profesional.

Actualmente hay cuatro categorías de productos que se utilizan para el tratamiento de las unidades de agua dentales, sistemas de agua independiente, sistemas de agua estéril, filtración y protocolos de tratamiento químico.

Palabras clave: Biofilm, Dental Unit Waterlines, Dental Unit Waterline Contamination, Dental Unit Treatment Water, Risk Assessment.

Abreviaturas:

• EPA: Agencia de Protección Ambiental

• APHA: Asociación Americana de Salud Pública

• DUW: Dental Unit Waterlines

• UFC: Unidades Formadoras de Colonias

• ADA: American Dental Association

• OSAP: Organización para los Procedimientos de Seguridad y Asepsia.

Introducción

A lo largo de los años, en Europa y Estados Unidos ha habido numerosos problemas por infecciones en el agua, lo que ha generado gran preocupación, produciendo un considerable aumento del consumo de agua embotellada. La principal ventaja del agua embotellada es que no es atacada por microorganismos habituales como la Legionella; aunque en algunas ocasiones la concentración microbiana de estas fuentes es mayor que las de agua del grifo (1-2).

El control de la calidad microbiológica del agua en las unidades dentales ha ganado gran relevancia en los últimos años, ya que tanto los pacientes como los profesionales están continuamente expuestos al agua y a los aerosoles generados en la unidad. Existen evidencias que indican que el personal que trabaja en clínicas dentales está más expuesto a los patógenos del agua que el resto de la población. Además es de tener en cuenta que en la Unión Europea los pacientes visitan al dentista una media de una vez cada 6 meses (3-4).

Las unidades dentales de agua difieren de las de consumo habitual en que, aunque las concentraciones microbianas son las mismas, el agua de las unidades dentales sale en forma de aerosol, por lo que puede afectar a los pulmones y producir neumonía o infectar heridas quirúrgicas. Los aerosoles producidos en los instrumentos de alta velocidad transmiten los microbios por vía respiratoria en un nivel superior a otras formas de transmisión, pero para que se llegue a producir enfermedad se necesita asimismo un huésped susceptible (1-2).

El agua que no cumple con unas propiedades mínimas no puede ser destinada al uso odontológico. Existen protocolos en los que se indica al odontólogo la necesidad de usar válvulas para evitar que el fluido aspirado vuelva a salir, a limpiar todo dejando fluir el agua 20-30 segundos entre cada paciente y durante varios minutos al día, enjuagar las DUW con desinfectantes, usar sistemas de agua independiente o filtros bacteriológicos, además se obliga a realizar los procedimientos que incluyan cortar hueso con agua esterilizada. El agua utilizada en los equipos dentales debería ser la misma que la destinada al consumo, aunque no siempre ocurre así (4-7).

El agua en Odontología

El control de la infección ha cobrado gran importancia a la hora de tener en cuenta el cuidado de la salud. Así, hoy por hoy, los pacientes reciben un tratamiento dental más seguro que nunca. El agua se utiliza mucho en nuestra profesión: como refrigerante, en cirugía o ultrasonidos. Las líneas de agua se contaminan de manera fácil con microrganismos procedentes del paciente o del medio, pudiendo ser aspirados posteriormente por otro paciente o por el profesional. Se han establecido diversas medidas para reducir el riesgo de infección, entre ellas la esterilización y desinfección del instrumental odontológico, el manejo y recolección de residuos contaminados, el control del ambiente odontológico y las consideraciones acerca de la calidad del agua, las líneas de agua de la unidad dental y la formación de biopelículas (5-8).

Según Mills, el agua de las unidades odontológicas utilizada para irrigar la cavidad bucal de los pacientes durante la atención clínica debería cumplir con los parámetros de aceptabilidad del agua potable para consumo humano. La Asociación Dental Americana (ADA) realizó un estudio en el año 1974 en el cual se analizó la flora nasal de 30 odontólogos, resultando 9 de ellos portadores de las mismas especies de Pseudomonas que habían sido aisladas a partir del agua de las unidades dentales seleccionadas en dicha investigación. Por consiguiente, el agua de consumo en nuestra población puede considerarse como microbiológicamente no segura y sugiere la posible fuente de infección concerniente a las líneas de agua de la unidad dental. Diversas organizaciones y autores como la ADA coinciden en afirmar que la contaminación bacteriana de las líneas de agua de la unidad odontológica puede provenir del suministro público (8).

El agua de grifo, según la Unión Europea, debe tener <100 UFC/mL (para la ADA serían 200) y no contener E.Coli u otras bacterias, sin embargo, una vez que fluye a través de los equipos dentales esta concentración aumenta hasta incluso 1,6 x108 UFC/ml, las causas, entre otras, podrían ser las elevadas temperaturas. Para el CDC (Centro de Control y Prevención de la Enfermedad) los dentistas deberían usar suero salino o agua esterilizada como irrigador o refrigerante en procedimientos quirúrgicos. Los estudios reflejan que sólo 10 de 123 unidades dentales examinadas cumplirían con los requisitos de la ADA. En España la concentración máxima de gérmenes totales permitida, para considerarse un agua apropiada para consumo humano, está en el orden de 102 UFC por mililitro para las muestras colectadas a la salida de las estaciones de tratamiento de agua potable, mientras que en la red de distribución, no deben producirse cambios anómalos en la concentración de estos gérmenes totales. Sin embargo, estudios recientes muestran que las concentraciones medias de gérmenes totales en 40 instalaciones analizadas en todo el territorio español variaban entre 102 – 103 UFC por mililitro. En el 24 por ciento de estas fue posible aislar Pseudomonas aeruginosa, mientras que en un 4 por ciento se recobró Legionella pneumophila y en el 51 por ciento especies del género Mycobacterium (2-5,9-14).

