Con la llegada de los meses calurosos y el aumento de los niveles de polen, muchas de personas comienzan a experimentar síntomas típicos de las alergias estacionales como la congestión nasal, los estornudos o el picor de ojos, entre otros. Sin embargo, estos procesos también pueden comprometer la salud bucodental, ya que existe una relación directa entre los mecanismos inflamatorios propios de las alergias y una mayor vulnerabilidad a problemas dentales y de encías.
Uno de los efectos más frecuentes, aunque poco visibilizado, es la boca seca. Las personas con rinitis alérgica suelen respirar por la boca ante la dificultad para hacerlo por la nariz, lo que reduce la humedad natural de la cavidad oral. Esta situación se ve agravada por el uso habitual de antihistamínicos que, aunque alivian los síntomas respiratorios, disminuyen la producción de saliva. “La saliva es fundamental para proteger los dientes: arrastra bacterias, neutraliza ácidos y previene la formación de placa. Cuando escasea, aumenta el riesgo de caries, mal aliento o inflamación gingival”, explica Eva Victoria Lago, del equipo Asistencial de Sanitas Dental.
Otro síntoma que puede derivarse de las alergias es el dolor dental inespecífico, especialmente en los molares superiores. Esto se debe a que la inflamación de los senos paranasales genera presión en las raíces de esos dientes, lo que puede provocar molestias que, en muchos casos, se confunden con problemas dentales. Si el dolor persiste incluso tras mejorar los síntomas alérgicos, es recomendable acudir a un dentista para descartar otras causas, ya sea de manera presencial o a través de videoconsulta.
Por otro lado, las encías también pueden resentirse ya que las reacciones inflamatorias propias de las alergias no solo afectan a la nariz o a los ojos, sino también a los tejidos blandos de la boca. “Las encías se vuelven más sensibles, pueden inflamarse con mayor facilidad y ser más propensas al sangrado, lo que favorece la aparición de gingivitis. Este riesgo se incrementa si la higiene oral se ve alterada por la congestión, la fatiga o el malestar general”, añade Eva Victoria Lago.
Además, el goteo posnasal (la acumulación de mucosidad que cae desde la nariz hacia la garganta) puede generar un entorno propicio para la proliferación de bacterias en la boca y la faringe, contribuyendo al mal aliento. Esta situación, aunque temporal, puede tener un impacto significativo en el bienestar diario.
Para evitar que las alergias pasen factura a la salud oral, los expertos de Sanitas Dental recomiendan seguir algunas pautas básicas:
- Hidratación constante. Beber agua de forma frecuente ayuda a mantener húmedos los tejidos orales y estimula la producción de saliva.
- Evitar enjuagues con alcohol. Se recomienda optar por colutorios sin alcohol o con acción hidratante para no agravar la sequedad bucal.
- Refuerzo de la higiene. Es conveniente extremar el cepillado durante los periodos alérgicos, especialmente después de las comidas y antes de dormir, para reducir la carga bacteriana.
- Uso de soluciones salinas. Los enjuagues con agua tibia y sal pueden aliviar la irritación de garganta y reducir la acumulación de mucosidad.
- Revisión dental estacional. Realizar una visita al dentista al inicio de la primavera o el otoño permite detectar precozmente cualquier afectación asociada a las alergias y planificar medidas preventivas.
En el caso de las personas mayores, el cuidado bucodental durante los periodos de alergia cobra aún más importancia. “A medida que envejecemos, la producción natural de saliva tiende a disminuir, y muchos tratamientos farmacológicos habituales en esta etapa de la vida, como antihipertensivos o diuréticos, también favorecen la sequedad bucal. Si a esto se suman los efectos de los antihistamínicos y la respiración oral derivada de las alergias, el riesgo de sufrir caries, infecciones orales o problemas en las encías se incrementa notablemente”, concluye.