No sé dónde leí, o escuché, pero sí sé que me quedé con el dato de que los españoles dedicamos más de media hora a comentar con nuestros compañeros de trabajo lo vivido durante las vacaciones veraniegas. Y también se decía, o se escribía, algo parecido a que esa rememoración es una buena fórmula para dar de lado al traído y llevado síndrome posvacacional, esa especie de estrés o depresión que se produce cuando se recupera la rutina del día a día tras haber pasado un tiempo alejado de ella, y que parece ser sufren alrededor del 35% de los españoles. «Eso son paparruchadas, en mi época no había estrés posvacacional ni nada parecido. Volvías al trabajo y punto», me argumenta el estanquero de mi pueblo.
Porque yo, aunque nacido en Madrid, soy muy de pueblo y me siento paisano de muchos, lo mismo de Boñar que de Almoçageme, de Turégano o de Villanueva de la Cañada. El hombre, que me ha pillado de sorpresa mientras llevaba de paseo a mis perras Indi y Kika, evoca su pasado, una mochila en la que cabe haber sido pastorcillo de ovejas a los ocho años –«pasaba todo el día en el campo por un pan y un cuarto de garbanzos»– y mecánico de los Pegaso y camionero por Europa y conductor de La Sepulvedana y taxista y estanquero… «Mi mujer conoció el mar, ya cuarentona, en nuestras primeras vacaciones de verdad, y no sufrimos ningún trauma cuando volvimos a la tarea diaria», me espeta. «Hombre, los tiempos cambian», le digo. «A peor, cada día sois más blandos, en mi época no existían esas depresiones que ahora están tan de moda», dice con cierto sonsonete. Y lo malo es que hasta puede que tenga razón el hombre.
En fin, que utilizo la media hora que me corresponde para comentar con mis compañeros del currele cómo han sido mis vacaciones veraniegas y parece que la cosa funciona, que ayuda a torear el dichoso síndrome ese. Revivir las vacaciones no es más que una de las ocho o diez recomendaciones que dan los expertos para llegar pletórico al casi olvidado puesto de trabajo: que si has de fijarte solo en lo positivo, que si has de tener paciencia, que si hay que hacer deporte, que si se debe reducir la ingesta de alcohol y café, que si… Me quedo con la primera: hablar con los amigos, que es el mejor modo de recuperar la normalidad con eso mismo: normalidad.
Y este año será más fácil, porque vamos a tener ocasión de encontrarnos antes de tiempo con muchos de nuestros colegas y amigos, que no en vano se celebra el congreso de la FDI cuando agosto aún no ha concluido. Todo apunta a que van a ser muchos miles los que van a estar en IFEMA. Se conoce que Óscar Castro y Juan Carlos Llodra han hecho bien los deberes. Dos que no creo vayan a tener el síndrome posvacacional, porque sus vacaciones de este año, si las han tenido, habrán sido atípicas. Pero, por si acaso, veinte días después hay otro encuentro desestresante: la entrega de los premios Gaceta Dental.
Una buena terapia que no defrauda y que este septiembre celebra su vigésimo aniversario.