Premio Santa Apolonia 2016
En los ámbitos científico, docente, académico y colegial el trabajo del Dr. Esteban Brau ha sido brillante. Una trayectoria que ha querido reconocer el Consejo General de Dentistas de España con la concesión del Premio Santa Apolonia 2016, su máxima distinción a título individual. Hablar con él es empaparse de entusiasmo por la labor docente, de conocimiento sobre las especialidades oficiales y también, por qué no decirlo, de cierto pesimismo sobre el presente y futuro de una profesión a la que ha dedicado toda una vida.
—¿Qué ha supuesto para usted la concesión del Premio Santa Apolonia, la máxima distinción de la Organización Colegial?
—Un honor inesperado que debo agradecer a toda la colegiación, ya que, según tengo entendido, la votación fue unánime y esto todavía realza más la importancia del premio.
No obstante, si bien es un galardón a título personal, debe de ser compartido con todas las personas que han influido en mis decisiones tanto familiares, como profesionales y universitarias. Sin su apoyo la labor realizada habría sido imposible.
—¿Cómo se enteró de la concesión del premio?
—Me llamaron tanto el presidente del Consejo General de Dentistas de España, el Dr. Óscar Castro, como el presidente del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Cataluña, el Dr. Toni Gómez, y sinceramente me hizo una gran ilusión. No obstante, también me causó confusión pues un premio es el reconocimiento al esfuerzo en una labor realizada, y nunca me ha causado un esfuerzo, sino un placer poder colaborar en el desarrollo de la profesión.
—¿De quién se acordó especialmente cuando le comunicaron la noticia?
—A nivel personal de mi familia, esposa e hijas, pues la profesión me ha robado muchas horas de convivencia y dedicación a ellas. A nivel profesional, aquellas personas que han confiado en mí y me han ayudado en todos los ámbitos: científico, docente, académico y colegial. Sin su ayuda, comprensión y consejos habría sido imposible conseguir los logros alcanzados durante mi trayectoria profesional.
—¿Cuándo decidió decantarse por la Sanidad?
—El primer contacto que tuve con la profesión fue casual ya que en el círculo de amistades de mis padres había un dentista y, todavía estudiando el bachillerato, me cautivó la habilidad manual que observé en la profesión. A partir de ahí mi determinación fue clara, en aquellos tiempos solo se podía ser dentista cursando los estudios de Medicina y cuando me matriculé por primera vez en la Facultad sabía que mi especialidad sería la Estomatología, aunque el camino fuese largo: seis años de Medicina y dos de especialidad desplazado a Madrid, ya que allí estaba la única escuela del país donde se podían cursar los estudios.
—¿Alguna vez se ha arrepentido de haber elegido este camino?
—No, en absoluto, lo he encontrado fascinante en todos los ámbitos en los que he podido colaborar. En mi consulta, ayudando a los pacientes a conservar sus dientes, además de intentar eliminar sus molestias y devolverles la salud. Mi norma ha sido siempre tratar un paciente con una patología bucal y no el diente de un paciente. En la docencia, buscando siempre explicar al alumno y hacerle razonar sobre el porqué del diagnóstico y de las diferentes etapas de los tratamientos. En la planificación docente poniendo en primer lugar las necesidades de los alumnos para su mejor formación y en el ámbito colegial intentar subsanar el agravio comparativo respecto a los colegas de los países que tienen reconocidas las especialidades en Odontología. Aunque nuestros compañeros hayan cursado títulos de posgrado (másteres, diplomas, etc.) en España, al ser títulos propios, no tienen reconocimiento europeo.
—¿Quiénes han sido sus máximos referentes profesionales?
—Son muchos, ya que mi vida profesional dentro del ámbito odontológico ha tocado diferentes aspectos: De las Juntas de Facultad, de las reuniones de Departamento, de las diferentes Comisiones, de la Conferencia de Decanos, de las Asambleas del Consejo, y actualmente, debido al gran avance de las comunicaciones a nivel mundial, sigo obteniendo información relevante para mi quehacer diario de un número considerable de compañeros en los diferentes aspectos en los que me he desenvuelto. No obstante, cuando empecé mi vida profesional no existía esta magnitud de información y en el ámbito universitario cogía gran relevancia la figura del «Maestro». En mis inicios, en el ámbito docente-científico tuve, por suerte, un gran maestro, el profesor Nadal-Valldaura.
—¿Cuáles de sus facetas profesionales le han marcado más?