En las dos últimas décadas se han visto distintas formas de contaminación a través de las líneas de agua del gabinete dental. La turbina, la jeringa, la escupidera y los medios ultrasónicos de limpieza son conectados a través de una red de tubos plásticos que distribuyen agua y aire para activarlos o refrigerarlos. En estos se pueden encontrar microorganismos como F. odoratum, M. lacunata y B. cepacia. En estos estudios, también se determina la calidad microbiológica del agua proveniente de las fuentes de distribución externa a través de las pruebas de crecimiento de coliformes y mesófilos en Caldo Lauryl Sulfato y Agar Plate Count, respectivamente. En el 64% de las muestras de jeringa triple, turbina y dispositivos contenedores se evidenció crecimiento de microorganismos aerobios mesófilos, con valores que oscilaron entre 213 y 638 UFC/ml, los cuales exceden los estándares establecidos tanto por la EPA (500 UFC/ml), como por la ADA (200 UFC/ml) (8).

El odontólogo debe conocer las fuentes de contaminación cruzada existentes en su consultorio así como las normas de bioseguridad existentes, con la finalidad de tomar medidas para su prevención y control (8).

El complejo diseño de los equipos hacen que el agua quede estancada y que especies de bacterias como la Legionella puedan proliferar, el diseño de las unidades dentales será por tanto un factor a tener en cuenta para evitar esta proliferación. Los fabricantes de los equipos dentales deberían dar instrucciones para su correcta limpieza, esterilización y desinfección, extendiendo esto, no ya solo al tema abordado, sino a todas las superficies con potencial contaminante (14).

DUW, bacterias y enfermedad

No hay evidencia de un problema de salud pública debido a la contaminación de las líneas de agua dentales. Esto refleja una tasa muy baja de transmisión de enfermedades lo que nos tranquiliza, ya que la usamos prácticamente de manera constante en nuestra práctica habitual (Tabla 1). Sin embargo debemos tener en cuenta el creciente número de pacientes con enfermedades sistémicas o en tratamiento con medicamentos que se encuentran en un estado de inmunosupresión y que pueden ser propensos a la contaminación por esta vía (5).

Dental Unit Waterlines en Odontología
Tabla 1

La calidad microbiológica del agua viene determinada por la diversidad y el número de poblaciones de microorganismos presentes y está ligada al uso a que ésta está destinada. Por ello, las aguas pueden clasificarse de acuerdo a su utilización, que es la que determina los requisitos de calidad microbiológica exigibles a cada una de ellas (3).

En las aguas naturales están presentes una gran diversidad de microorganismos, muchos de ellos como microbiota de tránsito, que han llegado a éstas a través de diferentes vías. El aislamiento y caracterización de cada una de las entidades presentes con vistas a la evaluación de la calidad microbiológica de esta agua sería un proceder complejo y altamente costoso. Es por ello que, para efectuar esta evaluación, se recurre a los indicadores de calidad sanitaria del agua. Estos pueden ser definidos como sustancias químicas o microorganismos, cuyas concentraciones o densidades en el agua están cuantitativamente relacionadas con el riesgo para la salud derivado de la utilización de ésta. Las mediciones periódicas de los indicadores son de utilidad no sólo para la evaluación de las aguas naturales, sino también para detectar el posible deterioro de la calidad de las aguas tratadas (3).

Los indicadores seleccionados para evaluar la calidad microbiológica de las aguas en las unidades dentales deben estar relacionados con el riesgo que representa tanto para los usuarios de estos servicios como para el personal que desarrolla sus funciones en estas áreas la presencia de determinados microorganismos en el agua utilizada en los procedimientos normales en clínica (3).

Las biopelículas microbianas están ampliamente presentes en la naturaleza y pueden ser encontradas prácticamente en cualquier sitio donde haya humedad y una superficie sólida donde adherirse. En las unidades dentales concretamente se forma en las paredes de los conductos de plástico que llevan agua hacia las piezas de mano, los instrumentos sónicos y ultrasónicos, y las jeringas aire-agua usadas en el tratamiento de pacientes. Los niveles de contaminación en el agua para tratamiento dental pueden exceder 1.000.000.000 de unidades formadoras de colonias por mililitro (UFC/mL). La mayoría de los organismos recuperados de las líneas de agua en la unidad dental son naturales en ambientes acuáticos, aunque se han reportado bacterias con un posible origen humano (2,4,6,9,16-21).