Muchas veces la bobería, la sandez y la necedad a la que nos llevan los deseos de ser distintos sin otro motivo que el pretender serlo juegan malas pasadas. Y a ello no escapa la utilización del lenguaje por parte de quienes más influyen en el pueblo llano, los periodistas –de radio y televisión, especialmente– y, sobre todo, los políticos.
A la tontería extendida por todas las formaciones políticas de referirse a compañeros y compañeras, amigos y amigas, ciudadanos y ciudadanas eliminando el uso del sustantivo genérico masculino para designar a todos los individuos –e individuas, ¡ojo!– de un mismo grupo o especie, se suma muy a menudo el empleo constante hasta el empacho de determinadas palabras, vaya usted a saber por qué.
Todavía no hace mucho el término «importante» estaba omnipresente en todas las crónicas periodísticas, ya fueran parlamentarias, deportivas, económicas o de sucesos. Porque no había leyes decisivas o favorables, sino importantes; ni partidos de fútbol interesantes, solo importantes, y las enormes inversiones públicas pasaban a ser importantes; ni siquiera los incendios podían ser pavorosos o alarmantes, sino importantes.
Desde hace unos meses le ha tocado el turno al adjetivo «complejo». La situación política por el desencuentro entre los partidos políticos a la hora de formar gobierno es compleja. ¡Cuidado!, que no es una situación inadmisible, ni siquiera asombrosa o demencial, es compleja. Por no hablar de la complejidad que ha supuesto el dichoso brexit para la Unión Europea y lo complejas que serían las relaciones internacionales si el populista Donald Trump –¡Dios nos asista!– llegase a la presidencia de Estados Unidos. No existen relaciones tensas o inquietantes: son complejas.
En esto del uso sui géneris del lenguaje se llevan la palma –excepción hecha de la clase o estirpe política, por supuesto– mis colegas deportivos, que lo mismo colocan a un guardameta de fútbol «bajo palos» –debe ser que ven dos largueros en la portería– que cambian las medidas de los postes con eso del «palo largo» y «palo corto», «pierden» el balón por la línea de fondo, y eso que está a la vista de todos, o le inventan una lengua a la pelota… que «lame el poste». Aunque hay que reconocer que también son originales en sus metáforas –cuero por balón, cuando hoy son de materiales sintéticos; el árbitro es el trencilla, si bien las chaquetas arbitrales con pasamanería trenzada en sus bordes no se utilizan desde los albores del balompié– y tienen gracia en el uso de palabras y expresiones como «colchonero», «merengue» o «culé», «abrir la lata» o «poner el autobús» delante de la portería. Son licencias simpáticas dentro de una forma de expresarse campechana y jovial.
Pero dejemos de lado para mejor ocasión el tema futbolero –al que habrá que volver porque da mucho juego– para centrarnos en lo que ha dado origen a este enorme y previo circunloquio. Es el caso que la locución adverbial «en olor de multitud», es decir, con la admiración de muchas personas –alguien es elogiado por la gente–, por el capricho de algunos finolis bañados en agua de colonia y abusones del desodorante se ha cambiado por «loor de multitud», que significa todo lo contrario: alabar a la multitud: alguien elogia a la gente.
Dicho lo cual, y una vez aclarado que la palabra olor se usa en sentido metafórico en la construcción adverbial citada, nacida por analogía con «olor de santidad» –expresión que se creó ante la creencia de que el cuerpo muerto de algunos santos emanaba un aroma casi divino–, me atrevo a afirmar que la fiesta de entrega de los PREMIOS GACETA DENTAL se vivió en olor de multitud: fue un elogio a los premiados –a todos, aunque especialmente a los homenajeados y admirados José María Fonollosa y Mariano Sanz–, pero también en «loor de amistad», pues cuantos pertenecemos a la revista alabamos y elogiamos la presencia de los más de 300 amigos –aquí utilizo el sustantivo genérico– que asistieron al acto.
Olores y loores juntos en una reunión desenfadada y afable que pone de relieve el compañerismo y la complicidad que, pese a los problemas propios de todo colectivo, existe en el sector dental.