—Cuando tu vida profesional ha estado básicamente centrada en el ámbito universitario, las etapas que te marcan más son los logros en el escalafón de profesores universitarios. Las oposiciones a la plaza de Profesor Adjunto, que en aquel tiempo se celebraban únicamente en Madrid, fue un logro importante.
Después, al aprobarse la Ley Orgánica de Universidades (LOU), pude realizar la oposición de catedrático en Barcelona. La votación de los miembros del tribunal de forma personal y pública fue uno de los momentos más impactantes en mi vida profesional.
—¿Qué le ha aportado su conexión con el Consejo General de Dentistas durante tantos años?
—Cuando el Dr. Villa Vigil me llamó para colaborar con el Consejo, pensé que era un nuevo reto y que podía, en primer lugar, favorecer muchos aspectos profesionales y, en segundo lugar, reivindicar las especialidades, un tema que ya existe de facto desde hace muchísimos años. El ejemplo lo tenemos en los ortodoncistas, maxilos y endodoncistas. Yo mismo ejerzo la profesión desde 1971 con práctica limitada a la Endodoncia. No obstante, le puse una condición: ocuparme exclusivamente de las especialidades, pues no era nuevo para mí y podía aportar mi granito de arena.
A pesar de la diferencia de opiniones entre los profesonales, mi idea era muy clara: en primer lugar y, desde un punto de vista legal, las competencias que le da al profesional el título de graduado no las puede disminuir ni eliminar ningún título de posgrado, y, en segundo lugar, después de tantos años de práctica limitada, he podido constatar que la colaboración generalista-especialista es beneficiosa para ambos.
—Como docente, ¿cómo ve a las futuras generaciones de dentistas?
—El reto de ser docente, desde mi punto de vista, es impresionante. En primer lugar, te obliga a una puesta al día constante, ya que el alumno es, y con razón, cada día más exigente. Además, con la evolución científica y técnica de nuestra profesión es fundamental la puesta al día del profesor desde el punto de vista teórico y práctico para poder enseñar correctamente. En segundo lugar, la transmisión de conocimientos al alumno es fundamental, el motivarlo requiere un esfuerzo y unas técnicas pedagógicas a veces difíciles de conseguir. Hay que lograr que el alumno tenga interés y no transforme su profesión en un oficio, es decir el saber por qué lo hace y no cómo lo hace; si se consigue lo primero lo segundo solo es cuestión de práctica.
El futuro de las generaciones de dentistas es preocupante como también lo es el presente. Hemos pasado de un déficit de profesionales a una saturación exagerada, esto genera en la Odontología privada una mediatización de intereses por ciertas compañías de seguros y por empresas sin finalidades sanitarias, que obligan al dentista a ejercer en condiciones que nada tienen que ver con la ética y la vocación. Además, el catálogo de prestaciones de la Seguridad Social es muy limitado en nuestro ámbito, por lo que el número de plazas de odontólogo ofertadas es ínfimo.
—¿Cómo ha evolucionado la Odontología desde que usted diera los primeros pasos?
—Es imposible exponer en pocas palabras la impresionante evolución alcanzada en nuestra profesión en poco tiempo. En cada materia ha cambiado el concepto.
Así en Medicina Bucal es el dentista el que ya se ocupa de las diferentes patologías existentes en la cavidad bucal, de extremada relevancia en muchos casos para el paciente y que, junto a los logros de la cirugía, permite, en muchos casos, la prolongación de la vida de los pacientes.
En Odontología Conservadora se intenta, en grado máximo, la conservación de los dientes; el refrán «el mejor implante es la propia raíz» está ya aceptado por el profesional y el paciente. En Periodoncia también son importantes los logros obtenidos. La sociedad empieza a tomar consciencia de que la conservación del diente de leche es importante y acude al odontopediatra durante la infancia del mismo modo que se ha tomado conciencia de que la Ortodoncia no solo tiene un objetivo estético sino también y más importante, funcional. Y no digamos la Prótesis, hoy en día prácticamente han desaparecido las prótesis removibles, ya sean parciales o totales con el gran avance de la Implantología. Es decir, el cambio conceptual es fundamental. Lo que, a mi modesto entender, me preocupa es esta visión estética que cada vez toma más auge en nuestra profesión. Partimos de la base de que somos profesionales de Ciencias de la Salud y lo que debe prevalecer es nuestra ética para preservar la salud bucal y, por ende, general del paciente. Del mismo modo, faltan campañas de prevención y educación bucal en la sociedad para que ésta tome conciencia de la importancia que tiene una boca sana en su contexto de salud.
—¿Cree usted que nuestra Odontología está al mismo nivel que la de países de nuestro entorno?
