El Dr. Miguel Carasol despide a su íntimo amigo, el Dr. Javier Alández
El pasado 29 de mayo fallecía el Dr. Javier Alández. Su íntimo amigo, el Dr. Miguel Carasol nos ha remitido unas líneas que resumen el sentimiento de tristeza de toda la profesión odontológica.
Cuando alguien es tan activo y vitalista como Javier cuesta comprender que la fatalidad haya parado su energía para siempre. Pero es así, y nada podemos hacer. ¿Nada? Un optimista sería capaz de comprender tu tristeza, la tristeza de todos, pero no perdonaría el recuerdo desnortado que inevitablemente nos, me asola desde que ya no está aquí. Dejando las lágrimas que me quedan por él para cuando yo esté más debilitado y nostálgico, recordaré cuando nos conocimos hace más de treinta años. ¡En la mili! Siendo cientos de reclutas, ya destacaba por ser unos de los más fuertes, chulitos y con más ego de todos. No me cayó muy bien al principio, la verdad (ni yo a él). Grave error: en la Escuela de Estomatología volvimos a coincidir, ya como profesores colaboradores de Periodoncia, y todo cambió; comenzó la amistad del día a día, y mucho más cuando nos juntamos siete románticos periodontales para formar la primera promoción de periodoncistas en máster de España. ¡Qué tiempos! ¡Qué fuerte! De la gran relación que tuvimos entre nosotros y con nuestros profesores y compañeros surgió un grupo conocido como «los vintage». Solamente la muerte va desgastando nuestro número, que no la amistad que nos une.
De todos nosotros, Javier era el más excesivo, el que se atrevía con los casos más complicados. Era un cirujano maravilloso y una de las personas que cuando decía que sus pacientes eran esenciales para él, no mentía. Le he visto cuidar a los enfermos como a bebés, los trataba de forma integral e íntegra. No tenía solución: llegó tarde al entierro de su padre y a su boda en El Escorial por atender urgencias.
Llevaba un ritmo de trabajo que no se podía seguir. En la consulta él y yo nos poníamos colorados cuando hacíamos cuentas, porque ganaba mucho más, lógicamente. Al final encontramos la fórmula justa, nos fuimos a un notario y a comer a un sitio espléndido para celebrar que el dinero no había podido con nosotros, cosa que no es muy habitual, por cierto.
En cuanto al ritmo de vida… un monográfico de Gaceta Dental no sería suficiente. ¡Qué criatura! Todo era poco para él. Los que le conocían bien estarán de acuerdo en que era divertido como muy pocos, con algunas anécdotas asombrosas, muchas de las cuales he vivido con él. Por eso ahora estoy menos triste que hace unos días. Seguramente me pasará como ha sucedido con las personas más importantes de mi vida: al final sólo queda el recuerdo de lo bueno y el agradecimiento por lo mucho que hicieron por ti, aún en los peores momentos. ¡No montes muchas clínicas donde estés, Javi!
Miguel Carasol