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El arte de sonreír

Soy una afortunada, no me cabe duda. Hace unas semanas, bajo el sugerente título de «El Arte de sonreír», recibo un correo electrónico de Lacer, compañía que, para conme- morar su medio siglo de compromiso con la salud bucodental, nos invitó a un grupo de profesionales y periodistas de la salud a una visita guiada a puerta cerrada al Museo Nacional del Prado.

Una, residente en las afueras de Madrid, tiene por costumbre ir a los sitios con tiempo –a veces excesivo– para sortear los imprevistos que pueden surgir de la itinerancia en las grandes urbes.

En esta ocasión, aprovechando la tarde fantástica que hacía en Madrid, decidí invertir mis minutos libres para darme un paseo por los alrededores de la famosa pinacoteca, acercándome a la parroquia de San Jerónimo el Real o al edificio de la Bolsa, lo que me permitió darme cuenta, una vez más, de las maravillas que nos ofrece la ciudad y que, muy frecuentemente, o no conocemos o menospreciamos. Así somos.

Con ese buen sabor de boca, me dirijo a mi «cita» donde, además, coincido con buenos compañeros y amigos del sector. La cosa promete. Y para rizar el rizo, en la visita guiada, en la que se seleccionaron obras ilustrativas de algunos de los problemas bucodentales más frecuentes a lo largo de la historia, contamos con las aportaciones del Doctor en Medicina y Cirugía, Odontología e Historia, además de experto en arte, Javier Sanz Serrulla. Un plus añadido. Así, se encargó de compartir con nosotros anécdotas y curiosidades históricas relacionadas con la salud bucodental.

Entre las pinturas seleccionadas en la visita, el retrato de «María Luisa de Parma», esposa de Carlos IV, donde se aprecia que perdió prácticamente todos sus dientes como consecuencia de los numerosos embarazos que sufrió, portando una castigada dentadura que le causaba un grave dolor; y «El Sacamuelas», donde se observa la figura del dentista empuñando unas tenazas para la extracción de un diente, junto con el martillo que resalta en el suelo, delatando la rudeza de la práctica clínica en la época.

Pero, tal y como rezaba el título de la convocatoria, el análisis de la sonrisa de los protagonistas escogidos fue el eje de la visita. De este modo, hicimos parada también en la pintura de Adán –con sus incisivos separados– y Eva –con una sonrisa dulce y su- til–, elaborada por Alberto Durero; la obra de Rafael titulada «El Cardenal», un retrato que llama la atención, además de por la sonrisa de su protagonista, por sus ojos que van persiguiéndote por toda la sala; «El Jardín de las Delicias» del Bosco y el peculiar gesto de Eva o las sonrisas de «Las Meninas» de Velázquez o «Las Tres Gracias» de Rubens.

Como denominador común, llama la atención cómo es difícil encontrar sonrisas en las pinturas clásicas. Entre las teorías de esta ausencia, y según diversos estudios, la dificultad de reflejarla y mantenerla en sesiones de trabajo que podían durar varios días o los diferentes significados culturales e históricos que el gesto ha tenido dependiendo del momento.

Fueron la fotografía y el cine, las artes que pusieron en el primer plano la sonrisa humana, llegando a la época actual, donde la cultura de la imagen es obsesiva. Las redes sociales se convierten en escaparates repletos de sonrisas bonitas y luminosas que, al margen de ciertas consideraciones –que las hay, y muchas–, reflejan la importancia que la sociedad da a tener una buena salud oral. Quedémonos con eso.

Autores

Directora de Gaceta Dental

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