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«¡A cenar chicos, que empieza Íñigo!»

El doctor Enrique Vivas Rojo despide a José María Íñigo en una emotiva carta

El pasado 5 de mayo nos dejaba José María Íñigo, gran comunicador y presentador durante varios años de los premios Gaceta Dental. Las reacciones y mensajes de condolencia inundaron la red desde primera hora de la mañana de aquel sábado. El doctor Enrique Vivas Rojo, amigo de la familia Íñigo desde la infancia, le recuerda en esta emotiva carta.

De izda. a dcha., el Dr. Enrique Vivas, José Maria Íñigo, el Dr. Ramón Soto-Yarritu, Ramón Pardo, el Dr. Ricardo Fernández y el Dr. José Santos Carrillo.

Querido José María:

Te has ido sin despedirte. No era tu costumbre, aunque esta vez no te ha dado tiempo a decirnos adiós. ¡Y que mal despertar el del sábado por la mañana! La primera noticia al poner la radio, tu radio, es que te habías ido. Primero se me escapó un «no puede ser», después la rabia y al rato el dolor. Dolor egoísta, pues se había marchado una parte de mi infancia y de mi adolescencia y el compañero de cenas con mis padres, mis amigos, mis vecinos, reunidos todos frente a la sopa, la pescadilla enroscada y la botella de vino peleón y su amiga La Casera.

¡A cenar, chicos que empieza Íñigo! Y todos frente a aquella incolora pantalla identificando tu bigote y disfrutando de tu gesto, de tu voz cálida y de tu fábrica de sueños y sorpresas. Porque, como me dijiste tantas veces, para entretener hay que sorprender. Y tú sorprendías cada noche. Sin alarmas, sin pesares, sin egos y sin hipotecas de audiencias. No te hacía falta. Arrasabas como arrasa la risa, el buen humor y las ganas de hacernos felices.

Y fuiste un símbolo, una parte de la historia española, dura a veces, pero que tú consolabas. Y nos abriste la única ventana que nos conectaba con una mínima modernidad. Por ti conocimos que existía un idioma que se llamaba inglés, por ti muchos viajamos a una capital que se llamaba Londres y por ti supimos que Europa estaba más cerca y que podríamos pertenecer a ella, y te puedo asegurar que una parte importante de la revolución que necesitábamos se la debemos Íñigo, así, a secas.

José María, no sé dónde estás, pero si hay algún lugar donde haya premio, allí te buscaremos entre canciones; aquellas canciones de nuestra vida, de nuestros amores y de nuestras alegrías, tristezas y esperanzas.

Y seguro que en algún espacio hay un sitio reservado a los buenos, a los creíbles y los auténticos.

Adiós José María; ya sabes que nosotros pensamos en ti, pues necesitamos creer en lo creíble y tú sabías mucho de credibilidad. Quizás esa fue tu mejor virtud.

Enrique Vivas Rojo
Amigo de Íñigo

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