Tatuajes dentales. La moda de los tatuajes avanza irremediablemente, sin freno alguno, sin límites. Pasó la época en que eran escasas las grabaciones en las pieles humanas, prácticamente circunscritas a las de marinos, presidiarios, legionarios, hampones y fontaneros centroeuropeos. Hoy, popularizados por astros y estrellas del deporte, el espectáculo y la farándula varia, los jóvenes se han apuntado al tatoo –término inglés con que se quiere dar caché a esta práctica de dudoso y cuestionable gusto– con una fruición hiperbólica hasta conseguir que la epidermis sea como un mapa mundi del siglo XVI. Pero ya puestos a excentricidades, ¿por qué no utilizar también los dientes para llamar la atención? A la moda de la diastema –que ya hay que tener ganas– se suma ahora la de tatuarse los dientes, una afición que crece por momentos en China, Japón y, lo que es peor –porque desde ahí el salto a Europa es cuestión de un tris–, en Estados Unidos. Los hay adhesivos , de quita y pon, pero los que tienen verdadero arraigo entre la juventud son los permanentes, los perennes, para toda la vida, realizados con polvo de cerámica y tinta de distintos colores que se fijan mediante la perforación del esmalte. Entre 75 y 200 dólares cuesta cada tatuaje dental. Y para que no falte de ‘ná’, los creadores de moda –esas celebrities con ascendencia sobre la juventud– han dado otra vuelta de tuerca a la estética dental con el lucimiento de los denominados grills, una especie de fundas de oro y otros metales y piedras preciosas con que recubre sus incisivos el famoseo de primer nivel, los que cruzan alfombras rojas cada dos por tres. ¡Y los hay que no van al dentista ni para hacerse una tartrectomía!
Clínica solidaria, pero sin permisos. Una clínica dental solidaria, concebida para atender a la gente más desfavorecida, fue clausurada por las autoridades a los cuatro días de su apertura. No ha ocurrido en España, sino en Bahamas y en la historia intervino el músico y cantante Lenny Kravitz, que quiso ayudar a que la gente con pocos recursos pudiera tener acceso a la atención bucodental. El caso es que el cantante neoyorquino financió la creación de una clínica solidaria en Gregory Town, población de la isla de Eleutheran donde Kravitz posee una casa, en la que se cuidaron todos los detalles de aparatología e incluso se trajo cuatro dentistas desde Estados Unidos, su país natal. Y ahí es donde se produjo el lío, porque los dentistas norteamericanos carecían de los permisos necesarios para trabajar de forma legal en el país. Total que la policía bahameña tuvo conocimiento de que un grupo de personas estaba trabajando en una clínica dental instalada en una iglesia católica de Gregory Town y se fueron para comprobarlo. Los dentistas solidarios poco menos que tuvieron que salir por piernas con la fresa en la mano porque esa actividad ilegal podría haberles supuesto una condena de cárcel al estar practicando la medicina sin los permisos necesarios. Parece que Kravitz tiene intenciones de tramitar esos permisos a través de su fundación para dar cobertura legal a su buena y solidaria acción.