Hábito 2: Empezar con un fin en mente. Saber dónde está el norte.
Unas semanas antes de escribir este artículo, tuve la oportunidad de conocer a una joven odontóloga que tenía la intención de crear y dirigir su propia clínica dental después de haber terminado la carrera hace tres años y trabajar en varias clínicas en este periodo. Hasta aquí nada diferente de muchos de sus colegas que, con la idea de soltarse y coger experiencia, comienzan su vida laboral de esta forma. Lo que realmente me sorprendió fue la determinación que mostró en cómo había ideado el estilo de su futura clínica y lo claro que tenía cómo pretendía que fuese su recorrido en los próximos diez años. Estuvo relatando, durante más de una hora, minuciosamente lo que vislumbraba para cada uno de los años venideros con una lógica precisión y correlación temporal que daba la impresión de haber madurado durante largo tiempo. Lo que me descolocó de su discurso fue precisamente que ella no se veía claramente en ninguna posición en aquel escenario futuro. No tenía muy claro si quería trabajar como odontóloga generalista, realizar un máster y especializarse en algún área y centrar su actividad en la dirección y gestión de su negocio. En definitiva, no tenía un fin en mente, ya que para proyectar un objetivo profesional, en primer lugar debía tener esa meta en mente en el aspecto personal de su vida.
El Dr. Sthephen Covey plantea en el Hábito 2 de las personas altamente efectivas que empezar con un fin en mente significa comenzar con una clara comprensión del destino que uno quiere para sí mismo. Significa tener clara la situación de partida, el lugar o posición en el que se está y que permite saber dónde se quiere ir, para poder dar los pasos adecuados en la dirección correcta. Es decir, tener un fin muy claro en nuestra mente, y saber con precisión a dónde queremos llegar, pero sabiendo de dónde partimos.
Asimismo, hay que comprender que cada acción o plan que deseamos llevar a cabo debemos crearlo dos veces, la primera vez debemos imaginarlo y pensar cada detalle en nuestra mente. La segunda sirve para materializar esa idea, llevándola a términos físicos y tangibles.
Aunque parece un asunto básico, ya que todos pensamos constantemente qué es lo próximo que queremos hacer, el siguiente paso a dar no es tan sencillo de realizar con cada uno de los grandes asuntos que nos afectan. Este hábito se aplica en todos los ámbitos de desarrollo de una persona, empezando por nuestra vida personal. Se trata de una actitud, que trasladada a nuestro ámbito laboral, nos permitirá concentrar esfuerzos y optimizar recursos.
Qué y cómo
Cuando ideamos el objetivo último de nuestras acciones, creamos un formato general como marco de referencia. Bajo este formato instalaremos nuestra actitud ante cada asunto y programamos los planes de acción, de forma que logremos llegar a esa meta. Es algo así como definir un destino al cual quisiéramos llegar.
Definido el «qué», es necesario llegar al «cómo», es decir, diseñar la estrategia para poder llegar a ese destino.
Una vez comprendida la importancia de tener un fin en mente, se puede pasar al siguiente nivel que consiste en ser líderes de ese fin, de forma que podamos alcanzarlo con total éxito.
Si uno ejerce su labor profesional en el ámbito de la gestión o dirección de una clínica dental, es evidente la importancia de definir con precisión la misión de la organización. Si hacemos el mismo planteamiento en la vida personal se trata de ver qué pasa con nuestra misión personal. A veces puede sorprendernos que aún no la tenemos muy clara, como en el caso de la joven doctora, por tanto, hay que definirla y trabajar en su desarrollo.
Si se dirige al equipo humano de la clínica, parece lógico pensar que se tiene la responsabilidad de ser un buen líder, y para conseguirlo se debe entrenar el liderazgo personal. Será cuando hagamos el ejercicio de definir nuestro fin, es decir, nuestras prioridades, y logremos ser constantes con ello, cuando podremos avanzar y llegar hasta el siguiente paso.
Este consiste en lograr ser verdaderos líderes de nuestro equipo de trabajo. Un nivel al que solo se accede después de liderarnos a nosotros mismos.
Algunas acciones que pueden ayudar a conseguir este nivel en el proceso pueden ser:
• Definir nuestra misión personal. Definir lo que quieres hacer de ti, y la forma en que deseas llegar a ello.
• Identificar y reconocer nuestro círculo de influencia. Todos, absolutamente todos, tenemos nuestro círculo de influencia. En ocasiones no somos conscientes de cuáles son sus límites con exactitud.
Como consecuencia podemos incurrir en dos errores:
1. Preocuparnos más de la cuenta, creyendo que podemos cambiar y actuar sobre lo que en verdad escapa a nuestro alcance.
2. Frustrarnos por no lograr cambios ni avances, ya que se adueña de nosotros un miedo que nos paraliza. A veces ese miedo se disfraza de diversas maneras, pero el resultado siempre es el mismo: no actuamos y esperamos que las cosas se realicen espontáneamente.
• Conocer cuál es nuestro especial centro de atención. Todas las personas tenemos un área de nuestra vida a la que somos más sensibles por decirlo de cierta forma. Para algunos la pareja, para otros el trabajo y todas las energías son puestas en ello. Una vez que identificas cuál es tu caso, puedes trabajar en esa área. Tanto si deseas continuar en una dirección, como si prefieres cambiar el rumbo, debes tener claro el punto de partida.
• Saber cuáles son nuestros roles. Sabemos que nuestro cargo en el trabajo es el de una dirección médica, por ejemplo. ¿Pero siempre tenemos claro que además de jefes, somos líderes, referentes y actores estratégicos para muchas personas? En la medida en que dimensionemos mejor el alcance de nuestras tareas y responsabilidades, seremos más efectivos.
En definitiva, el hombre debe tener un fin, por eso se crean misiones en los distintos roles de vida: laborales, en pareja, como padres, etc. Pero para que la persona no se distraiga de su misión debe contar con un conjunto de valores y reglas que seguir como un principio personal. Por tanto, para llegar a esa meta se necesitan unos factores fundamentales que son la seguridad, es decir, no tener miedo; la sabiduría que requiere de conocimientos; y querer hacer, que es el verdadero poder; además de la guía con los objetivos que te planteas para llegar a ese fin propuesto.