El cierre de las clínicas de la cadena marquista iDental ha supuesto un problema que alcanza a la Administración –ya va siendo hora de que se implique en estos temas sanitarios– y en el que los afectados son muchos y de distintos ámbitos.
Los primeros perjudicados, lógicamente, han sido las miles de personas que se han quedado sin tratamiento y en muchos casos –tal vez miles, también– sin dinero y sin dientes. Personas que, además, no figuran entre las más acaudaladas del país; más bien al contrario.
La bomba iDental estaba activada desde hace años, casi desde el mismo momento de su creación, por su controvertida forma de acceder a los pacientes, como ya denunciaron entonces muchos colegios de dentistas. Lo de ofrecer descuentos en función de los ingresos del paciente era un argumento más de venta que, en realidad, permitía ajustar los presupuestos al alza una vez conocidas las nóminas y, por tanto, deducir hasta dónde se podía exprimir la cuenta corriente del cándido aspirante a lucir una dentadura nueva. Desde unos presupuestos inflados para emprender unos (sobre)tratamientos casi siempre innecesarios se llegaba a precios de mercado una vez eran aplicados los descomunales descuentos «sociales» que se ofrecían en estas las clínicas «con corazón». Los pacientes –clientes a los ojos de este tipo de clínicas– han sido los primeros y más perjudicados por la bancarrota de las clínicas iDental, pero no los únicos.
En segundo lugar, entre los damnificados habría que situar a los dentistas que trabajaban en esas clínicas en condiciones poco ortodoxas e incluso alejadas de la deontología profesional que debe de seguir todo trabajador de la sanidad. Son muchas, distintas y hasta contradictorias las circunstancias que han llevado a que unos egresados inexpertos –pero egresados, al fin y al cabo– hayan terminado en la telaraña concebida por unos empresarios que solo buscan el rendimiento de su capital invertido, sea cual sea el sector donde lo hayan hecho. Antes de interesarse por el sector dental habían intervenido en la construcción, los medios de comunicación o las bodegas vitivinícolas, por ejemplo. No es rentable mantener el dinero en el banco y cualquier negocio ofrece más beneficios que una cuenta a plazo fijo. En definitiva, buena parte de los dentistas contratados por iDental y que han contribuido con su mala praxis al deterioro de la salud de muchas personas han sido también víctimas de las añagazas de los empresarios que decían tener corazón. Se han quedado en la calle y, a nada que se lo planteen, con la sensación de haberse equivocado a la hora de elegir una carrera y una profesión que exige una ética y un deber hacia el paciente que se han saltado a la torera. Y aquí no valen argumentos crematísticos ni pecuniarios, ni de plétora. La ética y la deontología, especialmente en profesiones sanitarias, están por encima de lo «mal que está la vida».
Pocos son los que introducen a la industria como tercera víctima en este rosario de afectados por el portazo de iDental. Sin embargo, las clínicas estaban dotadas con un material de primera calidad que, por supuesto, no habían comprado al contado. Las empresas que suministraron y suministraban equipamientos, fungibles e instrumental también son víctimas de este cierre, a todas luces definitivo, de la cadena marquista. No será fácil que las facturas sean pagadas, ni que se recupere el material aportado por unas firmas cuyo único delito ha consistido en servir el equipamiento que es necesario para atender dentalmente de forma correcta a la población, otra cosa es cómo sean utilizadas esas dotaciones. Ya ocurrió con Vitaldent, que dejó impagados tras su desaparición. Solo queda desear que esta nueva explosión producida en la burbuja dental sea la última, aunque todo parece indicar que habrá nuevas detonaciones. Y, de nuevo, pacientes/clientes confiados, dentistas con mala praxis y empresas en su legítimo derecho a vender –que es el objeto de su negocio– se verán afectados por estos abusos que las autoridades sanitarias se ven/son incapaces de afrontar y a los que no quieren –que sí pueden– dar solución.
José Luis del Moral