—Hoy en día creo que en el mundo no existen barreras para el conocimiento científico. Los nuevos sistemas de comunicación permiten la difusión de los avances al mismo tiempo en todo el globo y, si es necesario instrumental específico, para los diagnósticos y terapéuticas también es accesible rápidamente. El problema reside en el coste que generan tales avances y que hace que, desgraciadamente, en determinados países, toda la población no pueda acceder a determinados tratamientos.
—¿Al final conseguiremos en España las especialidades oficiales?
—Pienso que sí. Tras superar una serie de problemas internos que enviaban mensajes dispares a la Administración, creo que, en estos momentos, los ejes representativos de la Odontología española: Universidad, Sociedades Científicas y Consejo General están de acuerdo. Existe un documento firmado por los representantes de estos tres estamentos solicitando la necesaria creación de las especialidades en nuestro país, pues éstas mejorarían la atención sanitaria bucal, permitirían una formación especializada reconocida por la Administración y se equipararía a los profesionales españoles al resto de los europeos.
El documento está entregado tanto al Ministerio de Sanidad como al de Educación, y éste considera que en el momento que Sanidad dé el visto bueno, no pondrá ningún impedimento para su realización, ya que si bien el otorgar el título de especialista corresponde al Ministerio de Educación, el desarrollo y la planificación de los estudios corresponde al de Sanidad. Por consiguiente, deben ponerse de acuerdo ambos Ministerios y con los múltiples e importantes problemas que vive nuestro país, es difícil encontrar un momento para nuestra demanda.
—Además de éste, ¿qué otros aspectos le preocupan sobre el momento actual que vive la profesión?
—La situación laboral del graduado, ya que la plétora profesional le obliga a emigrar, con lo cual estamos formando una cantidad de profesionales de los que se beneficia la Unión Europea; o nos encontramos el «dentista del maletín» que desarrolla un agotador pluriempleo; o el contratado que, en algunos casos, es obligado a ejercer en condiciones que nada tienen que ver con la ética y la vocación.
También los requisitos de la legislación vigente que permiten la apertura de gabinetes dentales a empresas sin finalidades sanitarias, que inducen a publicidades desleales y engañosas y que generan, para el profesional, un prestigio social en flagrante caída y un salario por debajo del de un obrero cualificado.
Si se incrementase y generalizase el catálogo de prestaciones del Sistema Nacional de Salud, la atención bucodental podría abarcar a una población mucho más extensa sin un incremento presupuestario excesivo y se generarían más puestos de trabajo.
—¿Ve una solución a los mismos a corto plazo?
—Desgraciadamente pienso que no, ya que, aunque redujésemos drásticamente el número de plazas que ofrecen las universidades, tanto públicas como privadas, la relación profesional/número de habitantes es tan desproporcionada que tardaríamos muchos años en conseguir el equilibrio necesario.
Y todo esto conduce a una atención sanitaria que cada día se refleja en el incremento de denuncias de los pacientes en los colegios profesionales. Lo malo es que el profesional no es el causante del problema sino las condiciones sociales establecidas. Si se pudiese conseguir la relación odontólogos/nº de habitantes correcta, aunque fuese a largo plazo, pienso que los demás problemas podrían desaparecer paulatinamente por sí solos.
Perfil profesional
El Dr. Brau Aguadé es Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona, médico estomatólogo por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático en la Facultad de Odontología de la Universidad de Barcelona. Fue presidente de la Comisión del Consejo General de Dentistas para la «Determinación de competencias del Odontólogo», vocal del Comité Ejecutivo de la Organización Colegial y presidente de la Comisión de Especialidades Odontológicas del Consejo General de Dentistas.
Más personal
– Nacido en: Granollers (Barcelona) el día D hora H.
– Estado civil: Casado, con dos hijas y seis nietos. ¡Una familia maravillosa!
– Aficiones: Muchísimas, ya que de cualquier actividad se puede sacar alguna idea y aplicarla a tus necesidades.
– Deportes: el tenis, aunque hoy en día se ha profesionalizado demasiado. La idea del fundador de los modernos JJ OO, barón de Coubertin, de que el deporte debe ser amateur creo que le haría un gran favor al mismo.
– Un libro: El silenci del far. Tener un yerno dentista y escritor es una satisfacción para mí.
– Una película: 12 hombres sin piedad. Nos demuestra que tomar determinaciones sin meditarlas y llegar al fondo de la cuestión puede llevarnos, algunas veces, a cometer grandes errores. Valdría la pena aplicarnos esta lección en muchos actos de nuestra vida.