Dr. Aritza Brizuela, presidente de la Sociedad Científica de Odontología Implantológica (SCOI)
¿Cómo se está viviendo en SCOI la actual crisis sanitaria?
Con atención y lógica preocupación. Es evidente que el mayor interés en estos momentos se centra en la valoración de la evolución de los datos epidemiológicos de incidencia de la enfermedad; en las primeras semanas de abril resultaba demasiado sencillo sentirse apesadumbrado y quizás ahora se está empezando a abrir una puerta a la esperanza. Seguramente el otro foco estaría en la espera de los resultados del Estudio observacional de seroprevalencia que está realizando el Ministerio de Sanidad a nivel nacional, y que nos permitirá establecer un mapeado de la enfermedad y esbozar un escenario futuro. Y, sin duda, es imposible quitarse de la cabeza a los compañeros sanitarios de los Servicios Públicos de Salud.
Entiendo que la otra cara de esta pandemia serían las consecuencias económicas, aunque es inevitable que lo anterior tenga más peso específico por el momento.
Y para nuestros socios, como para mucho de nuestros compañeros, estas semanas de confinamiento han supuesto una oportunidad para formarse vía online y para apoyar ciertos eventos solidarios que han estado en la órbita de la SCOI.
¿Cambiará mucho la práctica odontológica a raíz de esta pandemia?
Seguramente la cambiará a corto plazo o cómo mínimo hasta el advenimiento de una vacuna, porque nos obligará a extremar las precauciones respecto a las infecciones cruzadas en el gabinete, con el triaje de pacientes, los equipos de protección individual adecuados, los métodos de desinfección de ambiente…. No obstante, es importante recalcar que la Odontología ya aplicaba medidas universales de protección de alta eficiencia y lo ha demostrado con el tiempo. Cuando el New York Times publicó en marzo de 2020 que la Odontología estaba en la cúspide de las profesiones de riesgo respecto a la transmisión de SARS-CoV-2 la gráfica se hizo viral. Sin embargo, se trataba de una asociación de ideas vagamente relativa a la COVID-19 o, dicho de otra manera, se podría aplicar a cualquier otra infección transmitida por aire o saliva y, por tanto, el autor habría tenido que demostrar que los dentistas también somos no solo un grupo de riesgo, sino una población con mayor prevalencia e incidencia de neumonía, tosferina, tuberculosis, legionelosis, resfriado, gripe, meningitis, sarampión, varicela o ciertas micosis, entre otras enfermedades, también de transmisión aérea… ¡Y no lo somos! Lo cual describe el nivel real de nuestra profesión.
¿Aprenderemos o sacaremos algo positivo de esta situación tan complicada?
Seguro que aprenderemos algo, porque son las situaciones más graves las que nos enseñan más cosas; aunque es probable que en vez de aprender simplemente hayamos recordado…. por ejemplo lo que significa la solidaridad, atender, cuidar y proteger a los demás, lo que realmente importa y, a la vez, lo que no.
Seguramente hemos aprendido a defendernos de este enemigo y de otros futuros de su clase. Sería imperdonable que nos volviera a coger desprevenidos.
Y algo positivo será difícil sacar de este drama; con una cifra a día de hoy de 27.709 personas fallecidas por la enfermedad en España, me niego a otorgarle el menor soplo de aire al monstruo.
¿Qué mensaje quiere transmitir a sus socios y al resto de colegas sobre el futuro más a corto plazo que espera a la profesión?
Sobre todo, que tengan la esperanza de que todo saldrá bien. Nuestra profesión es importante y sabremos estar, como siempre, a la altura de las circunstancias. Parafraseando a Churchill: Lucharéis…. ¡Pero nunca os rendiréis!